En 1911, la “clasicistación” de la secesión quedó completada, y todo el interés que pudiera seguir teniendo se plasmó en la evolución de un Heimatsil apropiado. Hoffmann representó a Austria en la Exposición Internacional del Arte en Roma, en dicho año, con un diseño de pabellón cuyo clasicismo atectónico anticipó la monumentalidad retórica de la Nueva Roma de Mussolini. Igualmente profética fue la representación de Prusia, obra de Behrens, en San Petersburgo, con una embajada cuya solemnidad señala ya la retórica oficial del Tercer Reich. En semejante clima, le correspondió a Wagner clausurar la secesión tal como ésta había comenzado, es decir, con el vigor de su extremadamente austera pero elegantemente proporcionada segunda villa, construida en Hütteldorf en 1912. En esta mansión lúcidamente planificada, líricamente decorada por Moser e influenciada en igual grado por la obra de los alumnos del propio Wagner, y las obras de Wright, de reciente publicación, Wagner pasaría sus últimos seis años.