En América Latina, la reinterpretación de la tradición dentro de la modernidad adoptó diversas formas. Algunos de los más perspicaces arquitectos mexicanos de los años 1960 y 1970 buscaban puntos en común entre lo vernáculo y lo monumental, sin renegar en ningún sentido de la herencia de la arquitectura moderna. En esto se servían del trabajo preliminar realizado por la generación de Luis Barragán y Enrique del Moral, y de los filtros visuales proporcionados por pintores mexicanos como Rufino Tamayo. En conjunto, todo ello revelaba una plasticidad cargada de aspectos primitivos y folclóricos, y una 'paleta' enriquecida por colores terrosos o iridiscentes. Ricardo Legorreta extendió estos descubrimientos a una arquitectura de audaces formas polícromas que ofrecían una respuesta realista a los grandes encargos, al tiempo que evocaban la magia de la construcción vernácula mexicana. El propio estudio de Legorreta en Las Lomas, Ciudad de México (1967), se insertaba en una empinada pendiente como una serie de terrazas y cámaras abovedadas, un laberinto de salas interiores y exteriores.
...Aunque las posiciones arquitectónicas eran en parte una cuestión de sensibilidad individual, también reflejaban las aspiraciones, los mitos y las ideologías de la sociedad. Los ejemplos indios, mexicanos, turcos e iraquíes anteriormente examinados se crearon en países que se enfrentaban, cada cual, a su manera, a la cuestión de las identidades nacionales modernas. Estas identidades se formulaban sobre la base de unos ideales seculares `unificadores' para el estado nación, que trataban de conciliar e integrar diferentes religiones y grupos étnicos, diversidades regionales y geográficas, y contrastes estridentes entre los mundos rural y urbano. La noción misma de 'tradición nacional' solía significar una versión alterada del 'pasado local' en la que el colonialismo reciente se veía como una intervención ajena, pero los restos de imperios más antiguos (algunos de ellos fruto de la ocupación extranjera) se idealizaban como algo crucial para la evolución nacional. La 'modernización' suponía habitualmente la mecanización de la tecnología y una implicación mayor en la economía global fuesen la de los beneficios. Cualesquiera que eran prácticamente parte del proceso. Pero había lugares en el que el mundo que estaban más alejados de las llamadas ‘normas’ de la civilización industrial, que eran más introvertidos y cuya vida social y económica se apoyaba más en la base rural; en estos casos, era probable que la continuidad con las tradiciones vernáculas locales fuese más fuerte. Esta era precisamente la clase de ‘integridad’ que Fathy admiraba y que había intentado (sin mucho éxito) oponer a las fuerzas de la rápida modernización de Egipto. Desde esta perspectiva, la cuestión no era tanto la modificación del movimiento moderno para acercarlo a las herencias locales, cuanto el ligero ajuste de la construcción vernácula existente para adaptarla a los modos y los medios modernos...
... págs 644, 645. En la mayoría de los países de Oriente Próximo, la arquitectura moderna era una importación foránea reciente, y no existía una tradición moderna local en la que apoyarse. En países como la India o México era posible ampliar temas que habían surgido en las décadas anteriores. Nunca hubo un estilo mexicano completamente moderno, pero había recursos y acentos reconocibles, no obstante; cierta amplitud y grandeza en las mejores obras, que combinaba la abstracción monumental con ecos casi inconscientes de elementos primarios del pasado como la plataforma, el patio, el extenso plano horizontal y el muro austero. En la década de 1980, Ricardo LEGORRETA continuó ampliando su lenguaje básico de volúmenes audaces, muros de colores y recintos. Muchos de sus edificios eran para el sector industrial, y en ellos el arquitecto recurría a atrevidas formulaciones de geometría abstracta que se aplicaba en secuencias procesionales, pilares estructurales, planos flotantes y efectos controlados de luz natural y transparencia.
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Uno de los indicadores de insosteniblidad o sostenibilidad clave y sintomático, que atraviesa otros, debería consistir en determinar si en cada territorio lo que aumentaron fueron los muros, las vallas, las autopistas y las divisiones o lo que aumentan son los espacios públicos, los edificios comunitarios, los centros culturales, los lugares de reunión, etc. Desde la crítica de arquitectura es importante establecer diferencias, dar a conocer qué han colaborado en crear espacios de convivencia, como Lina Bo Bardi en Brasil y Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck en Holanda, y cuáles, más allá de su discurso teórico, han contribuido a crear más barreras y segrega -como Jean Nouvel, Renzo Piano, Richards Rogers, Ricardo Legorreta, Alberto Campo Baeza o tantos arquitectos cómplices de la construcción de urbanizaciones cerradas, edificios que actúan como barreras o como objetos aislados y agresivos en el entorno; sibilinos maestros en el arte de crear muros, fortalezas, divisiones y obstáculos, sin que se note.
POR UNA CULTURA CRÍTICA Y ALTERNATIVA DE LA EXPERIENCIA Y EL ACTIVISMO
Pág.235. A lo largo del libro hemos hecho una crítica al pensamiento y la práctica neoliberales predominantes, en un mundo cada vez más sometido al mercado y a los intereses financieros, y hemos ido señalando alternativas. La más básica e imprescindible propuesta es el fortalecimiento de una cultura crítica.
LOS DISCURSOS DEL NEOLIBERALISMO ARQUITECTÓNICO
Tal como hemos visto, en el contexto más general del neoliberalismo, la arquitectura no es una excepción; ha perdido el sentido crítico que tuvo hasta la década de 1970. Por todo ello, es necesario potenciar una nueva cultura arquitectónica crítica con las nuevas narrativas dominantes de la economía global. También en el terreno de la arquitectura, la publicidad, la representación mediática y el glamour de los productos va más allá de su propia realidad y materialidad. Por tanto, es imprescindible desvelar y revelar, mostrar todo lo que esconde.
Es habitual que los arquitectos de prestigio en el mercado global utilicen argumentos heterogéneos y contrapuestos, muchas veces alejados de la arquitectura y el urbanismo que realmente hacen. Unos razonamientos polisémicos y neoliberales dan cobertura para que se argumente a favor de la sostenibilidad cuando se recurre al uso de alta tecnología y a la destrucción del medio, para que se utilice la experimentación formal para legitimar la especulación o para recurrir a argumentos de justicia social cuando lo que se propone es elitismo consumista.
Entre los profesionales del doble discurso y doble moral se encuentran aquellos que actúan bajo el auspicio de entidades financieras y organizaciones religiosas de marcado carácter, reaccionario, promoviendo eventos culturales, revistas y congresos desde los que se pretende construir alternativas y mostrar arquitecturas comprometidas con el planeta y la sociedad.
La mayor parte de los arquitectos estrella juegan a este doble discurso. Como Renzo Piano, Richard Rogers, Norman Foster, Jean Nouvel o Ricardo Legorreta, que por un lado participan en foros de defensa del urbanismo sostenible, y por otro, se prestan a operaciones de alta tecnología y alto consumo, que no tienen que ver con el medio, que generan urbanizaciones cerradas, que segregan socialmente y que destruyen patrimonio social, urbano y paisajístico. Son estrellas que sirven para legitimar procesos especulativos y de expulsión de los habitantes de zonas en las que trabajan, sin conocerlas. Como buenos arquitectos del príncipe contemporáneo, les basta el plano o el mapa para destruir y construir en cada lugar.
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