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Jean-Baptiste André Godin fue un arquitecto y empresario socialista francés nacido en 1817 y fallecido en 1888. Es conocido por su obra más destacada, el Familistère de Guise, un complejo de viviendas y fábrica construido en la ciudad de Guise, en el norte de Francia.


 Godin fundó la empresa Godin et Cie en 1846 para fabricar estufas y otros productos de hierro fundido. Su objetivo era mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus empleados, y para ello construyó el Familistère, un conjunto de edificios que incluía viviendas, una escuela, un teatro, una piscina y otras instalaciones para el uso y disfrute de los trabajadores y sus familias.


El Familistère fue diseñado por Godin en colaboración con el arquitecto Jules André. El complejo contaba con una serie de innovaciones arquitectónicas y tecnológicas, como calefacción central, ventilación mecánica, iluminación eléctrica y un sistema de alcantarillado. Godin creía que estas comodidades eran esenciales para el bienestar y la felicidad de sus trabajadores y sus familias.


 Godin también fue un activista político y socialista, y su obra arquitectónica reflejaba sus ideas sobre la importancia del bienestar y la justicia social.


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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.  


Págs. 20-28.“Transformaciones territoriales: evolución urbana, 1800-1909”


 La importancia perdurable de Fourier reside en su crítica radical a la producción industrializada y a la organización social, pues, pese a los numerosos intentos de crear falansterios tanto en Europa como en América, su nuevo mundo industrial estaba condenado a quedarse en un sueño. La realización más parecida fue el Familisterio, construido por el industrial Jean-Baptiste Godin junto a su fábrica de Guise, entre 1859 y 1870. Este conjunto comprendía tres bloques residenciales, una guardería, un jardín de infancia, un teatro, escuelas, baños públicos y una lavandería. Cada bloque residencial encerraba un patio central iluminado cenitalmente que desempeñaba el papel de las calles corredor elevadas del falansterio. En su libro Solutions sociales (1870), Godin suavizó los aspectos más radicales de las ideas de Fourier mostrando cómo podía adaptarse este sistema a la vida familiar cooperativa sin recurrir a las excéntricas teorías de la 'atracción pasional.


 


FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.11-64.“El Eclecticismo Historicista”  


Contemporánea a las reformas propuestas por Owen es la teoría económico-urbanística de Charles Fotrier, que hace hincapié en una comunidad obrera más cerrada, gobernada por rígidas normas de vida, cuyos dividendos se habrian repartido proporcionalmente a la capacidad de trabajo de cada uno de los miembros. La actuación urbanística del complejo esquema teórico de Fourier se confiaba a la construcción de un gran edificio para 1.620 habitantes, el falansterio, una especie de residencia moderna provista de locales y servicios comunes, como cocinas, lavanderías, instalaciones centralizadas, etc. El utópico edificio de Fourier se realizó, con las oportunas modificaciones, en la segunda mitad del siglo, por un industrial progresista, Jean-Baptiste Godin, en los alrededores de su fábrica de Guisa. Mientras que en el falansterio los habitantes estaban divididos por edades en el edificio más modesto de Godin tienen los alojamientos familiares tradicionales, de aquí el nombre de familisterio que se le ha dado al conjunto, que conserva, sin embargo, la centralización del modelo originario. Entre los motivos del éxito de este experimento, basado económicamente también sobre el sistema cooperativista, está la dependencia directa del núcleo residencial respecto de la fábrica y, por tanto, la actividad industrial específica de todos los habitantes. Siguiendo el esquema de Godin, el beneficio de esta organización comunitaria se dividía en cuatro partes: retribución de los trabajadores, intereses del capital, derechos de los inventores y fondo de seguridad social. Pero, aparte de estas innovaciones de carácter económico, con el familisterio de Guisa estamos ya en presencia del fenómeno de las company towns, es decir, de los núcleos de casas obreras realizadas en los alrededores de algunos asentamientos industriales importantes. Bien por motivos filantrópicos, bien, como ya se ha observado, para mejorar el rendimiento de los trabajadores, se fundó en 1853 el núcleo de Saltaire para una industria lanera, en 1859 el ya citado de Godin, en 1863 el de Krupp en Essen, en 1887 el barrio de Port Sunlight para la industria de jabones Lever, en 1895 el centro residencial Bournville del fabricante de chocolate G. Cadbury, etc. Algunas de estas últimas iniciativas se asocian o se insertan directamente en el movimiento de la ciudad- jardín promovido por Ebenezer Howard, sobre el que volveremos con otro párrafo del presente capítulo. >> Para que una urbanística moderna pudiera ser útil, era necesario un cambio económico además de una buena administración e iniciativa filantrópica como presentaba Robert Owen, pero que era inviable en un sistema liberal. Sin embargo sus ideas de asentamientos urbanísticos semirurales, paralelogramos, dieron pie a un nuevo concepto; company towns donde se intentaba mejorar el rendimiento industrial de los trabajadores.


