Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”
Basilea una de las ciudades suizas más naturalmente cosmopolitas a causa de su historia y su situación, era también de lo más inclusiva en su visión de la arquitectura y albergaba tanto las abnegaciones funcionalistas de Hannes Meyer como las extravagancias místicas de Rudolf Steiner. Un marcado sustrato clásico – que prolongaba las influencias tanto francesas como alemanas – podía apreciarse , por ejemplo, en la iglesia de San Antonio (1926) de Karl Moser (un edificio notable también por su hormigón armado), o en obras posteriores de Hans Bernouilli , que se asemejaban a las de Auguste Perret. Si los sectores cultural y educativo eran relativamente conservadores (por ejemplo el clasicismo contenido del Kollegiengebäude, de Rolan Rohn, en la universidad, de 1939), el sector industrial era claramente proclive a los experimentos estéticos y tennológicos. Esto puede juzgarse por ejemplo gracias a las obras emprendidas por Otto Salvisberg para la compañía Hoffmann-La Roche, que incluían un almacen realizado en 1936-37, con atrevidas columnas fungiformes y un acristalamiento continuo.
Entre los experimentos más audaces realizados en Suiza en la década de 1930 está la St. Johannes-Kirche o iglesia de San Juan en Basilea (1936) de Karl Egender y E.F.Burckhardt, pues en este caso el problema de un edificio religioso se resolvía mediante un vocabulario moderno “abstracto” que combinaba las estructuras de acero, la mampostería y el vidrio. Los arquitectos suizos eran capaces de seleccionar sus modelos externos con cierto distanciamiento y criterio y la casa en Schnitterweg (1935) de Otto y Walter Senn, parecía combinar algunas enseñanzas poéticas de Le Corbusier con un delicado tratamiento de celosías y marcos que indicaba la influencia del racionalismo italiano.