BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
pág. 242-244. A lo largo de todo el siglo XIX el viejo sistema cuadriculado ha sido considerado suficiente para resolver el problema del desarrollo de la ciudad, pero en la primera década del siglo XX, se plantea la necesidad de un control urbanístico adecuado a la nueva escala de la ciudad; el plano regulador de Burnham & Bennet, en 1909, constituye el primer intento de ordenar, aunque con criterios formalistas, el desmesurado cuerpo de la ciudad y marca el final de esta fase de estallido constructivo. pág.224. Los protagonistas de esta situación son conocidos colectivamente con el nombre de "Escuela de Chicago".
La primera generación que trabaja inmediatamente después del incendio, se compone de ingenieros de gran valía muchos de los cuales se han formado en la ingeniería militar durante la guerra de la Secesión. William Le Baron Jenney (1832-1907), William W. Boyington (1818-1898), J.M. van Osdel (1811-1891).
Entre ellos destaca Jenney, y los proyectistas más importantes de la segunda generación salen de sus estudio: Daniel H. Burnham (1846-1912), que trabaja con John W. Root, nacido en 1850, hasta la muerte de éste en 1891, William G. Holabird (1854-1923), Martin Roche (1855-1927) y Louis H. Sullivan (1856-1924), que se asocia con Dankmar Adler (1844-1900). A su lado hay que recordar a técnicos especialistas como W.S. Smith y C.L. Ströbel, que colaboran en el estudio de determinados problemas estructurales.
La obra de estos proyectistas tiene un marcado carácter unitario, sobre todo entre 1879 (año en que Jenney construye el primer edificio alto con estructura metálica) y 1893 (fecha de la exposición colombina), del que depende la peculiar fisonomía del Loop, el centro comercial de Chicago; los hombres de la época observan y esta peculiaridad, y no se les ocurre otro nombre para determinarla que el de la propia ciudad. Los protagonistas de este modo tienen temperamentos muy diversos: algunos son hombres de negocios, como Aldler, otros técnicos puros, como Strobel, artistas descontentos como Root, o deseosos de éxito como Burnham....
pág. 245 ... Vistas bajo esta luz, las experiencias de la Escuela de Chicago constituyen una importante contribución a la formación del movimiento moderno, pero los resultado tan prometedores conseguidos en la penúltima década del siglo se diluyen inmediatamente después. porque ninguno de sus protagonistas tiene clara conciencia de los problemas tocados. Cada uno de ellos se agarrota en un dilema cultural que sólo tiene dos salidas; o la vuelta al conformismo de los estilos históricos (es el camino de Burnham) o la experiencia individual de vanguardia (es el camilo de Sullivan y, posteriormente, de Wright)....
...El juicio que generalmente se emite ante estos hechos se inspira en las valoraciones de Sullivan y de Wright, que con su habitual realismo americano dan existencia individual a los valores y consideran que la vuelta al neoclasicismo es el resultado de una opción errónea, hecha por algunas personas, que ha bastado para interrumpir el anterior cauce de pruebas. El juicio negativo puede ser mantenido, pero plantea una limitación ya contenida en todo el ciclo de la escuela de Chicago; en realidad, las búsquedas de Jenney, de Root, de Holabird y Roche, etc., no salen fuera, voluntariamente, del ámbito de la cultura ecléctica, pero fuerzan de hecho los límites de esta cultura, intentando introducirle algunos temas nuevos que contengan sugerencias formales inéditas; esto queda posibilitado por diversas circunstancias favorables que concurren en Chicago en la novena década del siglo XIX: fuerte desarrollo económico, buena preparación técnica, ausencia de una tradición vinculante, como en las ciudades del este, e, incluso, ausencia también de cualquier preexistencia ambiental, por obra del incendio de 1871. Sin embargo, los resultados alcanzados no son normalizables ni transmisibles, y la única forma coherente de extraer de ellos una norma general, cuando el cambio de exigencias económicas y funcionales lo exigen, consiste en ascender desde las experiencias singulares hasta los presupuestos culturales comunes, pero en el curso de esta operación se pierde el contenido original de las propias experiencias; lo que queda es, precisamente, el eclecticismo del punto de partida y el pretendido mínimo común denominador no puede ser otro que el clasicismo.
