Inprimatu

Biblioteca de la Universidad de Pennsylvania

Fisher Fine Arts Library
  • 1888 - 1891
  •  
  • FURNESS, Frank
  • DEWEY, Melvil Proyecto   1881 - 1891
    Colaborador en el diseño del proyecto.Destacado por ser el creador del Sistema Decimal Dewey
  • SCOTT BROWN, Denise; VENTURI, Robert Restauración   1991
    Restauración del edificio existente
  •  
  • Philadelphia (Pensilvania)
  • Estados Unidos
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CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.


pág.244-247. "Situada en Filadelfia (en un principio fue la biblioteca de la Universidad de Pensilvania), al Fisher Fine Arts Library, según su denomimación original, nos proporciona un interersante ejemplo de colaboración entre arquitecto y bibliotecario en la definición del proyecto. También ilustra el modo en que, aún con las mejores intenciones, los cambios de la estética arquitectónica pueden provocar que un edificio parezca actual u obsoleto, generando de este modo problemas concretos. En 1884 la Universidad de Pensilvania contrató a un nuevo y dinámico bibliotecario llamado James G. Barnwell para que se encargara de la colección, a la sazón depositada en una única sala. El llamamiento de Barnwell para recaudar fondos dedicados a adquirir nuevos volúmenes tuvo tan buena acogida que el depósito no tardó en cubrir todo el suelo del recinto. Barnwell solicitó repetidamente que se construyera un nuevo edificio, hasta que, finalmente, la frustración por no ver atendida su demanda lo llevó a dimitir en 1887.


Ello obligó al rector, William Pepper a plantearse en serio las necesidades de la biblioteca. Pepper convenció a la universidad para que contratara los servicios de un gabinete de arquitectura que se encargara de diseñar los planos de un nuevo edificio y además recabó el consejo de destacados bibliotecarios. Entre los expertos consultados se encontraban Melvil Dewey y también Justin Winsor, quien había supervisado la construcción de las estanterías de acero diseñadas especialmente para el Gore Hall de la Universidad de Harvard. No se sabe hasta donde llegó la aportación de cada uno de ellos, aunque se ha conservado una carta en la que queda claro que Dewey dio su visto bueno al proyecto final del arquitecto Frank Furness.


Furness (1839-1912) nacido y criado en Filadelfia, se formó a las órdenes de Richard Morris Hunt, el primer arquitecto nacido en América que estudió en le École dess Beaux Arts parisina. La arquitectura de Furness era una mezcla robusta . al tiempo que excéntrica- de la estética neogótica y la labor de forja inspirada en el mundo del ferrocarril. Utilizaba materiales diversos, aunque con predominio del ladrillo rojo y la terracota. Estilisticamente el resultado es muy singular, y en concreto, la biblioteca diseñada por Furness con el asesoramiento de los bibliotecarios expertos aspiraba a solventar un problema muy concreto; la necesidad de ampliaciones futuras. Aunque pudiera suponerse que el número de lectores se mantedría más o menos estable, no había duda de que la cifra de volúmenes seguiría creciendo. Para atajar esta cuestión, las estanterías del depósito se ubicaron en un lado del solar, en una nave de cuatro plantas en la que destacan el tejado de cobre en pendiente y los arcos de ladrillo rojo que evocan una estación de ferrocarril o la nave de una catedral. En un principio sólo se construyeron tres secciónes, aunque el edificio estaba pensado para ser ampliable, de forma que se podrían ir añadiendo secciones suplementarias hasta alcanzar el límite del solar, situado a unos 150 metros de la construcción original, la capacidad potencial de este plan era de millones de volúmenes, con lo que se podría haber dado servicio a la universidad durante más de cien años como mínimo. Sin duda fue este increíble potencial de ampliación lo que motivó muchas de las alabanzas que el edificio recibió por parte de los bibliotecarios.


