Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”
En Japón, el establecimiento de un movimiento moderno fue inseparable de un proceso más amplio de modernización tecnológica e institucional que implicaba una considerable ambivalencia con respecto a la influencia occidental. Algunas obras eclécticas como el Museo Hyokenan en Tokio (1908), obra de Kayama Toyu (en el que se combinaba el siglo XVII francés con el palladianiso inglés) destacaban por toda su atormentada y foránea afectación de un panorama en el que las construcciones religiosas y vernáculas se seguían realizando en estilos tradicionales y con un oficio que se prolongaba sin interrupción desde hacía siglos. Incluso los métodos constructivos importandos (en particular, los que sustituían el ladrillo por la madera habitual) se observaban a veces con recelo. En 1909 el arquitecto Chinto Itoh, que se había empapado de los antiguos estilos del Asia Oriental – afirmaba que Japón debía purificarse, despojándose de las perjudiciales imágenes occidentales y reavivar sus propias tradiciones; sostenía que un lenguaje novedoso surgía automáticamente en cuanto las formas verdaderamente autóctonas se cruzasen en los métodos constructivos importados. Un año después Yahukura Ohtsuka formuló el argumento contrario: que Japón debía acoger los modelos visuales occidentales, pero modificándolos para adecuarlos a las condiciones, los oficios y los medios de construcción locales. Ambos tenían esencialmente el mismo propósito; la creación de un estilo moderno específicamente japonés.