pág.174-183. " Al igual que el barroco iberoamericano, el estilo rococó del siglo XVIII tuvo un carácter regional, floreciendo sobre todo en los monasterios del sur de Alemania y Austria entre principios y mediados del siglo XVIII. Los motivos que llevaron a crear estos interiores exhuberantes eninstituciones religiosas, fueron de grancomplejidad. La Abadía de Melk nos proporciona en este sentido un ejemplo excelente. El emplazamiento de la Abadía no podía ser más espectacular. Este edificio enorme con aspecto de palacio, se asienta sobre un promontorio asomado a un meandro del Danubio. La iglesia del monasterio ocupa la posición más prominente; mirando al rio y flanqueada por el Festsaal (salón de ceremonias) y la biblioteca. El Feestaal era un gran salón de actos que se utilizaba para recibir a los dignatarios, por lo que se trataba de una de las estancias más importantes de la abadía después de la iglesia. La ubicación de la biblioteca en un espacio equivalente al del Feestsaal denotaba el alto estatus del recinto. Las dimensiones de los monasterios del período, que desde la perspectiva actual nos parecen descomunales, sólo se entienden en el contexto en el que fueron construidos, ya que jamás fueron concebidos como edificios aislados, sino que, como núcleos de extensas propiedades, funcionaban como palacios para los miembros secundarios de la familia real. Los monasterios estaban regidos por el el capítulo y por un preboste o abad. En el Sacro Imperio Romano Germánico los abades gozaban a veces de un rango muy alto - el equivalente al de un príncipe - con jurisdicción sobre territorios considerables. Desde mediados del siglo XVII, la construcción de grandes edificios se había consolidado, como expresión de poder político y de prestigio. Los abades recién nombrados, estaban obligados por tanto, a construir, si no querían ser vistos con recelo.
Además, estos proyectos representaban una forma habitual de emplear las rentas de la agricultura para promover la economía local. Y los monasterios recibían asiguamente a inspectores de la corte que comprobaban las obras ejecutadas y las instalaciones, verificando que se estaban haciendo los desembolsos necesarios. Sólo en este contexto, podemos comprender la existencia de tan colosales complejos, dotados de espléndidos aposentos para los miembros de la corte, el abad y el propio emperador cuando se encontraba de visita. Las dimensiones del conjunto arquitectónico y el tipo de alojamiento que faciiitaba a los huéspeder no solía corresponderse con el número de monjes que allí vivían de ordinario, y que en muchas ocasiones no pasaban de unas pocas docenas.
Ante semejante entusiasmo constructivo, no es extraño que a los prelados se les supusieran conocimientos de arquitectura. Esta disciplina es considerada un elemento necesario en su formación en seminarios y universidades, y ellos mismos tenían que implicarse activamente en la planificación de los edificios que caían bajo su supervisión. Sus retratos solían mostrarlos manejando los planos de los proyectos a su cargo. En el siglo XVIII se había consolidado una fórmula para el diseño de los recintos monásticos dentro de la cual el componente más destacado era siempre la iglesia abacial. Al margen de la disposición que adoptaran los demás edificios, esta tenía que destacarse visualmente como elmento central y más importante del conjunto. Para lograrlo, los demás espacios solían diseñarse con la máxima uniformidad posible. Esta uniformidad, no descartaba en modo alguno la grandiosidad. El método habitual consistía enproyectar recintos alargados con ventanas dispuestas a intervalos regulares. En las esquinas y en el centro del complejo se ubicaban pabellones de mayor relieve en localizaciones estratégicas. Nada de esto, desde luego, era realmente novedoso. El Escorial había incorporado ya las mismas características en el siglo XVI, y a lo largo del siglo XVII se construyeron palacios reales conforme al mismo diseño. Los monasterios no solian edificarse partiendo de cero; por lo general existían en su emplazamiento una abadía medieval que se sustituía pieza a pieza hasta que su estructura original quedaba encerrada en el espesor de los nuevos muros o se derribaba par construir nuevos patios. La demolición de construcciones antiguas se realizaba sin ningún tipo de sentimentalismo, una vez que los edificios nuevos y más valiosos que les iban a sustituir estaban terminados. Esto es lo que sucedió en Melk. El Monasterio se había fundado en 1089 cuando Leopoldo II, margrave de Austria, donó uno de los castillos a la orden benedictina. En el siglo XII era ya célebre por su excepcional colección de manuscritos y durante el siglo XV se convirtió en un centro destacado de la reforma monástica. Su transformación en un complejo barroco ejecutada bajo el mandato del abad Berthold Dietmayr, implicó la demolición de los edificios medievales.
