Págs. 175-213.“Las iniciativas para la reforma del ambiente, desde Robert Owen a William Morris"
En 1847 Cabet lanza un manifiesto titulado Vámonos a Icaria, anuncia haber comprado el terreno necesario en Texas, y recoge cerca de quinientas adhesiones; pocos meses después estalla la revolución de febrero del 48, pero los icarianos, impacientes por partir, abandonan Paris, contra el parecer de Cabet y sin él. Llegados a los Estados Unidos se dan cuenta de que el terreno es demasiado grande y fraccionado en diversas parcelas; así, se retiran a New Orleans, diezmados por las enfermedades y por los abandonos.
Cabet se reúne con ellos en 1849 y su llegada provoca una escisión; la minoría trata de organizarse en 1856 en Cheltenham, en un antiguo establecimiento de baños, y fracasa a causa de las deudas en 1862, mientras la mayoría emigra de nuevo al Oeste y funda por fin, en 1860, la ciudad ideal en Corning, Iowa, esta vez con éxito. Las viviendas se establecen en el centro de una hacienda de 3000 acres, en forma que recuerda el paralelogramo de Owen. Hay vanas descripciones de Icaria, como esta de 1875:
“Los icarianos llaman al conjunto de sus alojamientos “la ciudad”. En medio se encuentra el refectorio, en el centro de una gran plaza cuadrada; tres lados del cuadrado están ocupados por casas, separadas unas de otras, y los espacios que quedan entre ellas están cultivados con jardines. El cuarto lado está dedicado a las construcciones de utilidad común, lavadero, panadería, etc... Nada más risueño que el aspecto de Icaria. El gran edificio del refectorio, rodeado por las casitas, linda con un bosque frondoso que sirve de fondo a las casas pintadas de blanco. Árboles frutales y exóticos, prados verdes y flores separan agradablemente las diversas partes de este pueblo.”
El éxito de la iniciativa se debe, no obstante, a lo reducido del número de habitantes: 32 en total. Y ni siquiera estos soportan durante mucho tiempo vivir tan estrechamente ligados entre sí, a pesar de los jardines floridos y las casitas blancas. En 1876, la comunidad se divide en dos grupos: los jóvenes Icarianos-trece- que emigran a California y fundan Icaria-Esperanza, y los viejos icarianos -diecinueve- que fundan Nueva Icaria a corta distancia de la antigua, con idéntica disposición arquitectónica. Los dos pueblos duran aún algunos años, luego se disuelven respectivamente en 1887 y en 1895.
La idea de Cabet de fundar una metrópoli termina, pues, en una especie de reductio and absurdum, y lleva a la formación de núcleos rurales progresivamente más reducidos, hasta llegar a las dimensiones de una hacienda agrícola normal.
Es conocida la crítica que los socialistas científicos de la segunda mitad del XIX han opuesto a estos ingenuos precursores (los socialistas utópicos): los obstáculos para la realización de la nueva sociedad no radican en la ignorancia, sino en los intereses de las clases dominantes, y no hay que apelar a la persuasión, sino a la lucha de clases.