La postura de Burnham es, por tanto, perfectamente lógica; interpreta las exigencias de organización, nacidas en el momento en que la ciudad ha alcanzado una cierta consistencia, de la única forma posible, mientras Sullivan se queda anclado a un planteamiento individualista ya superado por los acontecimientos.
El valor normativo del clasicismo de Burnham se pone de manifiesto, considerando su actividad urbanística. En 1900, aniversario del traslado de la capitalidad a Washington, Burnham participa con Frederick Olmsted (1822-1903), proyectista del Central Park de Nueva York, en la comisión encargada de sistematizar el urbanismo de la ciudad, y aconseja que se vuelva al plan de L'Enfant, eliminando las irregularidades cometidas con posterioridad. Después estudia un plan para San Francisco, pero su trabajo se interrumpe con el terremoto de 1905, que induce a la administración a abandonar cualquier proyecto ambicioso; desde entonces dedica todas sus energías, juntamente con su asociado E. H. Bennett, al plan regulador de Chicago, promovido por iniciativa de la Cámara de Comercio. La retícula uniforme de la vieja ciudad se ha extendido de tal forma que alguna de sus calles rectilíneas alcanza los 40 kilómetros de longitud, y no cumple ya sus funciones originales. Burnham da al problema una solución formalista, pues superpone a la retícula un sistema simétrico de nuevas calles en diagonal, contenido en un semicírculo de casi 32 kilómetros de diámetro, pero tras esta solución se plantean difíciles problemas de circulación, de zonificación, de distribución de los edificios públicos. Como el plan que en los mismos años hace Berlage para Amsterdam, no se sabe dar forma definitiva a estas exigencias sin pedir prestadas las reglas volumétricas tradicionales.
La importancia de los problemas tratados por Burnham queda demostrada por la popularidad que alcanza esta operación: W. Moody, director de la Comisión para el plan, prepara un folleto explicativo para los niños de las escuelas, que se distribuye en 1909, con ocasión de su aprobación; se organizan conferencias y reuniones para discutirlo, y se instituye incluso una fiesta para celebrarlos: el Día del Plan.
Los días de la escuela de Chicago están ya lejanos; está claro para todos que la ciudad no puede seguir ya creciendo a base de iniciativas aisladas, sino sólo mediante una coordinación general apropiada, aunque los instrumentos de esta coordinación sean, todavía, débiles e inciertos.
pág. 254... En este sentido debe valorarse el episodio de la Exposición Colombina Universal de Chicago (World´s Columbian Exposition) de 1893, y la llamada "traición" de Burnham.
En la comisión de arquitectura para la exposición hay algunos arquitectos de la Costa Este, George B. Post (1837-1913), Richard ; Hunt (1827-1895) y Charles F. Mckim (1847-1909); Burnham, el más acreditado de los arquitectos de Chicago, se deja convencer fácilmente por ellos para proyectar el conjunto según los cánones clásicos. La Exposición obtiene un gran éxito y, a partir de este momento, el gusto de los contratistas y del público se oriente poco a poco hacia el clasicismo, en tanto que las búsquedas originales de la escuela de Chicago se consideran anticuadas; así, muchos protagonistas de la década anterior se adaptan a la nueva orientación cultural, siendo el primero de todos Burnham que en 1894 forma una nueva sociedad (D.H.B & Co) y aumenta su actividad, mientras que otros, como Sullivan, ven rota su carrera.
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COLQUHOUN Alan., La arquitectura moderna. Una historia desapasionada. Gustavo Gili.Barcelona. 2005.
Págs. 35-55“Organicismo frente a clasicismo: Chicago, 1890-1910”.
