Donato Bramante es una figura clave dentro de la producción artística, para comprender el paso del Renacimiento al Manierismo arquitectónico que luego desarrollará Miguel Angel con su singular personalidad.
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Bramante desde su ciudad natal de Urbino y bajo el mecenazgo del Duque de Montefletro, intenta desde su infancia continuar las huellas de Filippo Brunelleschi, profundizando en la aplicación y desarrollo de la perspectiva. La famosa escuela de perspectivistas de Urbino de la que Bramante forma parte, centra buena parte de su interés en el ilusionismo pictórico, tomando la perspectiva arquitectónica con su valor tridimensional como base de trabajo. Las primeras obras de Bramante las lleva a cabo en Urbino dentro del campo de la arquitectura dibujada, para posteriormente, y a partir de su estancia en Milán, ya en contacto con Leonardo da Vinci, dar el paso a la arquitectura real, reflexionando sobre los problemas técnicos de la construcción. Sus obras milanesas como Santa María Presso in San Sátiro (1481-1482), o el claustro del Convento de San Ambrosio de Milán (1498) no son más que pasos previos de la obra más madura que desarrollará a partir del cambio de siglo en Roma. Tal y como nos comenta Bruschi, parece que la Asociación Julio II- Bramante fue una de las más productivas en la Historia de la Arquitectura. El tempietto de San Pietro in Montorio (1502), el Cortile de Belvedere (1505) y el proyecto para la construcción de la Basílica de San Pedro del Vaticano (1506), forman parte de los hitos de la arquitectura renacentista, y nos dan una visión ya madura de la arquitectura del humanismo, preparándonos para una nueva etapa arquitectónica que desarrollará Miguel Angel con su singularísima personalidad. Con Bramante uno de los principios fundamentales de la arquitectura del humanismo, como es el valor absoluto de las proporciones, queda en entredicho y se refuta en nombre del ilusionismo visual.