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Wim Wenders es un cineasta alemán que se ha distinguido por su cine vanguardista y simbólico. Modelo de las inquietudes personales y vivencias que han dominado a toda una generación de cineastas y literatos, la trayectoria de Wenders es una de las más interesantes de la cinematografía europea del los últimos años. Representante destacado del cine alemán de los años 70, en los 80 y 90 se convirtió en un respetado e influyente realizador. La ansiedad y la pasión masculina por los viajes son temas frecuentes de su trabajo.


Es un director que en los años ochenta fascinó a los arquitectos gracias a películas como El cielo sobre Berlín y París, Texas. En sus últimos trabajos, El final de la violencia, The Million Dollar Hotel, Tierra de abundancia y Llamando a las puertas del cielo, disecciona y analiza el paisaje estadounidense, como pocos cineastas lo han hecho hasta ahora.


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"Si los edificios pudieran hablar, algunos sonarían como Shakespeare. Otros hablarían como el Financial Times, otros alabarían a Dios, o a Alá. Algunos sólo susurrarían, otros cantarían a gritos sus propias alabanzas, mientras que otros murmurarían modestamente algunas palabras y realmente no tienen nada que decir. Algunos simplemente están muertos y ya no hablan… De hecho, los edificios son como las personas. Viejos y jóvenes, hombres y mujeres, feos y guapos, gordos y flacos, ambiciosos y perezosos, ricos y pobres, que se aferran al pasado o que se extienden hacia el futuro. No me malinterpreten: esto no es una metáfora. Los edificios nos hablan. Tienen mensajes. Por supuesto. Algunos realmente quieren un diálogo constante con nosotros. Algunos prefieren escuchar con atención primero. Y probablemente te hayas dado cuenta: A algunos les gustamos mucho, a otros menos y otros nada.


Los edificios, como las personas, están sujetos al tiempo y existen en un mundo tridimensional. Por eso nuestra película es en 3D. Es una invitación a deambular, a experimentar y a escuchar, por una vez. El edificio que encontrará es especialmente amable y amigable, hecho para aprender, leer y comunicarse. Sus colinas y valles (sí, existen ahí dentro) están deseosos de recibirte, de ayudar, de servir, y de ser, en el mejor sentido de la palabra, un lugar de encuentro".


Wim Wenders


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MONTANER, J,M.,  La Modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1997. 


Págs. 159-180. El director de cine Win Wenders ha planteado una reflexión crítica sobre la esencia de grandes ciudades como Berlín, París, Lisboa, Tokio y sobre el territorio desierto entre grandes metrópolis estadounidenses. Wenders defiende la existencia de espacios marginales, no diseñados, y reclama el valor de la memoria como fuerza que remite hacia el futuro. Como en Las ciudades invisibles de Calvino o en las fotografías de Henry Cartier-Bresson, Wenders reivindica la identidad de estos lugares genuinos sobre lo que no han pasado aún el uniformado diseño moderno. Toda colectividad necesita de unos lugares arquetípicos cargados de valores simbólicos; si la ciudad no se ofrece, los grupos sociales los crean.


Todo conglomerado humano necesita vivir en un ambiente configurado por límites, puertas, puentes, caminos y vacíos. Desea lugares de relación como plazas, mercados, y centros comerciales. Recintos mixtos como salas de baile y discotecas. Siempre se van generando nuevos espacios sagrados, símbolos del poder, como los museos y las entidades bancarias. Las puertas se han convertido en estaciones, puertos, aeropuertos e intercambiadores. La escuela ha sucedido a la iglesia como foco estructurado del barrio y como centro de transmisión de pautas de vida social. El museo y el centro de arte se han convertido en los máximos focos de transmisión de civilidad, urbanidad y gusto. El espacio de los espectáculos deportivos - especialmente el campo de fútbol- constituye una recreación mítica del verde espacio rural en el interior del perímetro urbano, tal como en la Edad Media y el renacimiento hicieron los claustros en monasterios y cartujas. Si las galerías comerciales y los grandes almacenes de las capitales europeas del siglo XIX comportaron una prolongación de la tradición de calles, plazas y mercados, en cambio, los shopping centers y los malls han satelizados desmembrado tanto las viejas como las nuevas ciudades. 


En las ultimas décadas ha ido tomando cuerpo una concepción fragmentaria de la ciudad, abandonado toda ambición globalizadora e idealizante. El situacionista Guy-Ernest Debord habló a finales de los años 50 de psico-geografía, de deriva y de la ciudad entendida como diversos fragmentos o secuencias de palabras a las que cada usuario, según sus afinidades electivas e intereses comunes, accede rápidamente con los modernos medios de movilidad y transporte. Se empieza a intuir una nueva concepción espacial de la ciudad. Aquello roto o fragmentado se graba mucho mejor en la memoria que aquello ‘entero’. Lo ‘roto’ tiene una superficie rugosa donde se puede agarrar la memoria” ha señalado Wim Wenders.

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