Págs. 87- 107."Expresionismo y futurismo”
Además de la Grosse Schauspiehaus, varios proyectos más de esta época se inspiraron en la idea de un edificio público capaz de concentrar la vida de Volk. Tras de ellos pueden destacarse por el uso de esa nueva manera expresionista de comunicarse directamente con el público en el plano emocional: un proyecto de Teatro Popular (1921), de Wassili Luckhardt (1889-1972); el proyecto de la Iglesia de la Estrella (1922) de Otto Bartning (1883-1959); y un Goetheanum en Donarch (1924-1928), de Rudolf Steiner (1861-1925). Todas estas construcciones pretendían ser símbolos e instrumentos de una naciente era de la cultura de masas, y responder a fines comerciales, festivos, recreativos o religiosos.
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Otro efecto de tratar la historia de la arquitectura moderna como una especie de cinta transportadora (como solían hacer los primeros historiadores) era que también tendían a relegarse las 'supervivencias' de las fases 'pioneras' anteriores. Por ejemplo, el Art Nouveau fue una fase pasajera para individuos como Behrens y Le Corbusier, pero sus efectos perduraron hasta bien entrada la década de 1920 en lugares tan variados como Mallorca y Buenos Aires. Un artista tan importante como Gaudí estuvo desarrollando su estilo personal hasta el momento de su muerte, en 1926. Frank Lloyd Wright resultaba 'aceptable’ en el esquema convenido en la medida en que 'anticipaba' las ideas modernas del espacio y la forma (es decir, hasta 1910); pero cuando se volvió inoportunamente romántico y exótico en sus obras californianas de la década de 1920, ya no encajaba en la imagen predestinada y tuvo que considerarse un 'anacronismo'. Ante la necesidad de definir una arquitectura moderna exclusiva, se insistió demasiado en ligar un estilo a un momento, y un momento a un estilo. En realidad, varias opciones quedaron abiertas, y a menudo se prolongaron con convicción. Después de todo, Auguste Perret continuó con su manera de hacer anterior a la guerra sin notar apenas el impacto de las obras fundamentales de la 'arquitectura blanca de los años 1920', aunque su obra se desarrollase paralelamente a ellas. En efecto, la iglesia de Notre Dame (1924), en Le Raincy, era la culminación lógica de todo lo que Perret había estado persiguiendo con el hormigón armado durante las tres décadas anteriores
Los escritos históricos y críticos sobre arquitectura reflejan naturalmente la idea que cada autor tiene de lo que es 'significativo'. El 'expresionismo' apenas se mencionaba en los primeros libros sobre la arquitectura moderna, tal vez porque la extremada extravagancia y el emocionalismo subyacentes en algunas obras calificadas con ese término no concordaban con el gusto personal de los historiadores, o tal vez porque la tendencia a escoger un Zeitgeist unificador en el núcleo de la cultura moderna llevaba a aquéllos a buscar un único estilo moderno 'verdadero'. Una obra como la torre Einstein de Mendelsohn encajaba mal en este esquema de cosas, mientras que una curiosa creación como el Goetheanum de Dornach (1925-1928), situado a las afueras de Basilea, en Suiza (proyectado por Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía) simplemente tuvo que dejarse completamente fuera de la explicación. Y todo ello, pese al hecho de que ambas obras se inspiraban en concepciones revolucionarias y podían codearse con muchas de las que estaban dentro de los límites más seguros y supuestamente más 'racionales' del 'Estilo Internacional'. En este caso, los historiadores posiblemente mostraban, una vez más, cómo podían verse influidos por los prejuicios de los artistas, pues varios de los arquitectos que eran 'seguros' habían pasado por el expresionismo y lo habían rechazado como una fase juvenil antes de su florecimiento maduro.
El Goetheanum era la sede del movimiento Mundo Antroposófico de Steiner e incluía un auditorio para obras místicas y congresos; reemplazaba a un edificio anterior a la guerra (proyectado también por Steiner) que se había hecho casi enteramente de madera y que había sido destruido por un incendio. Combinando dos cúpulas sobre una planta radial/poligonal, esta construcción anterior se había concebido como una especie de cosmograma, que señalaba el centro de energía de la antroposofía como un sistema de creencias e ideas. Había alusiones inequívocas a las stupas orientales y a los temas de la montaña-mundo, y puede que algunas de estas imágenes se conservasen herméticamente en el proyecto posterior de Steiner, que se hizo totalmente de hormigón, con facetas 'mineralógicas' que ascendían hacia una cubierta curva. De hecho, lo mineral y lo vegetal parecían fundirse uno con otro en las extrañas formas de Steiner. El fluir de las superficies y el dinamismo de los elementos del Goetheanum deben entenderse a la luz de esa intuición de Steiner de que todos los fenómenos estaban en transición entre un estado y otro, que todas las cosas tangibles y visibles eran la expresión externa de procesos internos e invisibles.