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KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "


Pág. 1009-1022.  Una cuestión de estilos.  


La tradición académica en el exterior.


Pero más allá de todo ello, los nuevos gobiernos burgueses tuvieron que afrontar una subversión sin precedentes del modelo ambiental de sus países. La fiebre industrialengendró innumerables ciudades de compañías alrededor de fábricas instaladas en el campo. Mientras tanto, algunas ciudades viejas experimentaron un aumento de población relacionado con la industria que duplicó o triplicó sus poblaciones en cuestión de una o dos décadas, empujando a sus periferias mucho más lejos, en sus terrenos circundantes. Ambos desarrollos fueron muy incontrolados. El sector privado, motivado por las ganancias rápidas y convencido de la santidad del individualismo, salió al paso de la demanda de viviendas baratas para las clases trabajadoras sin preocuparse de las consecuencias a largo plazo de su irreflexiva expansión. Los gobiernos regionales tuvieron que afrontar pronto los problemas de pesadilla de la sanidad y el bienestar general, ocasionados por la superpoblación, la polución industrial, y los rápidos cambios ocurridos en los medios de transporte diario y en su velocidad. En situación tan apurada, la planificación de gran estilo era una irrelevancia.


Mientras a los arquitectos no les interesaba abordar un asunto sucio cuyas dimensiones eran cada vez peores, dos tipos de personas afrontaron el reto de reacondicionar el deterioro del ambiente, tanto del arquitectónico como del natural.


En primer lugar estaba la clase administrativa, los legisladores y los órganos ejecutivos de ciudades y condados. Su objetivo era hacer más fácil la situación de la clase trabajadora, contener los abusos de los malos constructores y de los aprovechados, y analizar el deterioro general de las ciudades. Sus instrumentos eran leyes de asistencia pública, ordenanzas sanitarias, códigos de construcción, etc.; en otras palabras, controles realistas y de puesta en vigor viable y, donde era posible, modestas alteraciones que aspiraban escasamente a la elegancia o la formalidad de los perfectos mecanismos de los arquitectos.


Los reformadores constituían el segundo grupo, y su pensamiento era de carácter utópico. ¿Cómo podría humanizarse la industria? ¿Cómo podían disponerse comunidades modelo como una alternativa al caos existente en las ciudades? Los líderes de este movimiento fueron el industrial inglés Robert Owen (1771-1858), un héroe de los nacientes Sindicatos y de las sociedades cooperativas, y el francés Charles Fourier (1772-1837), cuya experiencia gozó de un notable éxito en los Estados Unidos. Ambos proponían sistemas ideológicos completos para pequeñas comunidades de participantes, regulando la productividad, el ocio y la educación de los niños...


...Fourier llamaba a sus sociedades «falanges». Cada una de ellas se alojaba en un único edificio, el falansterio, con una ciudad central para usos públicos (comedor, biblioteca, correos, capilla, etc.), un ala para talleres, otra para un mercado y otras actividades que requiriesen trato con personas ajenas a la comunidad, y, encima de todo esto, viviendas privadas de varios pisos que daban a calles interiores. La planta del ático sería un hostal para visitantes. Todavía existe una pequeña versión del modelo de Fourier construido por el industrial Jean-Baptiste Godin para su fundición de hierro en Guise-sur-Oise, al noreste de París (Fig. 23.15). La diferencia principal era que había unos pequeños patios con cubierta acristalada en lugar de las calles interiores de Fourier.


Estas ciudades ideales pertenecen a la gran tradición que comienza con el Renacimiento. Pero en su simpatía por el desvalido, su determinación a dar una plenitud humana a las vidas de las esforzadas clases bajas, se sitúan bastante lejos de los diseños principescos de Filarete, Fontana o Mansart (Fig. 21.27). Y si ahora parecen ingenuas en su confianza en que un mundo amenazante podría ser cambiado de la noche a la mañana mediante el diseño, las generaciones futuras volverían a algunas de las ideas de estos reformadores utópicos. Las ciudades-jardín de Ebenezer Howard volvían a Owen, y lo falansterios de Fourier resurgirán en las unités d’habitationde Le Corbusier y en las fincas de viviendas de la Alemania posterior a la I Guerra Mundial llamadas siedlungen.

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