VV.AA., Fernando Chueca Goitia. Un arquitecto en la cultura española. Fundación Antonio Camuñas. Madrid, 1992
Págs. 170-173. “Este singular edificio parece que arranca de una construcción musulmana del siglo XI, posible casa de campo edificada por Abul-Hassan Yahia al- Manum, conocida con el nombre de An-Naora (de la Noria).
De todas maneras, esta casa de campo no dejaba de tener cierta fortaleza militar, justificada por su condición aislada y separada de la ciudad. La edificación se compone de dos partes unidas, pero diferenciadas; una parte compacta, de planta rectangular, dividida en tres crujías, paralelas al lado mayor del rectángulo, y a una edificación abierta, formando patio, con crujías alrededor. Esta segunda parte se pudo construir posteriormente, para ampliar las dependencias de la casa y crear, con el patio, un ambiente más reservado o jardín interior.
Este patio presenta en un centro una zona a nivel más bajo de interpretación difícil: ¿se trata de un jardín bajo para la delectación de la vista, o acaso de una gran alberca?.
Cuando se añadió esta edificación abierta, las entradas se hicieron simétricamente por aquellos puntos donde se unen la parte rectangular y las crujías del patio. La composición general siguió siendo simétrica, caso poco frecuente en la arquitectura mudéjar. Pero su condición aislada favorecía esta disposición.
La edificación compacta rectangular debió de sufrir una transformación estructural interna de fecha difícil de precisar. Posiblemente las crujías entre los dos flancos más robustos, a manera de torrezno fueron en principio abovedadas, puesto que las actuales bóvedas cortan la parte baja de zócalos pintados de la planta superior. Seguramente se trababa de una estructura más ligera de pisos holladeros sobre viguería de madera. Un incendio o cualquier otra causa aconsejaría fortificar la estructura introduciendo bóvedas por aristas y vaídas que le dan al edificio un cierto aspecto de construcción cruciforme bizantina, que ha hecho pensar a Gómez Momero en similitudes con la estructura del Cristo de la Luz y de las Tornerías.
En el piso alto, por la desaparición de la parte central, entre torres, los problemas son más arduos. La existencia de zócalos pintados, en parte cortados por la bóveda, indican, sin lugar a dudas, que existía un segundo piso completo, del que sólo quedaban los cuerpos extremos a manera de torres. Para recuperar algo de la silueta primitiva se han unido estos cuerpos extremos altos por unos muros de fachada con huecos de ventanas de medio punto formando galerías continuas. Esto ha podido hacerse porque quedaban los arranques que daban la dimensión y ritmo de los huecos.
Este edificio, tan difícil de descodificar, recibió muchos años después durante el siglo XIV, una decoración mudéjar en yeso de traza florida y risueña, como correspondía a una villa de placer. En la fachada que mira al Tajo se abrieron rasgadas ventanas de dos y tres luces, divididas por gentiles columnillas y remarcadas interiormente por vistosas yeserías mudéjares. En toda la decoración aparecen escudos contemas heráldicos de la familia Guzmán; un león rampante y tres calderos. Posesión de los reyes árabes de Toledo, heredada por los monarcas conquistadores, se desvinculó de la corona en tiempos de los Trastamara, que eran Guzmanes por línea materna.
A través de la historia vino a ser dueña de estos palacios, por transmisión familiar, la emperatriz Eugenia, que en un tiempo pensó en restaurarlos. Lo ha hecho su actual propietario, Don Alejandro Araoz, que los adquirió a los herederos de la emperatriz.
Este edificio tan complejo y enigmático, planteó serias dudas para su reconstrucción. El arquitecto autor del proyecto celebró varias consultas con Don Manuel Gómez Moreno y con D. Leopoldo Torres Balbás, para poder plantear su restauración. Al final se hizo algo muy prudente, se construyeron las torres de ambos costados y las arquerías que constituían la unión de las mismas y de las que existían vestigios de los arranques en la planta alta. Todo el resto de la planta se dejó en forma de terraza y se restauraron igualmente las ventanas mudéjares de la época de los Guzmanes. También con arreglo al patio posterior que existe detrás de la edificación principal, se nivelaron algunas fábricas y se marcaron arranques de muro por medio de setos de jardinería.
En la restauración de este palacio juega un papel muy importante la propia jardinería que con exquisito gusto ha mantenido su actual propietaria Doña Carmen Marañón, Viuda de Araoz, con su gusto y celo exquisitos.
La ruina lastimosa que presentaban los palacios de Galiana, hace 30 años, ha cambiado en absoluto convirtiéndose en uno de los monumentos más sugestivos de las inmediaciones de Toledo.”