Inprimatu

FONTANA, Domenico

  • Arquitecto
  •  
  • 1543 - Melide, Ticino. Suiza
  • 1607 - Nápoles. Italia

GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”


Sixto V (1585-1590) y el plan de la Roma barroca


 Sixto V le encargó al joven y desconocido Domenico Fontana  construir su palazzotto y  lo que era mucho más importante para el hijo de un campesino  trazar su jardín. Su interesante proyecto  al igual que el posterior plan de Fontana para la remodelación de Roma  muestra que el papa y el arquitecto, el cliente y el constructor, trabajaron juntos en una feliz y poco común cooperación.


En la Villa Montalto como Peretti llamó a su finca el cardenal vivió retirado durante los largos años en que cayó en desgracia con Gregorio XIII; allí se entretenía con los escritos de los padres de la iglesia y con nuevos proyectos; y también se despertó su pasión por construir. La cólera de Gregorio XIII que le privó del apoyo financiero dado a los prelados pobres después de ver las dimensiones inusitadamente grandes de la capilla funeraria que el cardenal había empezado a construir, como un anexo a Santa Maria Maggiore tal vez no resulte completamente incomprensible. En esta capilla, el futuro Sixto V con la cabeza descubierta, sin su corona, con el cabello peinado hacia delante sobre la frente y juntas sus toscas manos de campesino está arrodillado ante el invisible pesebre sagrado que Fontana, como su primer acto de pericia, había transportado hasta allí y había enterrado bajo el suelo junto con la capilla que lo encerraba.


Fontana pertenecía a esa generación de arquitectos artísticamente mediocres situada entre Miguel Ángel y el surgimiento del Barroco romano. Sus gustos eran tan insípidos como los de su cliente. Los edificios de Letrán y el Quirinal, y el ala que construyó en el Vaticano están entre los palacios más insulsos de Roma, pero la interacción colectiva de su obra creó un urbanismo que no tenía parangón en ese periodo...


...Planes simultáneos


Tal vez el aspecto más impresionante de la actividad como papa de  Sixto V es la simultaneidad con la que llevó a cabo sus grandes obras desde mismo día de su nombramiento. La fuerza para hacer realidad su plan general en un periodo tan limitado la obtuvo durante los años de contemplación que pasó en el mismo lugar en el que empezó todo. La sincronización del trabajo se llevó a cabo con la inquebrantable seguridad de un plan de estado mayor. El barón Haussmann efectuó la transformación de París paso a paso, réseau por réseau;  Sixto V comenzó por todas partes al mismo tiempo, con una asombrosa simultaneidad.


Tan sólo cinco años y cuatro meses le tocaron en suerte a este gran organizador para las inmensas tareas que deseaba cumplir: en la política, en la administración y en el urbanismo. En ningún aspecto resulta más patente su carrera contra la muerte que en la increíble rapidez con la que llevó a término su programa edificatorio. Una y otra vez, su arquitecto, Domenico Fontana, señalaba que nada podría realizarse lo suficientemente deprisa como para complacer a su bien amado señor.


Al inicio de su papado,  Sixto V completó la Strada Felice en menos de un año (1585 1586), y al final, su formidable determinación permitió que la cúpula de San Pedro  que apenas se había tocado durante un cuarto de siglo  se levantase en veintidós meses (I588 -1590). Giacomo della Porta y Domenico Fontana  que fueron los responsables de llevar a cabo los diseños de Miguel Ángel  tuvieron a 800 obreros trabajando día y noche, laborables y festivos...


... Al tiempo que ponía orden en su país,  Sixto V llevaba a cabo sus magnanime imprese, como las llamaba Fontana....


... Primeras observaciones sobre el trazado moderno de las calles por Domenico Fontana 1589


Desgraciadamente, nuestra búsqueda de los planos originales del arquitecto ha sido infructuosa. Tal vez nunca existieron. En la obra de Fontana sobre los proyectos que realizó en el papado de  Sixto V, el arquitecto hace tan sólo unas breves observaciones «acerca de las calles abiertas por nuestro señor». Pero se trata de las primeras expresiones del punto de vista que ha determinado el trazado de las calles de una ciudad moderna. Ésta es razón suficiente para incluir aquí algunos pasajes de Fontana." El arquitecto comienza describiendo el problema general:


Queriendo Nuestro Señor facilitar aún más el camino a quienes, movidos por la devoción o por los votos, suelen visitar a menudo los más santos lugares de la Ciudad de Roma, y en particular las siete Iglesias célebres por sus grandes indulgencias y reliquias que hay en ellas, ha abierto en muchos lugares calles muy amplias y derechas, de tal modo que cada uno pueda, a pie, a caballo o en coche, partir de donde quiera en Roma e ir casi directamente a las más famosas devociones [...].


