Inprimatu

CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs. 21 - 31.“La idea de una arquitectua moderna en el siglo XIX” 


Podría decirse que el concepto de una arquitectura moderna fue anterior en varias décadas a las condiciones que harían del hecho mismo de la arquitectura moderna algo probable, por no decir necesario. La propia idea se basaba en una visión historicista de la evolución del mundo derivada de filósofos como Hegel, quién concebía los hechos de la cultura como expresiones directas de un espíritu histórico evolutivo. Esa noción se entrecruzada con otra según la cual un estilo moderno podía ser una expresión directa de la función y la estructura. Ya en 1828, el teórico alemán Heinrich Hubsch ha dispuesto el caso de las formas basadas en la necesidad: “un esqueleto estrictamente para el nuevo estilo” En la década de 1830, Schinkel aludió a la idea de expresar la construcción directamente, sin filtros estilísticos, pero rehuyo el funcionalismo aduciendo que carecía de lo” histórico y lo poético”. Al manejar el pasado, Schinkel tenía muy claro que la limitación de las formas antiguas resultaba insuficiente, qué un nuevo elemento debe incorporarse al nivel más elevado de la idea guía arquitectónica, y qué debería producirse una profunda transformación. Dilemas similares volvieron a flotar hacia mediados del siglo en los escritos del teórico francés César Daly y del alemán Gottfried Semper. A ambos las preocupaba la definición de las relaciones entre la construcción, la artesanía y el lenguaje arquitectónico en el pasado, así como la base teórica de un posible lenguaje de su propia época. Siempre era escéptico con respecto a la idea de deshacerse de lo procedente (se quejaba de los futuristas y esquemáticas), pero también recelaba de la imitación servil, se adoptó una visión a largo plazo de la historia de las formas, estudiando los modelos en que los tipos básicos que podrían interpretarse de manera novedosa, periodo por periodo, y trato de alcanzar una definición del presente trazando paralelismo con el pasado. 


 ---


MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002 


págs.59-88. “ El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis” 


La revolución epistemológica, que aportó una paulatina construcción de un método científico y la apertura del máximo horizonte del racionalismo había arrancado con Leonardo da Vinci, Copérnico, Giordano Bruno y Johannes Kepler, había tenido sus aportaciones trascendentales en Galileo Galilei y Francis Bacon, y culminado con la interpretación y síntesis de Isaac Newton a finales de este siglo XVII. Esta afirmación del poder del pensamiento y la razón, y esta exigencia de la necesaria referencia a la sistematicidad de la ciencia alcanzarían su máxima expresión en el sistema filosófico de George W. Friedrich Hegel a principios del siglo XIX.


---


MONTANER, Josep María.,Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Gustavo Gili. Barcelona, 2008.


p. 10 -25. "La crisis del objeto"


¿A qué nos referimos cuando utilizamos el concepto de ‘‘sistema arquitectónico’’? Ciertamente el concepto de sistema no es nuevo en el pensamiento, sino que arranca de la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant quien, precisamente, definía la arquitectónica como el arte de construir sistemas. El concepto ya aparece en Étienne Bonnot Condillac y su Tratado de los sistemas (1749), y en G.W.F. Hegel, quien definió una verdadera sistemática que consistiría en la articulación de cada cosa en el todo. Como método, la Teoría General de Sistemas se consolidó en la década de 1960, en evolución próxima a otras teorías generales, como la psicología de la Gestalt, que analiza sistemas según la percepción de las formas, o como el estructuralismo, que tiene sus raíces en el análisis sistemático...


... La Teoría General de Sistemas, surgida en el campo de la biología, se ha extendido a otras disciplinas, ha alcanzado mayores grados de complejidad, ha sido reforzada instrumentalmente por la cibernética y la teoría de la información y ha sido la base de las posibilidades de los sistemas informáticos. El sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998) ha sido uno de los autores que ha  llevado la teoría de los sistemas a su mayor conceptualización, complejidad y dinamicidad, aproximándola al terreno de los procesos, la incertidumbre, la adaptabilidad y la ausencia de sujeto. Siguiendo la sociología del norteamericano Talcott Parsons, Luhmann consideró que sistema y acción pueden confluir en una única teoría. Ello abrió la posibilidad de síntesis entre la sociología de la acción, tal como la planteó Max Weber, y la sociología de los sistemas organizativos, según Émile Durkheim.


---


 BENEVOLO Leonardo., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.85-124. “El primer modelo de ciudad en la época industrial: Haussmann y el Plan de Paris (1850-1870)”


Eclecticismo y racionalismo en la época de Haussmann.


 Los arquitectos tienen poco que ver con las decisiones del plan de París, y se limitan a dar forma plausible a los edificios encargados por el gobernador, sin salir del ámbito de las conocidas discusiones de los estilos. Pero los nuevos deberes y las vastas experiencias, posibles gracias a los trabajos de Haussmann, solicitan, desde el punto de vista cultural, la aclaración de las disputas abstractas, y activan la crisis de la cultura académica.