Legado y gusto arquitectónico. Apesar de la positiva acogida inicial, el edificio de Furness no se amplió como estaba previsto. Las razones fueron más de orden estético que práctico: su estilo se pasó de moda durante el siglo XX. Aquel estilo estridente y excéntrico desentonaba no tanto con el Movimiento Moderno como cabría esperaer, sino con el gótico colegial en el que se construyó posteriormente el resto de la universidad. En 1948 se produce un debate intenso acerca de la conveniencia de derribar la biblioteca de Furness y construir una nueva en el mismo emplazamiento. Finalmente se levantó una nueva biblioteca, aunque en otro solar, y el edificio de Furness quedó relegado a albergar la biblioteca de Bellas Artes y la sede de la Facultad de Arquitectura. Hubo que esperar a 1957, cuando Frank Lloyd Wright viitó la biblioteca y declaró que se trataba de “la obra de un artista”, para que se produjera una revalorización de esta construcción, si bien no se adoptó en aquel momento ninguna medida concreta. Para entonces ya se habían ejecutado diversas modificaciones y ampliaciones que no armonizaban con el estilo original. Los gustos arquitectónicos cambian y la obra de Furness fue objeto de profunda revaluación en la década de los ochenta del siglo pasado, aunque la mayoría de sus edificios ya había sucumbido a la piqueta. A Furness se le elevó a la categoría de genio olvidado y la biblioteca fue restaurada hasta recobrar en buena media su aspecto anterior.


Lo interesante de este caso es que el abandono de los planes originales no lo provocaron las críticas de los bibliotecarios, sino los arquitectos y la opinión pública, para quienes las formas del edificio no sintonizaban con los gustos más recientes. Desde el punto de vista funcional la biblioteca de Furness servía al parecer de forma admirable y su ampliabilidad debería haber garantizado que siguiera haciendo hasta bien entrado el siglo XX. La afectación de los gustos arquitectónicos y el funcionalismo son posiblemente motivos constantes en gran parte de la arquitectura más influyente del siglo XIX.  Resulta irónico que se pueda afirmar tres cuartos de los mismo con respecto al siglo XX, un período que quiso asociarse a la racionalidad y al equlibrio, pero que, en la arquitectura en general y más concretamente en el diseño bibliotecario, se reveló, al menos en un principio, tan sometido a los caprichos de la moda y al precedente histórico como las centurias anteriores."


Un monstruo Victoriano, en el buen sentido de dicha palabra, es el edificio que se estudia a continuación. Compuesto por materiales de tono rojizo como el ladrillo y la terracota muestra una apariencia algo pesada hacia el exterior, cualidad que se pierde al entrar en el edificio gracias a unos grandes ventanales que impregnan de luz la sala de lecturas, sin perder en ningún momento esa grandiosidad que se ve desde fuera.


Era una época donde las bibliotecas comenzaban a ser seminarios y lugares de información antes que sitios dedicados a la lectura y a la recitación de libros. Esto levó a tener que reinterpretar el diseño de las bibliotecas para su correcta función, la lectura; y así, Frank Furness se ayudó de Melvil Dewin (quien antes había creado la centralidad en las bibliotecas a partir de la sala de lectura) y de Justin Winsor (bibliotecario de Harvard) para el correcto diseño de este complejo. Y unas nuevas propuestas llevaban a unas nuevas formas, por lo que surgió lo siguiente:


1- Circulación separada de la biblioteca.
2- Grandes ventanas y luz cenital para la zona de lectura.
3- Estanterías separadas de la zona de lectura.
4- Estanterías diseñadas para poder ser ampliadas a la vez que las colecciones de libros aumentan.


Por lo que se puede decir que se trata de un punto de inflexión muy grande dentro de la arquitectura y las bibliotecas, obra de un hombre que sirvió de ejemplo para posteriores discípulos suyos como Louis Kahn y Frank Lloyd Wright, quien señalaría sobre la obra estudiada: "It is the work of an artist".

Igo