2.- Los resultados de las investigaciones marginales en Francia e Italia...
En Italia, como ya hemos dicho, los arquitectos modernos se comprometen, desde un principio, en el intento de adaptarse a las directrices del régimen fascista; mientras este intento sigue su curso y parece poder tener éxito, casi todas las obras, incluso las mejores, presentan un carácter demostrativo que falsea su carácter y que, hoy, a distancia de tiempo, las envejece completamente: así ocurre con los edificios modernos de la ciudad universitaria de Roma (con la parcial excepción del Instituto de Física de Pagano), con la estación de Florencia, con la Casa del Fascio en Como. En otros casos, los resultados de la injerencia política son todavía más graves: se buscan absurdos efectos monumentales, se tergiversan los volúmenes lisos del lenguaje racionalista por las murallas a lo Piacentini, como, por ejemplo, en el proyecto de Terragni para el palacio del Littorio en la via dell'Impero, o en muchos proyectos del concurso para la E 42 realizados por los racionalistas.
Sólo después de 1936, cuando han caído las ilusiones de poder controlar los grandes encargos oficiales, los mejores buscan ocasiones más limitadas y es aquí donde nacen las mejores obras de la arquitectura italiana anterior a la guerra: dos pabellones y una biblioteca en Roma, de M. Ridolfi; la sede de la Universidad Bocconi, en Milán, de Pagano y G. Predaval; algunos montajes de exposiciones, de Franco Albini (1905-1977); el barrio intensivo en la desembocadura del Bisagno en Génova, de Luigi Carlo Daneri (1900-1972); el dispensario de Ignazio Gardella (n. En 1905) en Alessandria; los hangares de Pier Luigi Nervi (1891-1979) en Orbetello . Tras cada una de estas obras existe una paciente y apasionada búsqueda personal -véanse los estudios de Ridolfi sobre modulación de puertas y ventanas y sobre muebles fijos que, sin embargo, se detiene inevitablemente cuando llega a determinada escala, más allá de la cual se convierte en pura teoría; el barrio «Milano verde de Albini, Gardella, Minoletti, Pagano, Palanti, Predaval y Romano, la «città orizzontale» de Pagano, Diotallevi e Marescotti, el barrio de Rebbio de Terragni y Lingeri no son más que propuestas demostrativas, hechas sabiendo que las posibilidades de realización eran muy remotas.
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Págs. 471- 489. “Disyunciones y discontinuidades en la Europa de los años 1950”
La Italia de posguerra tenía algunos problemas similares a los de Alemania para desembarazarse de la mácula de los años 1930, pero en muchos aspectos la situación era completamente distinta. En primer lugar, Italia no había expulsado a sus principales talentos y, por tanto, poseía una cultura arquitectónica moderna más fuerte, que se podía continuar, modificar e incluso rechazar. En segundo lugar, el país tenía unos substratos de tradición que nunca desaparecían del todo, por muy radicales que fuesen las propuestas. Por el momento, el uso manifiesto del clasicismo era una vía cerrada (las abstracciones del clasicismo eran otra cuestión), pero había pocas conclusiones evidentes, y la década posterior a la guerra se caracterizó por sus vigorosos debates y polémicas en relación con el camino que debía tomar la arquitectura italiana.
Tanto la teoría como la producción eran más abundantes y más diversas que en Alemania, y había muchas posturas políticas...
...Un edificio como los almacenes La Rinascente en Roma (1957-1962), obra de Franco Albini, recurría a una expresión sincera de las realidades técnicas modernas como el acero y el vidrio, pero también armonizaba con las divisiones horizontales típicas de las fachadas de las calles romanas (basamento, cuerpo intermedio y cornisa) en su organización general. Incluso el ingeniero Pier Luigi Nervi –que se enorgullecía de la pureza de sus métodos de diseño, intuitivos e inductivos- logró hacer edificios que parecían felices descendientes de las grandiosas construcciones de la Antigüedad. Sus numerosos estadios, fábricas, palacios de exposiciones e incluso puentes de autopistas, ponían de manifiesto cómo la disciplina ingenieril y la depurada expresión escultórica alcanzaban una elevada síntesis de un carácter casi natural.
En el palacio de exposiciones Agnelli en Turín (1948), Nervi usó costillas de hormigón, abiertas y prefabricadas, con esbeltos perfiles derivados de la marca dejada por los moldes de forma rómbica, para realizar una bóveda laminar con una luz diáfana de 80 metros sobre una sala de 100 metros de longitud.
Una economía de medios y una riqueza de efectos visuales similares se alcanzó en la fábrica de lanas Gatti (1951), en la que las esbeltas columnas de hormigón tenían capiteles abocinados y los forjados de hormigón estaban sostenidos por una malla radial de vigas en dos direcciones que daban expresión visual al trazado de los esfuerzos subyacentes.
La ingeniería de Nervi aspiraba a una clara formulación de las ideas, y en su posterior Palazzo del Lavoro, para la exposición de Turín de 1961, creó un espacio abierto con una retícula de columnas exentas cada una de las cuales sostenía una porción cuadrada de cubierta con vigas radiales. Esta solución permitía hacer un perímetro completamente acristalado y dejar bandas de luz natural entre los elementos cuadrados de la cubierta, pero también evocaba una sala hipóstila antigua
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Págs.66-69.Arquitectura estatal”
En Italia Mussolini también quería revivir la gloria de la antigua Roma, pero su enfoque era a la vez más imaginativo y más ambivalente. Se adaptó al Modernismo para consolidar fines propagandísticos, pero quizás debido a nexos ideológicos entre el fascismo y el movimiento Futurista, arquitectos no fascistas como Pier Luigi Nervi y Giacomo Matté Trucco pudieron trabajar sin ningún tipo de impedimentos hasta la II Guerra Mundial.
Sin embargo, el Clasicismo fue apoyado por Mussolini cuando éste obtuvo plenos poderes, y en 1931 se embarcó en ensanchar zonas de Roma y dejar más a la vista sus edificios antiguos. Mandó construir la Via della Conciliazione en frente de San Pedro, una avenida alineada con postes de lámparas en forma de obeliscos egipcios.
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pág. 1292... El exhibicionismo estructural era, de hecho, una buena parte de esta imaginería que tanto gustaba a la gente. Y tendia a irritar a ingenieros llenos de recursos como Pier luigi Nervi o Félix Candela, que podían reproducir espacios igualmente impresionantes, pero mediante la lógica inherente a la estructura, en lugar de por iun propósito figurativo.
Los edificios abovedados de Nervi, de un imponente espacio diáfano interior - como los palacios de exposiciones o los estadios de deportes - se basan en vigas de hormigón que se intersectan diagonalmente, prefundidas y ensambladas, y sustentadas por enormes pilares en forma de V o de Y dispuestos en torno a la periferia como arbotantes. Encontraría su antepasado en Viollet-le-Duc, en las terminales de las estaciones de ferrocarril y en las ferias de finales del siglo XIX, y en los hangare pra eronaves de Freyssenet.