 Las alineaciones de las calles se llevaron a cabo con independencia de las muchas dificultadas que se encontraron, salvando todos los obstáculos naturales y echando abajo todo lo que se hallaba en su camino. Al mismo tiempo,  Sixto V era plenamente consciente de la maravillosa diversidad de la topografía romana, e hizo uso de sus «varias y diversas perspectivas [... que] siguen alegrando con su hermosura los sentidos del cuerpo».


[...] y con un coste verdaderamente increíble, y conforme al ánimo de un gran Príncipe, ha trazado dichas calles de un extremo a otro de la Ciudad sin importar los montes ni los valles que se atraviesan, sino que haciendo explanar aquéllos y rellenar éstos, los ha reducido a suavísimas llanuras y hermosísimos sitios, descubriéndose en muchos lugares por los que pasan las partes más bajas de la Ciudad con varias y diversas perspectivas [... que] siguen alegrando con su hermosura los sentidos del cuerpo.


Con pocas palabras, Fontana presenta las intenciones básicas de Sixto V. Dos tercios de la ciudad de Roma quedaban dentro de la muralla de Aureliano. De esta parte, las zonas de las colinas que tenían el mejor clima estaban prácticamente inhabitadas y, en realidad, apenas eran habitables. En ellas no había nada salvo «algunas torres de iglesias que databan de la Edad Media y que sobresalían entre algunas basílicas veneradas desde la Antigüedad. Toda esa zona desierta parecía destinada para siempre a ser morada de la oración y el silencio. Los únicos asentamientos eran monasterios y unas cuantas casuchas dispersas».


Eran todas esas colinas de la Roma antigua expuestas a los vientos de la campagna y que se extendían desde el monte Pincio, en el noreste, hasta el Esquilino, el Quirinal, el Viminal y el Celio las que  Sixto V quería hacer nuevamente accesibles. Para lograrlo, se puso inmediatamente a trabajar para convertir un simple conjunto de calzadas en un sistema de transporte urbano múltiple.


[todo ello] contribuye a rellenar la Ciudad, porque al estar estas calles ocupadas por el pueblo, se construyen casas y tiendas en abundancia allí donde antes no se pasaba por los muchos accidentes de las calles....


... La Strada Felice


El mayor orgullo de Fontana era la Strada Felice, que llevaba el nombre del papa y que se empezó y se acabó en un año: 1585-1586. Esta gran calle (actualmente Via Agostino Depretis y Via Quattro Fontane) sale en pendiente, colina abajo, desde el obelisco ahora situado delante de Santa Maria Maggiore, y luego asciende hasta la cumbre del Pincio y la iglesia de la Trinità dei Monti, consagrada por  Sixto V en 1585, que así queda unida con Santa Maria Maggiore, situada en lo alto del Esquilino. El tramo final que nunca se completó  pretendía descender de nuevo hasta el obelisco colocado en la Piazza del Popolo. Esto se muestra claramente en el fresco del Vaticano. La escalinata de la Piazza di Spagna  planeada por  Sixto V como un enlace entre la elevada Trinità dei Monti y el corazón de la ciudad, mediante la Via Trinitatis, hoy Via Condotti  tuvo que esperar hasta el siglo XVIII para ser construida.


Por el otro lado de Santa Maria Maggiore, la Strada Felicecontinúa en línea recta sin desviaciones hasta la iglesia de Santa Croce in Gerusalemme. En la segunda mitad del siglo XIX, este tramo de la calzada serviría de espina dorsal a uno de los barrios más monótonos e insulsos de Roma, y las diferentes partes de la calle recibieron nombres variados. Fontana hablaba así de la Strada Felice:


 La más célebre es la calle llamada Felice, que parte de la Iglesia de Santa Croce in Gerusalemme, llega a la Iglesia de Santa Maria Maggiore, y luego continúa hasta la Trinità de Monti, desde donde ha de descender hasta la Porta del Popolo, y que en conjunto recorre dos millas y media de distancia, y toda ella está trazada a cordel y es lo bastante ancha como para que pasen los carruajes de cinco en fondo.

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