Dietmayr (1670-1759) solo tenía treinta años cuando fue nombrado abad de Melk. Aquel cargo le abrió las puertas de otros nombramientos de racácter político, entre ellos los del rector de la Universidad de Viena en 1706, consejero de tres emperadores sucesivos (Leopoldo I, José I y carlos VI) y enviado imperial en Roma y Polonia. Sus frecuentes ausencias, el elevado coste de las obras y los trastornos causados por estas provocaron comprensibles fricciones entre el abad y el capitulo de Melk. Dietmayr encargó en un principio al arquitecto italiano Carlo Antonio Carlone (1635-1708) que proyectara y supervisara las obras, que dieron comienzo en 1702. Los planes iniciales eran, al parecer modestos, pero en 1705 Dietmayr cambió de idea y decidió que no se conformaría con menos de una reconstrucción completa. A la muerte de Carlone, el proyecto pasó a manos de Jakob Prandtauer (1660-1726). Poco sabemos sobre sus comienzos. Parece ser que fue aprendiz del pintor Hans Georg Asam, aunque a la muerte de su madre un testimonio lo describe como escultor. Seguramente trabajó con Carlone en la Abadía de Kremsmünster, un edificio construido hacia 1680 que incluye una elegante biblioteca barroca de 65 m de longitud y una sola planta en la que destacan sus ricas pinturas. A la muerte de Prandtauer se hizo cargo de la obra su sobrino Josef Muggenast (1680-1741).
La autoría del proyecto. No está claro quien diseñó la Biblioteca de Melk. Sin duda el abad se implicó intensamente en el proyecto y hasta es posible que se encargara el mismo de dibujar los planos. La práctica habitual era que el arquitecto se responsabilizara de la construcción de la sala, aunque con frecuencia eran los ebnistas los que diseñaban las estanterías, mientras que los escayolistas se ocupaban de la labor delestucado en paredes y techo. El contenido de los frescos del techo lo decidía el abad, no el arquitecto. Lo normal es que enviara una carta a un artista o a varcios explicando la composición que deseaba. Y a continuación solicitaba la autorización de los diseños escogidos.
En Melk la biblioteca tiene una ubicación inusual. Se diseñó para que fuera un reflejo del Festaat situado al otro lado de la abadia. El motivo tenía más que ver con el efecto externo que con consideraciones prácticas. En aquella época era habitual que a los visitantes del monasterio se les enseñara la biblioteca como parte del recorrido que siempre incluía la Feestaal y la iglesia: pero hasta que se construyó el proche exterior con vistas al Danubio en 1731-1732 el trayento entre la biblioteca y el Feestaal resultaba bastante sinuoso. Incluso recurriendo al sendero exterior, el itinierario distaba mucho de ser cómodo en pleno invierno. El Feestaal, se había proyectado como un recinto lo más abierto posible, con enormes ventanales que procuraban vistas al valle situado a los pies del monasterio. En su exterior la biblioteca tenía que mantener la simetría, pero reproducir aquellos ventanales habría dejado muy poco espacio mural para los libros. La solución consistió en desplazar las estanterías hacia el interior de la sala e instalar alguna de ellas delante de las propias ventanas. Los espacioe que quedan entre las librerías y la pared forman pequeños estudios a los que se accede por puertas secretas disimuladas en los estantes, de un modo muy similar al que encontramos en la Hofbibliothek. Por lo demás esta última bien pudo ser el modelo de la Biblioteca de Melk.
Estantes fijos. Las baldas de la Biblioteca de Melk son todas fijas. Ello tiene la ventaja de que las estanterías cubren de manera ininterrumpida el perímetro de la sala formando franjas horizontales de aspecto completamente regular. El inconveniente más claro es que cada estante sñolo puede acomodar volúmenes que no superen ciertas medidas. En Melk los volúmenes grandes se guardan en el estante más próximo al suelo, mientras que por encima de este las baldas se iban haciendo progresivamente más pequeñas. Esta progresión decreciente continúa por encima de la galería hasta alcanzar el nivel del techo, con lo cual la sala parece más alta de lo que es en realidad. Lo cierto es que las baldas que se encuentran en lo alto de las librerías son tan bajas que no sirven ni para guardar los volúmenes más pequeños, por lo que están llenas de bloques de madera pintados que simulan ser libros y cuyo títulos inscritos en los tomos, denotan una intención jocosa: El anónimo de la madera, El zoquete sin sustancia...
Las estanterías tareceadas con piezas de chapado, presentan decoraciones talladas y doradas. Su anchura, la determina la envergadura máxima de los estantes inferiores, que son los que soportan los volúmenes más pesados.Como elmento de separación entre las librerías, se usan unas pilastras corintias que descansan en un plinto cuya altura alcanza la de un pedestal. Los libros más grandes se disponen por debajo del listón colocado a dicha altura, aunque no hay pupitres. Lo cierto es que (por razones que se explicarán más adelante) la biblioteca carece por completo de mobiliario de lectura, al margen de los escritorios alojados en los nichos ya mencionados. Los capiteles corintios soportan un entablamento Unas ménsulas doradas de caracter ornamental arrancan desde este nivel y se extienden hasta la parte inferior de las galerías en voladizo. La escalera que conduce a este nivel superior se encuentra en una antecámara, también tapizada de libros, que da acceso a otros cuartos más pequeños de una sola altura y decorados en estilo rococó, donde se guardan las colecciones especiales. Estos cuartos jamás se abren al público. Melk que fue un centro de erudición benedictina desde el siglo XI, albergó una de las mejores colecciones de manuscritos del mundo. No todas las abadías disfrutaban del mismo rango."