La Exposición Universal Colombina
El giro hacia el clasicismo que provoca la Exposición Universal de Chicago de 1893 estuvo relacionado con una serie de acontecimientos coetáneos, políticos y económicos, acaecidos en Estados Unidos. Los mas importantes de ellos fueron el paso del liberalismo económico al capitalismo monopolista, la inauguración de la política comercial de puertas abiertas en un país que por entonces ya estaba listo para ocupar su lugar en la escena mundial, y el surgimiento de una política colectivista que reflejaba y cuestionaba al tiempo el naciente corporativismo de la industria y las finanzas. En su Autobiografía de una idea, Sullivan recordaría estos avances: «Durante este periodo (la década de 1890) se pusieron en marcha corporaciones, consorcios y fusiones en el mundo industrial (...), la especulación se torno galopante, el crédito abandonó la tierra firme (...) los monopolios notaban en el aire». En opinión de Sullivan, Burnham era el único arquitecto de Chicago que captaba este movimiento, porque «en su actitud hacia lo grande, hacia la organización, la delegación y el comercialismo intenso», sentía las contorsiones reciprocas de su propia mente. Estos avances fueron los responsables de dictar la sentencia de muerte para esa filosofía del individualismo que había inspirado a la Escuela de Chicago y que había sido el fundamento de la teoría de Sullivan. Pese a sus propensiones generalizadoras y tipológicas, Sullivan se resistió a esa naciente tendencia hacía el colectivismo, la normalización y la masificación que Burnham había recibido con tanta avidez.
Aunque Chicago había sido elegida como sede de la Exposición Universal porque se la consideraba representante del dinamismo del Medio Oeste, los promotores del evento estaban muy interesados en la creación de una mitología nacional que, en una regional, lo que buscaban era un lenguaje arquitectónico ya formado que pudiese representar alegóricamente a Estados Unidos como una potencia imperial unificada y culturalmente madura. Según Henry Adams, Chicago era «la primera expresión del pensamiento norteamericano, como unidad: un punto de partida».
La planificación de la Exposición Universal comenzó en 1890, bajo la dirección conjunta de Frederick Law Olmsted (1822-1903) para el paisajismo, y el propio Burnham para los edificios. El emplazamiento escogido fue el del proyecto no construido de Olmsted para el sistema de parques del sur, este se componía de dos parques (el Jackson, a orillas del lago, y el Washington, al oeste) unidos mediante una franja larga y estrecha llamada Midway Plaisance. El núcleo de la exposición era el Jackson Park, donde estaban situados todos los pabellones norteamericanos. Midway Plaisance contenía los pabellones extranjeros y las diversiones, mientras que el Washington Park se trazo como un jardín paisajista.
El Jackson Park se concibió según los principios beaux arts. Este sistema ya se había introducido en la Costa Este norteamericana a mediados de la década de 1880. Al asegurarse de que al menos la mitad de los arquitectos seleccionados para proyectar los pabellones viniesen del este, los promotores indicaban su apoyo al clasicismo como el estilo de la arquitectura de esta exposición. Esta elección invertía la costumbre de la Escuela de Chicago en dos sentidos: proponía, primero, que los grupos de edificios debían quedar sometidos a un control visual total, y segundo, que la arquitectura era un lenguaje ya formado en lugar de ser fruto de la creación individual en un mundo regido por la contingencia y el cambio.
Burnham no tuvo dificultades para adaptarse a estas ideas. A diferencia de Sullivan, Burnham era capaz de entender el funcionalismo corno algo válido para una arquitectura comercial controlada por los costes, y el clasicismo como algo válido para una arquitectura que representaba el poder nacional y la cultura cosmopolita. Esta teoría del carácter era compartida por Charles B. Atwood, un joven y brillante arquitecto formado en Harvard a quien Burnham había contratado para ocupar el puesto de John Root tras la repentina muerte de este. Atwood fue capaz de proyectar en un austero estilo gótico los edificios Reliance y Fisher, con su ligero revestimiento de terracota, al mismo tiempo que diseñaba en un florido estilo barroco el arco de triunfo de la exposición.
La planta del Jackson Park era un ejercicio colectivo de diseño paisajista y urbano. Tras llegar por tren o barco, se obsequiaba al visitante con el esplendor escénico del «Patio de honor», un enorme estanque monumental rodeado por los pabellones mas importantes. Un segundo grupo de pabellones, con los ejes en ángulo recto con respecto al del patio de honor, se disponía de un modo más irregular en torno a un lago de trazado pintoresco. Los propios pabellones eran enormes naves de dos alturas, recubiertas con fachadas clásico-barrocas, construidas con listones y yeso y pintadas de blanco (de ahí el nombre de Ciudad blanca, aplicado con frecuencia a la exposición). El contraste entre un espacio «fabril» estrictamente funcional y una fachada representativa seguía la tradición internacional del diseño de estaciones ferroviarias, y seria resucitado en la década de 1960 por Louis I. Kahn en el instituto Salk de La Jolla con un lenguaje moderno. Hasta la Exposición Universal de Paris de 1889, estas exposiciones internacionales habían fomentado en Europa la exhibición de las nuevas tecnologías dentro de los pabellones, pero la de 1900, celebrada también en Paris, supuso un cambio en un sentido mas decorativo y popular. Aunque carecía de los aspectos art nouveau de la Exposición de Paris y conservaba un persistente estilo pompier, la Exposición Universal de Chicago anunciaba ya ese enfoque y difería tan sólo en cuanto a la exhibición de un desbordante mundo kitsch (según el plan original, debían contratarse auténticos gondoleros para navegar por el estanque).
