GIUSEPPE SAMONA’ n°148
(1898, Palermo – 1983 Roma)
Giuseppe Samonà obtiene su título de ingeniero civil en Palermo en 1922. En esta ciudad frecuenta un ambiente de intelectuales y filósofi que ha tenido mucha influencia sobre su formaciòn.
En su ensayo “Tradicionalismo e internacionalismo arquitectónico” (1929) anuncia el advenimiento de un nuevo eclecticismo y demuestra que la oposición entre racionalistas y tradicionalistas oculta una postura romántica por ambas partes.
De los años 1930-35 es su encuentro con Le Corbusier, que le marca profundamente.
Desde 1927 hasta 1931 trabaja en la Universidad de Messina, y en 1945 se convierte en director del Instituto Universitario de Venecia -donde enseñaba desde 1936-, se revela como un gran organizator cultural y emprende una nueva política llevando al instituto a algunos de los más grandes representantes de la arquitectura italiana, hasta entonces apartados del mundo académico, y hace de esta institución un centro cultural de reputación internacional.
Samonà no es sólo arquitecto e ingeniero sino también urbanista y escritor.
Durante su dirección llegan a Venecia los más importantes exponentes de la arquitectura italiana: Scarpa, Quaroni, Gregotti, y con ellos Samonà hace distintos proyectos.
Desde 1951 hasta 1956 hace el barrio Ina–Casa de San Giuliano, cerca de Mestre, con Piccinato y algunos otros, aquí realiza una unidad de vecindad experimental inspirándose en los campielli de Venecia. En el Borgo Uliva (1956-58) de Palermo se inspira en las callejuelas de la ciudad.
En 1959, con “El urbanismo y el provenir de las ciudades en los Estados europeos”, Samonà se convierte en uno de los agentes de esa apertura a los problemas de urbanismo y ordenación del territorio que marca entonces a la arquitectura italiana. El Banco de Italia en Padua (1970-74) y el Teatro popular de Sciacca (1974) son sus últimas obras importantes, realizadas en colaboraciòn con su hijo Alberto.
Muere en Roma en 1983.
TRABAJOS-OBRAS
• 1951-56 Barrio Ina-Casa de San Giuliano;
• 1956-58 Borgo Uliva de Palermo;
• 1962 Central elèctrica de Trapani (junto a Samonà);
• 1970-71 Plano de reconstruccíon de Gibellina (juntos a
Quaroni);
• 1970-74 Banco de Padua;
• 1974 Teatro popular de Sciacca;
• Hospital INAIL en Bari;
• Villa Scimeni en Mondello (Palermo).
FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.
Págs.263-350.“El racionalismo"
Ahora bien, aun siendo bastante grande la deuda de este estilo con la vanguardia, como hemos visto con anterioridad, se desarrolló con una notable autonomía, y debido precisamente a la elaboración de una «técnica» que, derivando del principio del «arte para todos», se basa en el criterio de «reducir» la arquitectura a un «servicio social» funcional y tiende a posibilitar la integración entre arquitectura y urbanística, entre industrial design y urban design, como fenómeno típico de la realidad socioeconómica contemporánea. Esta «técnica» del racionalismo se pone de manifestó en el planteamiento y solución de algunos problemas específicos.
Tras los grandes alardes de la arquitectura de la ingeniería del siglo XIX, y a la vista de una comunidad atraída por un orden socialista y de las exigencias de la realidad social de posguerra, el tema más importante se refiere a la cuestión de la vivienda y, en particular, al de la vivienda popular. «Los racionalistas describe Samoná entendían la vivienda casi como un símbolo de naturaleza ética, que al mismo tiempo les impulsaba a actuar con un rigor lógico. La casa y el barrio se convirtieron en el centro de las exigencias morales, no siempre aclaradas, para descubrir, en la coherencia entre la función y la forma, una armonía que operase desde el interior de la célula en que vive el hombre, señalando una vía para la superación de todos los contrastes sociales, listos se juzgaban como fenómenos de incoherencia de estructuras, considerando la manera de dar forma operativa a expresiones que hasta entonces se habían aplicado sin rigor funcional. Como se ve, vuelve a aparecer en el párrafo citado una opinión encubiertamente limitativa de naturaleza sociopolítica, y en definitiva una crítica al hecho de que el procedimiento lógico de la actividad arquitectónica fuese capaz por sí solo de resolver problemas más amplios y complejos. Aparte de la necesidad de verificar hasta qué punto y que arquitectos racionalistas mantenían esta actitud, se debe precisamente a la confianza en la «lógica» de sus procedimientos el que su estilo se haya convertido en el código más difundido y formalizado de nuestra época.