FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.
Págs.445-549. “Un código virtual”
La primera y más difundida apelación a la historia es la que actúa en el ámbito mismo del Movimiento Moderno, la que busca la «tradición de lo nuevo» (para satisfacer en un cierto sentido esa exigencia de continuidad de la que se ha hablado más arriba), retomando, como hemos podido ya observar a propósito del neoliberty, tendencias, léxicos y elementos que habían quedado marginados por el éxito del racionalismo. Parecen revestirse así de un nuevo interés todas aquellas orientaciones arquitectónicas que precedieron a dicho código-estilo, como la arquitectura de los ingenieros, el Art Nouveau, el protorracionalismo, la escuela de Amsterdam, el siglo XIX, etc. En cuanto al neoexpresionismo, solo en parte constituye una reinterpretación, puesto que obras como el núcleo residencial Romeo y Julieta, realizado en Stuttgart entre 1954 y 1959, o la Philharmonie de Berlín (1963), de Scharoun, no representan tanto un retorno al expresionismo histórico como su propia evolución ininterrumpida. También dentro de la recuperación de la «tradición de lo nuevo», en este caso de la vanguardia histórica, se retoman motivos neoplásicos, futuristas y sobre todo del constructivismo ruso, como ejemplo el caso de la Facultad de ingeniería de Leicester, de 1963, realizada por Stirling y Gowan, que pone de manifiesto claramente, entre otras, su relación con el Club de los Trabajadores del Transporte, realizado en Moscú en 1928 por K. S. Melnikov.
págs. 529-546. "El poderoso estilo personal de Stirling surgió en el extraordinario edificio de Ingeniería de la Universidad de Leicester (1959-1963). Este estaba formado por una torre esbelta sobre patas salientes, que se elevaba por encima de las formas en voladizo de los auditorios y se unía al bloque bajo de los talleres de ingeniería, que tenía un acristalamiento fabril en diente de sierra dispuesto en un ángulo de 45 grados. Como el programa pedía un suministro de agua a una presión de 31 metros y el emplazamiento era limitado, una torre parecía razonable. Sin embargo, la lógica programática era sólo el punto de partida en un despliegue deliberado de dinámica escultórica, en el que los elementos individualizados se oponían unos a otros. Reminiscencias de la propuesta fabril de Hannes Meyer para la Sociedad de Naciones parecían combinarse con recuerdos del Constructivismo de Mélnikov; detalles de buque de guerra se apretaban junto a rampas de Le Corbusier y elementos no muy diferentes a los empleados por Wright en la torre de laboratorios de la Johnson Wax. En todo esto había algo casi demasiado hábil, como si el arquitecto estuviese amanerando deliberadamente la polémica de la era de la máquina de treinta años antes. Era comprensible que se invocase la expresión Futurist revival, el 'neofuturismo
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