STEFFENS Martin., K.F. Schinkel 1781-1841. Un arquitecto al servicio de la belleza. Edit.Taschen. Colonia, 2003.
pág. 83-85. "El mismo año en que Schinkel empezó a dibujar los planos del castillo de Kemenz, la hermana de Federico Guillermo III, la princesa Carlota, contactó con el arquitecto para el proyecto de una construcción señorial. La princesa llevaba casada con el zar ruso desde 1817 y había adoptado el nombre de Alexandra Feodorovna.
El zar y su esposa habían visitado Crimea en 1837. El paisaje costero del Mar Negro al sur del Imperio Ruso les había impresionado tanto como la región histórica situada al sur del Caçucaso. En el siglo XIX muchos nobles rusos habían mandado construir sus residencias solariegas en este entorno de aspecto mediterráneo.
A la zarina le atrajo sobre todo Orianda, un lugar situado en las orillas del mar Negro, así es que el zar Nicolás le regaló la propiedad. Llena de entusiasno, la zarina enseguida se puso en contancto con su hermano, el príncipe heredero Federico Guillermo, para explicarle que le gustaría construir allí una residencia que le recordara el castillo de Carlotenhof, que había visitado en 1829.
sí fue como Schinkel recibió el encargo de diseñar la residencia de Carlota en Crimea. El arquitecto recibió los planos de la zona en la que debía construirse el castillo para que este encajara de forma armoniosa en el paisaje. Schinkel no podía viajar a Rusia dado el gran número de proyectos arquitectónicos que tenía en marcha en su país. Cuando la pareja real rusa visitó Berlín en 1838, estuvieron conversando a cerca de la planificación del castillo de Orianda. Una vez más, el principe heredero participó en la elaboración del diseño. Quería que su hermana tuviera un castillo que convinara el encanto rural con el significado cultural del lugar y representara la condición social de la zarina. Schinkel aseguró a su cliente que Orianda sería digno de la casa imperial más noble de la Tierra.
Para el palacio, Schinkel consideró exclusivamente estilos arquitectónicos con arraigo en el lugar planificado. Tras proponer una construcción basada en el estilo ruso antiguo .- presente en el Kremlin de Mocú -, finalmente diseñó un palaio estilo griego clásico (Crimea había sido colonizada por la Grecia antigua). En poco tiempo la extensión de este proyecto arquitectónico no tenía nada en común con el modesto castillo de Cjalotenhoff.
Al igual que el diseño sobre la Acrópolis, el castillo de Orianda debía ser una continuación de la cultura clásica griega. Sin embargo, allí no había ninguna ruina ilustre que pudiera ser incluida en el palacio. Por este motivo, Schinkel instaló un museo en el centro del complejo arquitectónico. La colección artística debía ubicarse en la subestructura de la de una atalaya acristalada bajo la forma de un templo que se elevara por encima del resto de la instalación y otorgara una mayor importancia al palacio. Según el arquitecto este "museo de Crimea", tendría que albergra las obras artísticas recopiladas en todas provincias griegas clásicas a lo largo del Caúcaso hasta llegar al Asia Menor, de modo que uno puediera disfrutar del arte antiguo mientras pasease por el palacio. Los enormes pilares y el techo sin bóveda de aquel museo con aspecto de gruta evocarían las construcciones clásicas que habían existido en Crimea. Encontraste con el oscuro museo, Schinkel planificó sobre él un templo alegre y luminoso.
La vegetación de esta construcción debía recordar al visitante los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo. En cuanto al tamaño y su condición, el palacio de Orianda iba a combinar el reflejo de la cultura del período clásico con el poder político del propietario.
Cuando la zarina recibió por fin los diseños de Schinkel, se sintió perturbada ante el tamano y magnitud arquitectónica del proyecto. En abril de 1839 escribió a su hermano para preguntanle por qué "Schinkel no diseñaba un proyecto más pequeño que fuera viable en lugar de esa obra imposible que tal vez reportara fama al sucesor de Mirtriades, pero que resultaba poco atrayente para vivir en ella, y no terminaría de construirse hasta su vejez". No es de extrañar pues, que el castillo de Orianda, al igual que sucedió con el palacio sobre la Acrópolis de Atenas, nunca se edificara.