En la parte trasera del emplazamiento había una curiosa abstracción de un árbol, un tótem virtual, una alusión, quizás, a las teorías de Goethe sobre los orígenes de las especies vegetales. Aunque la articulación de las siluetas y los huecos del Goetheanum no era muy acertada, y pese a que la expresión general resultaba a veces forzada y teatral, los espacios interiores lograban evocar un ambiente de otro mundo gracias al juego de la luz sobre las superficies rugosas de hormigón, y conseguían sugerir cierto equivalente visual de esa idea de la transformación de lo material a lo espiritual. Puede que Steiner estuviese influido por las ideas de Kandinsky sobre la espiritualidad de las formas guiadas por la 'necesidad interna' (una concepción con sus propias resonancias teosóficas), por la imaginería cristalina y alpina de Bruno Taut, e incluso por algunos de los preceptos formales del Art Nouveau
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Págs.205-261.“La vanguardia figurativa”
La vanguardia arquitectónica y la arquitectura del expresionismo. En el siguiente capítulo volveremos sobre la génesis del racionalismo para afrontar aquí el tema de la verdadera y propia arquitectura del expresionismo. En rigor, las obras que pueden clasificarse como tal con seguridad son pocas: el Grosses Schauspielhaus, realizado por Hans Poelzig, en 1919, en Berlín; las oficinas de la Höchst Farbwerke, de Behrens, en Frankfurt (1920-24); la Einsteinturm, de Mendelsohn, en Potsdam; el Monumento a los Caídos de Marzo, en Weimar, de Gropius, de 1921; la fábrica de sombreros Steinberg, en Luckenwalde (1921-23), del mismo Mendelsohn; el palacio de oficinas llamado Chilehaus, de Hamburgo, realizado por Fritz Höger en 1923; el segundo Goetheaneum, de Dornach, proyectado en 1923 por Rudolf Steiner; los almacenes Schocken, en Stuttgart, de Mendelsohn, del '26, etcétera.
Este grupo de obras presenta aparentemente pocas características invariantes, de ahí la tesis que sostiene más de un autor de que no ha habido una arquitectura expresionista propiamente dicha. Por el contrario, además de reconocer las constantes el uso del hormigón armado aprovechando todas sus posibilidades plásticas, la adopción del vidrio independientemente de su propiedad física de transparencia, la insistencia en las líneas cóncavo-convexas y en cualquier caso irregulares, la ruptura con la estereometría pura tan recurrente en el protorracionalismo, el gusto por el detalle, la intención de fundir orgánicamente el edificio con su entorno más inmediato, etc.- podríamos encontrar otros vínculos entre las obras citadas, como, por ejemplo, el motivo tan empleado de las franjas de ventanas que construye Hans Poelzig en 1910 en Breslavia, retomado más tarde por Mendelsohn, o la frecuente solución de esquina con curvas de amplio radio que adopta también el propio Mendelsohn, que continúa siendo el arquitecto expresionista más significativo.
En la limitación de nuestro discurso no nos detendremos más en este tipo de análisis, reduciéndonos a observar que las pocas construcciones a que hemos aludido presentan una contextualidad y un sentido explicito que se inserta en el conjunto de las imágenes producidas por la vanguardia. Engarzados en los dibujos de la Gläserne Kette, los edificios referidos configuran un conjunto orgánico que legitima sin dudas la existencia de una arquitectura expresionista. Por lo demás, la misma obra maestra de Mendelsohn y de toda la escuela, la Einsteinturm, encuentra su ratificación más amplia, convirtiéndose sin más en el emblema de un estilo, cuando la relacionamos con la vasta colección de dibujos que realizó el autor desde 1914 a 1923.
Pero la mejor prueba de que el expresionismo se manifiesta también en la arquitectura es el hecho de que, como ya hemos mencionado, la evolución de esta tendencia sobrepasó el período de la primera postguerra, acompañando y corrigiendo toda la producción racionalista y orgánica. Como observa Zevi, «el expresionismo es un componente permanente de la arquitectura moderna, desaparece y vuelve a surgir continuamente en la evolución histórica y en la vida de cada arquitecto. Nace mucho antes de los célebres dibujos de Erich Mendelsohn y de su torre de Einstein: basta pensar en Antonio Gaudí. Y emerge de nuevo cuando todos han decretado su muerte: recordemos la Chapelle de Romchamp, de Le Corbusier. Sufren experiencias expresionistas Wright, Mies van der Rohe, Gropius; para Wright serán siempre fundamentales (...). Pero el fenómeno es mucho más amplio y complejo: para superar la hibernación racionalista y el conformismo académico que le sucede, se recurre necesariamente al expresionismo"
El caso más palpable de la actualidad de esta orientación arquitectónica nos lo ofrece Hans Scharoun, el arquitecto que permaneció fiel al expresionismo durante toda su vida, que en esta segunda postguerra, con la unidad de habitación «Romeo y Julieta», de 1959, y sobre todo con la Philarmonie de Berlín, terminada en 1963, ha creado las obras más significativas de los últimos años.
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