Dentro de la tradición romántico-nacionalista de la arquitectura escandinava de principios del siglo XX, el museo de Fäborg, mantiene la esencia de los museos tradicionales, realizando una interpretación inventiva del nuevo clasicismo.
Su fachada desornamentada, de canon clásico con columnas de acceso, se abre en forma cóncava a un pequeño espacio que actúa como plaza de entrada, cubriéndose por un potente tejado, que hace referencia al lugar donde nos encontramos.
A pesar de su escaso tamaño, las salas que se van superponiendo en forma alargada, tienen un tratamiento diferenciado, en cuanto a techos, entrada de luz, variación de colores (rojo, azul, blanco, salmón…), y decoración de paredes y suelos, lo que hace del museo un lugar doméstico de exquisito tratamiento.
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Del neoclacismo a la modernidad en Dinamarca y Suecia El movimiento neoclásico europeo de la primera década del siglo XX tuvo un fuerte impacto en Escandinavia, cuyos arquitectos sucumbieron a los encantos del renacer Biedermier alemán difundido por Paul Mebes, Paul Schultze- Naumburg y Heinrich Tessenow. El impulso inicial de esta tendencia de vino de Dinamarca, donde los arquitectos habían estado estudiando a predecesores neoclásicos como H. C. Hasen desde la década de 1880. Los arquitectos daneses y suecos quedaron fascinados por sus propias tradiciones vernácula y clásica, ejemplificadas en los castillos del siglo XVI, los palacios barrocos y los edificios neoclásicos de principios del siglo XIX. Y así, desde la I Guerra Mundial hasta finales de la década de 1920, la arquitectura escandinava estuvo denominada por un neoclasicismo eléctrico inspirado en las tradiciones locales, en el clasicismo vernáculo alemán del siglo XVIII, en Fiedrich Gilly (1772-1800), Claude-Nicolas Ledoux y el renacimiento toscano. El museo severamente doricista de Fäborg (1912-1915), obra de Carl Petersen (1874-1923) marcó la pauta de todo el movimiento.
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Págs. 131 - 147.“Mitos nacionales y transformaciones clásicas”
La búsqueda de los valores elementales en el clasicismo y en la tradición vernácula fomentó una simplificación formal en la arquitectura escandinava que proporcionó el fundamento para su posterior arquitectura moderna. En Dinamarca y Suecia, el cambio al neoclasicismo después de 1910 fue drástico y decisivo. En este caso se trataba de una reacción directa contra el medievalismo y el forzado populismo del romanticismo nacional.
En Dinamarca, el cambio de orientación adoptó incluso el carácter de una pugna que implicaba una vuelta a las cualidades de la sencillez noble y la geometría primaria patentes en la obra de Christian Friederik Hansen, el arquitecto neoclásico danés de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La gran orientación quedó claramente marcada por el Museo de Fäborg de Carl Petersen.
En torno a 1920, las cooperativas de viviendas danesas construyeron varias manzanas de cinco alturas rodeadas por jardines, en las que el efecto arquitectónico se creaba mediante una repetición casi neutra de ventanas y superficies murales de revoco, pero con una articulación y un ritmo básicamente clásicos. La prosaica neutralidad de estos edificios no estaba reñida con los objetivos estéticos y sociales de la generación siguiente.