Págs.. 61-84.“ La época de la reorganización y los orígenes de la urbanística moderna (1983-1850)”
El movimiento neogótico. El año 1830, que señala el comienzo de las reformas sociales y urbanísticas, señala también el éxito del movimiento neogótico en la arquitectura.
La posibilidad de imitar las formas góticas en vez de las clásicas está presente en la cultura arquitectónica desde mediados del siglo XVIII y acompaña con manifestaciones marginales todo el ciclo del neoclasicismo, confirmando implícitamente el carácter convencional de la opción neoclásica.
En el cuarto decenio del XIX esta posibilidad se concreta en un verdadero movimiento que se presenta con motivaciones precisas, tanto técnicas como ideológicas, y se contrapone al movimiento neoclásico. Como resultado de este enfrentamiento se llega a una aclaración decisiva sobre los fundamentos de la cultura arquitectónica; de hecho, el nuevo estilo no reemplaza ni se une al precedente, como sucedía en épocas pasadas, sino que permanecen uno junto al otro como hipótesis parciales, y todo el panorama de la historia del arte se presenta, muy pronto, como un conjunto de múltiples hipótesis estilísticas, una para cada uno de los estilos pasados.
Quizá sea así posible ver la relación que une el movimiento neogótico con las reformas estructurales de esta época. Las reformas comienzan cuando los problemas de organización derivados de la revolución industrial se delinean con suficiente claridad y se hace evidente la imposibilidad de conservar las antiguas reglas de conducta. Al mismo tiempo, en lo que a arquitectura se refiere, no parece posible mantener la ficticia continuidad con la tradición clásica, y se patentiza la naturaleza convencional del recurso a estilos del pasado, si bien el problema queda sólo planteado a la espera de una solución no convencional...
... En Francia, el denominado estilo troubadour no está menos cargado de significados literarios; en 1807 Chateaubriand embellece su villa de Valléeaux-Loups con motivos góticos. Por todo un poco surgen quioscos de jardín, decoraciones y alguna que otra fachada en estilo gótico. Se asocian al espíritu romántico los estilos medievales, y son apreciados no como un nuevo sistema de reglas destinado a sustituir a las clásicas, sino precisamente porque se les supone carentes de ellas y fruto del predominio del sentimiento sobre la razón; el gótico aparece ahora como un conglomerado confuso de torrecillas, pináculos, pupitres tallados, bóvedas tenebrosas y luces oblicuas filtradas por vidrieras multicolores.