COHEN Jean- Louis., Le Corbusier 1887-1965. El lirismo de la arquitectura en la era de la máquina. Edit. Taschen. Colonia, 2006.
p.26-27. "Una vez afincado definitivamente en Paris, sus relaciones con Suiza se relajan, aunque Le Corbusier se codea con algunos compatriotas establecidos en Paris como el editor Daniel Niestlé o el banquero La Roche. Sin embrago, construye para sus padres, obligados a vender su "Villa Blanca" de La Chaux-de-Fonds, una pequeña casa a orillas del lago Leman, en Corseuax, cerca de Vevey. Esta edificación de modestas dimensiones constituye, no obstante un hito significativo en su reflexión sobre el espacio doméstico y el paisaje.
Este sencillo paralelepípedo de una sola planta y de revoco blanco, se habre hacia el lago por "una sola ventana de once metros de largo". Esta "une e ilumina" e introduce "en la casa la grandeza de un paisaje maravilloso". Auguste Perret criticará fuertemente este principio de "ventana apaisada"; para él, "una ventana es un hombre", y por tanto debe ser necesariamente una apertura vertical. La polémica durará hasta 1925.
Hacia el exterior la ventana rasgada pone en entredicho el encuadre de la veduta tradicional al prolongar la construcción en perspectiva imaginada en el Renacimiento, que marcó desde entonces la percepción de los paises. Convieerte las tres habitaciones principales de la vivienda - los dos dormitorios y la sala de estar - en un observatorio panorámico hacia el lago y el macizo del Mont Blanc, que domina desde la otra orilla. Hacia el interior, la ventana permite la entrada de una luz generosas, cuya claridad homogénea altera por completo el orden doméstico. Borra los rincones oscutros, elimina las sombras e impone, de alguna manera, la "ley de Ripolín" ya formulada por Le Corbusier en "L´Art décoratif aujourd´hui" para justificar las paredes blancas. Con la desaparición de los espacios oscuros y de los "objetos sentimientos" eclácticos, que anidaban en la casas tradicionales, se afirman ahora claramente los "objetos herramientas" verdaderos y puros.
En la "cinta ribereña" donde está enclavada la casa, Le Corbusier levanta otro espacio sin cubierta. Este "huerto acotado por paredes" delimita " una sala de vegetación, un interior" pintado de blanco, donde una ventana cuadrada viene a "acotar el paisaje y fijarle las medidas con una decisión radical", en una especie de antítesis respecto a la solución empleada en la casa, como si quisiera subrayar su atrevimiento.
Le Corbusier regresa a la ribera del lago Leman en 1926 con un proyecto para el concurso de la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra, rechazado con el argumento de irregularidades técnicas. Utiliza entonces pilotes para que "explote la luz debajo de los edificios" en ese inmenso conjunto de oficinas y salas de reunión y para que las ventanas rasgadas y las terrazas hagan "frente a todo el paisaje" Esta otra respuesta a la vista del lago Leman va más allá; elogia "esta línea horizontal, hacia arriba, que a veces se desprende en el cielo y otras veces da la medida de las montañas que las sobrepasa; esta horizontalidad (que) era una conclusión de orden lírico", tal y como escribe en 1928 en su panfleto vengativo "Une maison, un palais".