También podemos considerar amalgamas intervenciones como la última fase de ampliación y reforma de Palau de la Música Catalana en Barcelona (2000-2004) de Óscar Tusquets (1941). La composición de las fachadas se basa en unas formas, ritmos, texturas y colores que interpretan en clave contemporánea, complementando y entonando los volúmenes, los elementos compositivos y la materialidad del edificio de Lluís Doménech i Montaner. La fachada de transición entre lo viejo y lo nuevo mantiene la policromía y la proporción de vacíos y llenos e, incluso, continúa el ritmo de las balaustradas de vidrio y de las columnas con formas prismáticas. En otros volúmenes, Tusquets recurre a fachadas de vidrio, abstractas y transparentes. Aun así, en la nueva esquina, un árbol de inspiración orgánica y modernista, creado por el escultor y arquitecto Juan Bordes, surge en el nuevo muro curvo de ladrillo, como si rebrotasen las raíces naturales y telúricas de la arquitectura de Doménech i Montaner, como si viéramos los árboles que en el interior de la sala evocan un ambiente de jardín. En esta intervención que se basa en criterios artísticos y orgánicos como algunas creaciones animales o momo una joya hecha de encajes, lo nuevo se amalgama con lo existente.
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pág.285-350. "El Art Nouveau".
Pág. 329-337. El Modernismo catalán. Como arquitecto modernista, Doménech logra en particular una obra que podría considerarse como aquella en la que dicho movimiento llega a un punto máximo de madurez y equilibrio. Se trata del Palacio de la Música Catalana, inaugurado en Barcelona en 1908. Cualquiera de las obras de Gaudí no llega a expresar nunca un sentimiento elemental y definido...
...El Palacio de la Música, de Doménech, es, por el contrario, obra en la que predominan los valores sensoriales, sin que plantee una preocupación por superar éstos. El panteísmo modernista se encuentra plenamente expresado en ella; su búsqueda del goce visual e inmediato, la hipertrofia del sentimiento romántico. Del Palacio de la Música barcelonés podría decirse que es modernismo químicamente puro, sin desvirtuar por preocupaciones trascendentes, como en Gaudí, o históricas, como en Puig y Cadafalch. Sin adulterar ni diluirse tampoco, como sucederá en la obra de otros arquitectos catalanes posteriores, y especialmente en la de aquellos que lograron, en un intento de prolongar artificialmente la vida del modernismo catalán, una suerte de "modernismo valenciano" de lamentables resultados.