Una de las configuraciones recurrentes de Aalto era una forma de abanico yuxtapuesta a un rectángulo. Esto es lo que ocurría en muchos de sus proyectos para pequeñas bibliotecas publicas (por ejemplo, la de Rovaniemi, 1963-1968), donde el rectángulo solía contener las oficinas y el abanico solía irradiar desde un único punto central, pasando por una sala de lectura unitaria con estanterias abiertas, para terminar en un perímetro irregular con zonas pequeñas para personas que querían tener cierta intimidad, una vista y luz natural directa. Variaciones del abanico podían encontrarse también en muchos proyectos de Aalto para auditorios y salas de conciertos (por ejemplo, el palacio Finlandia en Helsinki), e incluso en las formas desplegadas en planta del proyecto no construido para el Museo de Arte Moderno de Shiraz, en Persia. El abanico podía usarse también para generar espacio entre edificios, y en el propio estudio de Aalto cerca de Helsinki había un recinto exterior escalonado que estaba suavemente curvado. Más allá de las consideraciones prácticas y las distinciones programáticas, la combinación del rectángulo de bordes nítidos y el abanico curvo o fracturado condensaba la idea que tenia Aalto de la transición desde la ciudad al paisaje, del mundo artificial al natural. Así pues, éste era uno de esos patrones básicos intrínsecos de todo verdadero estilo. Pero cada vez que se empleaba esa ‘forma tipo', habia de replantearse en su nuevo contexto: no bastaba con reutilizarla como una formula mecánica.