 La polémica entre neo-clasicismo y neo-gótico que, como se ha dicho, tiene su punto culminante en 1846 no puede concluir, naturalmente, con la victoria de uno u otro programa. De ahora en adelante la mayor parte de los arquitectos tienen presente el estilo clásico o el gótico, como posibles alternativas, y naturalmente no sólo estos dos, sino también el románico, el bizantino, el egipcio, el árabe, el renacimiento, etc.


 Así llega a ser explícita y se extiende la postura que ha sido llamada eclecticismo, contenida virtualmente ya en la dirección retrospectiva de los neo-clásicos y de los románticos.


El eclecticismo resulta favorecido por el mejor conocimiento de los edificios de cada país y de cada período. Delannoy publica, en 1835, un estudio sobre los monumentos de Argel,  Coste en 1839, hace conocer los monumentos de El Cairo, y desde 1843 a 1854, los de Persia. En Inglaterra, O. Jones publica, en 1842, los relieves de la Alhambra de Granada. Circulan las primeras historias universales de la arquitectura, como las de Gailhabaud.


Los filósofos teorizan esta visión de la historia del arte como una sucesión de estilos igualmente válidos. Hegel intenta interpretar dialécticamente la continuidad de los estilos como una sucesión de tesis, antítesis y síntesis, y considera concluido el ciclo en nuestros días, recomendando finalmente a los contemporáneos el eclecticismo.


 La práctica del eclecticismo, por otra parte, se realiza con más dudas que nunca. Los literatos de vanguardia, como T. Gauthier, atacan desde un principio: "Me hubiera gustado ser ladrón; es una filosofía ecléctica" , y los arquitectos más reflexivos expresan su perplejidad ante las contradicciones en que caen cada día en el ejercicio de su profesión. R. Kerr escribe:


  ¿En qué estilo arquitectónico quiere usted su casa?. El mismo arquitecto hace generalmente esta pregunta a su cliente, al principio de sus relaciones, y si él cliente no entiende de esta materia, puede maravillarse un poco al descubrir a lo que se le invita. Ejercitando un instinto cualquiera o quizá un capricho, debe escoger entre una media docena de "estilos" principales, todos más o menos contrapuestos entre sí, todos sus respectivos partidarios y detractores, y tanto más incomprensibles cuanto más a fondo se los examina, es decir, cuanto más a fondo se consideran sus contradicciones. El cliente perplejo se aventura a explicar que sólo quiere una sencilla casa confortable, sin ningún estilo, o en estilo confortable, si es que existe. El arquitecto, naturalmente, está de acuerdo; pero existen muchos estilos confortables, todos son confortables... Él debe escoger el estilo de su casa, como escoge el modelo de su sombrero. Tiene el estilo clásico, con o sin columnas, abovedado o adintelado, rural o urbano, o incluso palatino; puede adoptar el isabelino con la misma variedad, o también el renacimiento; o finalmente, por no nombrar los estilos menores, el medieval, el gótico, ahora de gran moda en cada una de sus formas, del siglo once, doce, trece, catorce; como lo prefiera: feudal, monástico, escolástico, eclesiástico, arqueológico, y así indefinidamente.


 Pero verdaderamente a mí me gustaría una casa cómoda, simple, digna de un caballero; y-me permito repetírselo-no quiero ningún estilo. Verdaderamente querría que no tuviera ninguno, porque creo que costaría un montón de dinero y lo más probable es que no me gustara. Míreme bien; soy un hombre de gustos muy sencillos; no soy clásico ni isabelino, me parece que no soy renacentista, y estoy bien seguro de no pertenecer al medievo, ni al siglo once, ni al doce, ni al trece, ni al catorce. No soy feudal, ni monástico, ni escolástico, ni eclesiástico, ni arqueológico. Lo siento mucho, pero usted debería tomarme como soy y construir mi casa dentro de mi estilo. ¿Por qué él (el inglés normal) no puede tener una casa inglesa normal, construida para necesidades inglesas normales?...


Sin embargo, se leen también, frecuentemente, abiertas defensas del eclecticismo, que reproducen seguramente la opinión de un vasto sector del público:


“Lejos de sacrificarse a la moda, jamás el arte se ha expresado con mayor independencia, y esto será la honra de nuestra época que acoge todos los estilos, todos los géneros y todas las maneras, porque, siendo la educación artística más completa y difundida, se aprecia mejor la belleza de cada obra y de cada estilo, mientras que anteriormente todo aquello que no estaba de acuerdo al gusto del día, era mirado con desprecio y rechazado. En aquellos tiempos se tenía tan poco respeto por los estilos pasados de moda, que un arquitecto encargado de restaurar la fachada de una iglesia gótica no dudaba en levantada en otro estilo distinto, griego o romano. Hoy, en cambio, las artes no siguen la moda; no sólo los edificios antiguos se restauran en su estado primitivo con conocimiento y erudición que honran a nuestros artistas, sino que vemos cómo el mismo arquitecto construye aquí una iglesia renacentista, allá una iglesia románica, amén de un municipio en estilo de Luis XIV y un templo gótico; y otro en el mismo barrio construye una casa Luis XV, un cuartel Luis XIII y un palacio de justicia en bellísmo estilo neo-griego.”


 

Igo