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Charles BAUDELAIRE

BAUDELAIRE, Charles

  • Poeta, ensayista y crítico de arte
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  • 1821 - Paris. Francia
  • 1867 - Paris. Gabón

COLQUHOUN Alan., La arquitectura moderna. Una historia desapasionada. Gustavo Gili.Barcelona. 2005. 


Págs. 13-33.“El Art Nouveau, 1890-1910” 


Simbolismo. La mayoría de historiadores coinciden en los importantes cambios que sucedieron en el clima intelectual de la Europa Occidental en las últimas dos décadas del siglo XIX. El siglo había estado dominado por una creencia en que el progreso que había sido posible gracias a la ciencia y a la tecnología, una creencia que halló su formulación filosófica en el movimiento conocido como positivismofundado por Auguste Comte (1798-1857). En la literatura y el arte era el naturalismo el que había correspondido con mayor acierto al prevalente estado de ánimo positivista. Pero para la década de 1880 la confianza en el positivismo había empezado a desgastarse, junto con la fe en la política liberal que lo había respaldado. Varios acontecimientos políticos contribuyeron sin duda a este fenómeno, entre ellos la terrible depresión económica europea que comenzó en 1873.


            En Francia, patria del positivismo, el cambio en el clima intelectual resultó especialmente evidente, y vino acompañado de un significativo aumento de la influencia de la filosofía alemana. En la literatura, fue el movimiento simbolista el que dirigió el ataque. Los simbolistas sostenían que el arte no debía imitar las apariencias, sino revelar una realidad esencial subyacente. Esta concepción había sido adelantada por Charles Vaudelaire, cuyo poema Correspondecias –que incluía la teoría de la sinestesia, formulada por Emanuel Swedenborg, aunque probablemente sin saberlo- expresaba la idea de que las artes están íntimamente relacionadas entre sí a un nivel profundo: “Igual que largos ecos que a lo lejos se confunden / […] / los perfumes, los colores y los sonidos se responden”.


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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 277-284.”Introducción. La búsqueda de lo nuevo” 


La insatisfacción general ante el eclecticismo


 En 1861, en el último verso de la gran poesía Le voyage, dedicada a Maxime du Camp. Baudelaire fija el objetivo de todas las futuras vanguardias artísticas europeas: «Au fond de l'Inconnu pour trouver du nouveau»


 El adjetivo final que el poeta quiso escribir en cursiva, se convierte en la palabra de orden que destruye las certidumbres estilísticas y se extiende sobre todo en el penúltimo decenio del siglo, cuando el eclecticismo se transforma en un liberalismo artístico que pone definitivamente en crisis sus bases ideológicas.


 En este período se registran numerosas declaraciones de arquitectos que deploran la confusión del lenguaje y esperan, de un momento a otro, el nacimiento de un nuevo lenguaje original.


 Camilo Boito (1834-1914) escribe lo siguiente:


“La situación de la arquitectura, hoy día, está en mucha mayor contradicción con los criterios de la filosofía de la historia y es mucho más mezquina que en las postrimerías del siglo pasado y en los primeros treinta años del nuestro; entonces, por lo menos, había un arte relacionado con ciertas necesidades intelectuales de su tiempo: la belleza tenía un ideal, un fin, una base y, aunque se la buscase muchas veces en vano y sólo se encontrase una uniformidad monótona, frecuentemente molesta, en cualquier caso era seria y no indigna de un pueblo. Ahora la arquitectura, salvo raras excepciones, no es más que un pasatiempo de la fantasía, una ingeniosa combinación de formas, una divagación de lápices, compases, reglas y escuadras. Pese a todo, el organismo arquitectónico sigue existiendo e, incluso, en estos últimos años ha mejorado; sin embargo, el simbolismo divaga y presenta síntomas de locura, con algunos intervalos de lucidez. De la tiranía aritméticamente clásica no podía derivarse más que el actual desbarajuste. ¿Quién sabe? Quizá de la anarquía presente nazca el verdadero arte, arte que es la libertad de la fantasía regulada por la razón.²⁷


 En Inglaterra, George Gilbert Scott (1811-1878) observa:


“Nada más sorprendente en la actualidad que la ausencia de un verdadero poder creador en la arquitectura. No me refiero a los artistas en particular. Hay muchos hombres que, en condiciones más favorables, hubieran producido grandes e incluso originales obras. Siempre es notable lo hecho por cada hombre de genio en las actuales circunstancias, pero no hemos creado un estilo nacional, ni parece probable que, por ahora, suceda algo semejante. Hemos roto con la tradición que mantenía la continuidad en la historia del arte hacía de cada estilo un desarrollo natural del anterior. Por todas partes topamos con reproducciones de los antiguos estilos, intentos de hacer revivir las tradiciones perdidas; pero ni rastro de cualquier poder creador de las nuevas formas de belleza propias de las nuevas necesidades. Ciertamente, se hace difícil ver cómo, una vez rota y agotada la tradición, pueda iniciarse una nueva genuina arquitectura. Debemos tener en cuenta esta circunstancia entre las desconocidas posibilidades del futuro.”²⁸


 Estos autores no sugieren nada concreto para salir del actual estado de confusión y encontrar un estilo nuevo, pero atestiguan que el problema está en el aire, preparando el terreno para acoger las ya próximas iniciativas de Horta, de Van de Velde, de Wagner que se enfrentan así a una exigencia común.


 

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