Inprimatu

MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002.


págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”


Y en tercer lugar, tenemos el espacio virtual o ciberespacio. El que utilizan arquitectos, ingenieros, diseñadores, músicos, etc., para proyectar y crear en el ordenador. El que puede conectar distintos espacios de edificios mediante sistemas computerizados, sin necesidad de recurrir a los espacios tradicionales en los que cada actividad tiene su sala y cada compartimiento está conectado por elementos peatonales y físicos. Ese lugar impalpable, que configuran los que hablan por teléfono o los cibernautas que se mueven a través de la infinita telaraña de Internet.


En diez años hemos pasado de hablar de las cualidades del lugar y la magia de las heterotopías," a aceptar el anonimato de los no lugares, la frialdad de la realidad virtual, la promesa de un ciberespacio que es puro presente este término que William Gibsoninventó en su novela Neuromante (1984), con unos seres nómada prótesis artificiales, que malviven en los hoteles, en las entrañas de redes informáticas tridimensionales y en lanzaderas espaciales.


Tanto los no lugares como, sobre todo, el espacio virtual, se nos presentan con todo su carácter seductor -por la promesa de posibilidades y transformaciones inimaginables-, pero también con una cantidad de aspectos ocultos y negativos. 


No hay duda de que el espacio virtual constituye la más alta creación de la ambición humana, configurando un mundo laico totalmente fuera de las leyes de la naturaleza. Si Claude Lévy-Strausshabía considerado la ciudad como la máxima creación del hombre, ahora podemos señalar al ciberespacio no sólo como la máxima creación de la inteligencia y la ciencia sino también de la imaginación y la ficción, de la capacidad del hombre para soñar y crear.


Sin embargo, frente al optimismo de personas como Bill Gates, presidente de Microsoft, William Mitchell, autor de City of bites(1995)" o Javier Echevarría, profeta de la "Telépolis", autores muy diversos como Herbert I. Schiller, Micha Bandini o Vicente Verdúhan señalado algunas de las contrapartidas ocultas del mundo virtual. En realidad, se trata de un "nuevo mundo" que se constituye como la más alta meta alcanzada por la sociedad estadounidense. El mito de la frontera y de la continua colonización, que ha sido el motor de Estados Unidos, llega a su más alto objetivo poblando todos los mercados, todas las redes de intercambio de información, todos los nuevos modos de relación y todas las mentes. Una sociedad metropolitana que tiende a rechazar los contactos corporales y que se basa en la desconfianza, el individualismo utilitarista y el consumo, ha conseguido imponerse. La cultura de la comunicación electrónica, pensada para tejidos formados por viviendas aisladas, segregadas en periferias suburbanas de baja densidad, tradicional y de la comunicación física. Se impone sobre otras culturas del espacio urbano. 


Evidentemente, la esencia de Internet y otras futuras redes internacionales de comunicación es su acceso libre tal como lo ha sido la del teléfono. Se puede potenciar, incluso, que todas las escuelas, bibliotecas e instituciones públicas dispongan de acceso a Internet. Y, de hecho, dichas redes cibernéticas pueden dar facilidades de trabajo a jóvenes expertos radicados en las periferias o pueden servir para coordinar organizaciones alternativas no gubernamentales.


Pero aunque estos nuevos medios de comunicación posean esta genuina vocación democrática, no hay duda de que existe una relación entre riqueza y acceso a los ordenadores. En un planeta en el que la mitad de sus habitantes nunca ha utilizado un teléfono, se está creando una nueva elite que, siguiendo las pautas de un darwinismo feroz, va a controlar la mayor parte de las vías de acceso al trabajo y a la riqueza, excluyendo a los que no están capacitados social, económica, intelectual o funcionalmente, para tener fácil acceso al mundo informático. 


Para los más entusiastas, la conectividad, la telepresencia, las ágoras electrónicas, los ciberorganismos y las ciudades de los bits nos están permitiendo entrar en una nueva era en la cual los sistemas de telecomunicación, los contactos incorporales, la inmaterialidad, la antiespacialidad y la asincronía van a ser las pautas dominantes. Para otros, críticos radicales, en cambio, la sociabilidad, las costumbres comunitarias, el contacto humano, la espacialidad física, la estructuración y equilibrio típicos de las peatonalizadas ciudades europeas, la tolerancia hacia los otros, la capacidad de reivindicación, asociación y rebeldía, son valores imprescindibles que están siendo puestos en peligro por un nuevo sistema elitista, individualista, fragmentario y consumista. En cualquier caso, se deben desarrollar perspectivas que sean críticas con la hegemonía de la tecnología y sus sistemas de dominación.


¿Cuál es el alcance de la crisis de la idea ya convencional de lugar ante el acoso de una nueva realidad basada en arquitecturas nómadas, espacios mediáticos, no lugares e interconexiones en el ciberespacio? ¿Se disolverá la arquitectura como espacio y la ciudad como estructura articulada o, por el contrario, siempre se necesitarán el espacio y el lugar por su función de legibilidad e identidad? En el futuro, los contenedores, con interiores poblados por sistemas de objetos, no configurarán ya un espacio sino un ambiente mediático; el protagonismo, entonces, ya no será de la arquitectura sino de la ingeniería y del diseño industrial. En cualquier caso, al concepto central de lugar le ha surgido recientemente la contraposición del no lugar. De todas formas, los conceptos y experiencias del espacio y el lugar están en continua transformación e, incluso, disolución. El lugar y el no lugar -como el espacio y el antiespacio- son polaridades límite. El espacio casi nunca es delimitadamente perfecto de la misma manera que el antiespacio casi nunca es infinitamente puro. Tampoco el lugar podrá nunca ser completamente borrado ni el no lugar se cumple nunca radicalmente. En nuestra condición presente, espacios, antiespacios, lugares y no lugares se entrelazan, complementan, interpenetran y conviven.