El movimiento city beautiful
La Exposición Universal origina una oleada de arquitectura clásica en Estados Unidos. En 1928, el historiador Fiske Kimball escribía lo siguiente: «La cuestión de si la función deberá determinar la forma, o si una forma ideal podía imponerse desde fuera, había quedado resuelta durante una generación por una aplastante victoria de la postura formal». Una de las consecuencias de la exposición fue que, tras el cambio de siglo, los edificios comerciales en altura construidos en Estados Unidos empezaron mostrar una creciente influencia beaux arts. Esto puede apreciarse en la evolución de la obra Burnham. En el edificio Conway de Chicago (1912) y en muchos otros ejemplos, Burnham aplico la clara división tripartita de Sullivan, pero la adorno con una sintaxis clásica, tratando a menudo el ático como una columnata clásica, reduciendo el tamaño de las ventanas en la parte media de la fachada y restando importancia a la expresión de la estructura.
La Exposición Universal tuvo un importante efecto en el movimiento city beautiful. Este movimiento se desencadeno a raíz del plan para Washington (el Plan Macmillan), que fue preparado por la comisión de parques del Senado norteamericano y que se expuso en 1902. Tanto Burnham como Charles McKim (1847-1909) estaban en dicha comisión, fueron responsables del proyecto, que preveía la terminación y la ampliación del plan trazado por Pierre-Charles L'Enfant en la década de 1790. Después de esto, se pidió a Burnham que preparase muchos planes urbanísticos, de los cuales sólo se llevaron a cabo unos cuantos, entre ellos el plan para el centro de Cleveland. El mas espectacular de estos planes fue el de Chicago, preparado en colaboración con Edward H. Bennett (1874-1945). El plan fue financiado y gestionado por un grupo de ciudadanos particulares, y fue objeto de una elaborada campaña de relaciones públicas; su rasgo mas característico era una red de amplias diagonales que se superponían a la retícula de calles existente a la manera de Washington y del Paris de Haussmann. En el centro de esta red debía haber un nuevo ayuntamiento de proporciones gigantescas. Aunque nunca se llevo a la practica, este plan se utilizo en cierta medida como guía para el desarrollo futuro de la ciudad. Un critico entusiasta, Charles Eliot, lo describió como una representación del colectivismo democrático e ilustrado que interviene para reparar los daños causados por un exagerado individualismo democrático. Otros criticaron el plan porque se despreocupaba del problema de la vivienda colectiva, dejando la mayor parte de la ciudad en manos de los especuladores.
Pero a pesar de este aparente conflicto entre dos concepciones incompatibles del urbanismo -una estética y simbólica, y la otra social y práctica- muchos reformadores sociales, incluido el sociólogo Charles Zueblin, apoyaban el movimiento city beautiful, afirmando que la Exposición Universal había instituido la «planificación científica», había fomentado un gobierno municipal eficaz y había puesto freno al poder de los dirigentes. Está claro que el «colectivismo ilustrado», con su rechazo del liberalismo económico y su énfasis en los principios normativos, era capaz de asumir connotaciones tanto conservadoras como progresistas. En Europa donde se estaba produciendo o en esos momentos un estallido de la actividad urbanística se intentó conscientemente conciliar lo estético con lo social. En el congreso de urbanismo celebrado en Londres en 1910, el alemán Joseph Stubben afirmó que los urbanistas de su país habían logrado combinar la tradición nacional francesa con la tradición «medieval» británica. Justificada o no, esta afirmación sólo era factible en el contexto de la ciudad tradicional europea. En Norteamérica, la separación conceptual y física entre la residencia y el trabajo, entre la periferia suburbana y la ciudad, hacia imposible tal conciliación.