Págs. 113 – 129.“El sistema arquitectónico de Frank Lloyd Wright”
Fue la arquitectura japonesa la que ayudó a Wright a lograr su síntesis. Wright no visitó ese país hasta 1905, pero mucho antes ya había estudiado ejemplos orientales en libros y en representaciones de estampas japonesas; probablemente vio la reconstrucción del templo de Ho-o-den en la Exposición Colombina Mundial de Chicago en 1893, que quizá sólo vino a confirmar su interés por las cubiertas voladas y por una gramática basada en armazones, travesaños y pantallas de madera. Grant Manson ha señalado que el tokonoma -«elemento permanente de los interiores japoneses y foco de contemplación y ceremonial doméstico»- podría haber influido en la atención prestada por Wright al hogar de la chimenea como elemento fijo en unos espacios por lo demás fluidos. Evidentemente, el arquitecto admiraba las proporciones refinadas, la carpintería exquisita, el uso de materiales humildes y el emplazamiento sutil en la naturaleza que encontraba en ciertos ejemplos japoneses. Se trataba de una arquitectura que modulaba el espacio y lo llenaba de un carácter espiritual: lo opuesto, en su opinión, a la tendencia renacentista a colocar muros alrededor de habitaciones como cajas y a decorarlas con ornamentos. Wright buscaba una expresión integral y tridimensional en la que el exterior fuese un reflejo de los volúmenes interiores, y en la que la escala humana impregnase todas las partes. Más aún, las estampas japonesas -aparte de su representación de la arquitectura- indicaban un lenguaje de figuras y colores directamente a tono con los sentimientos (algo similar a lo que habían hecho los bloques de Froebel al principio de su vida). En otras palabras, las estampas proporcionaban enseñanzas adicionales de abstracción: a Wright le aportaron una comprensión más profunda en la percepción intuitiva de valores espirituales 'más elevados'.