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págs.115-140.“Tipo y estructura. Eclosión y crisis del concepto de tipología arquitectónica”  


ECLOSIÓN Y CRISIS DEL CONCEPTO DE TIPOLOGÍA ARQUITECTÓNICA


 Los factores que han ocasionado la paulatina disolución de la fuerza crítica del concepto de tipología a partir de los años ochenta han sido diversos. Autores pertenecientes a la tradición del movimiento moderno como Bruno Zevi y Nikolaus Pevsner han hecho un uso reductivo del concepto de tipología -creacionista el uno, funcionalista el otro- que respondía a una visión desconfiada de la nueva posición y que, en definitiva, ha ido en contra de los valores profundos del concepto.


 Al mismo tiempo y a lo largo de los años setenta se extendió un manierismo tipológico (la mayoría de las veces deudor de la pura imitación formal del lenguaje biográfico de Aldo Rossi) que ha ido banalizando esta corriente. De hecho, este fenómeno radica en una insuficiencia congénita a esta posición arquitectónica: el desequilibrado peso sobre el análisis histórico y urbano, sobre la teoría y la composición en relación al frágil interés por el proyecto, por el arte de construir y por el saber técnico, todo lo cual ha llevado a la arquitectura, especialmente la italiana, a un destino bloqueado, encerrado en el análisis y la composición, idealizando la estructura de la ciudad existente como un valor inmutable e indiscutible." El neoplatonismo de la crítica tipológica y experimentalismo de las corrientes tecnológicas son irreconciliables y diametralmente opuestos. Propuestas recientes de Toyo Ito, Jean Nouvel, Rem Koolhaas, la Coop Himmelblau o Elisabeth Diller + Ricardo Scofidiomanifiestan el predominio de los sistemas de objetos por encima de las estructuras tradicionales del espacio arquitectónico. Esta nueva situación comporta la disolución de las clasificaciones y criterios tipológicos en aras de la experimentación tecnológica y la tecnificación del interior, tal como sucede en los museos mediáticos, en los edificios de oficinas y empieza a producirse en el espacio doméstico: la flexibilidad de máquinas, muebles y objetos sustituye a la rigidez de lo tipológico.


 Otras críticas han puesto de manifiesto la presión del mercado en el consumo de ideas y formas en la arquitectura. Micha Bandini en su artículo "Typology as a form of convention" (1984) insistió en que el uso formalista que se le ha dado al concepto de tipo ha sido la causa de su paulatina disolución, ha provocado la pérdida del valor crítico y cultural a un concepto que requería una cierta exigencia intelectual; se ha convertido en puro formalismo, en una nueva convención. Se ha tomado como instrumento teórico para justificar la producción de arquitectura, como sucede en los proyectos de Aldo Rossiy algunas de las obras de Oswald Mathias Ungers y Franco Purini. Esta interpretación negativa se produce a principios de los años ochenta, cuando los excesos formalistas de los hermanos Rob y Leon Krier, de Michael Graves o de Ricardo Bofillempiezan a mirarse críticamente.


Micha Bandini defiende que sólo en el caso de Carlo Aymonino, el concepto de tipología es entendido como un instrumento y no como una categoría, como un método de análisis y no como una explicación mecanicista de sus proyectos. Aymonino sería el que ha sabido conservar el rigor inicial, sin caer en el formalismo o en la propuesta de una colección de iconos de fácil apropiación. También Manfredo Tafuri ha explicado cómo la utilización de la historia de la arquitectura por parte de Aldo Rossi y Giorgio Grassies siempre arbitraria y subjetiva, en función de las aspiraciones formales de cada proyecto.


 Una buena prueba de que el concepto de tipología se ha convertido en una convención es cómo éste fue integrado durante los años ochenta por la cultura arquitectónica estadounidense, interesada siempre por las aplicaciones formales y poco preocupada por las relaciones críticas entre estructura social, morfología urbana y tipología arquitectónica. Siguiendo los criterios interpretativos de Imre Lakatos, Bandini concluye que un concepto que había arrancado con una alta carga política y cultural se ha convertido en una "teoría de bajo nivel".


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Fue colaboradora de Royston Landau en el programa de Teoría e Historia de la Grandoute School de la Aquitectural Association, ha trabajado en la elaboración del método de la Maza exigencia en el que además de tener se encuentran las guías metodológicas de la fisiología de la ciencia y del pensamiento posestructuralistas se recorre esencialmente a la tradición hipercrítica.


Para micha Bandini la Crítica de la arquitectura sí incluye dentro de una historia cultural y social que ya no es la historia global y unitaria Burckhardt ,sino una evolucionada historia de mentalidades que hace referencia a la disparidad de utillajes mentales específica provisional crítica y que ha renunciado a ser totalizadora y absoluta.


ABASCAL QUEIMADELOS Alejandro


 

Igo