Inprimatu

FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.11-64.“El Eclecticismo Historicista”  


Desde los crescents de Bath a los trazados londinenses de J. Nash, de la rue de Rivoli de Percier y Fontaine a las calles de San Petersburgo, por citar los casos más notables, el principio, real o aparente, es aquél por el que la calle no está constituida por un conjunto de palacios alineados, sino de organismos compuestos de unidades celulares. Aun siendo la estructura de squares y terraces más antigua que la de los trazados neoclásicos —pensemos en el Covent Garden, de Iñigo Jones, y en la Place Royale, de París, que a su vez se refieren a modelos italianos hasta el punto de que la de Jones se llamaba «piazza»— en el período que estudiamos tales conformaciones urbanas adquirieron un rigor y un orden, aunque a veces meramente adicional, que preludiaba el racionalismo de los años 1920-30. 


Sin embargo, la convergencia entre gusto neoclásico, exigencias prácticas del tiempo. técnica y metodología de los ingenieros, adquiere una nueva dimensión en cuanto a su valor innovador. En efecto, sin pretender negar los caracteres peculiares del estilo neoclásico, conviene recordar que el clasicismo moderno se desarrolla en perfecta continuidad con el acento clásico de la producción precedente; basta pensar que en la misma época barroca la producción arquitectónica más difundida internacionalmente no sigue los modelos de Borromini o de Guarnni, sino el francés de Versalles, que se define precisamente como clasicismo barroco. Así pues, independientemente del nuevo espíritu que anima al neoclasicismo y de su compleja ideología, este estilo no marca un giro en la historia de la arquitectura moderna, no representa la solución de continuidad que era lícito esperar de un movimiento desarrollado en los mismos años que la revolución industrial.


>> Durante el siglo xviii y xix se buscaba dar con un estilo que lo definiera. Así pues surge el neoclasicismo, el cual termina careciendo de sus ideologías antiguas para llegar a definirse como racional y ser un lenguaje de la sociedad. Aun siendo una ideología revolucionaria no marcó un giro importante en la arquitectura moderna.


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GIEDION S.,  Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 678-738.“El urbanismo en el siglo XIX” 


Durante el siglo transcurrido entre Versalles (1668-1684) y en Lansdowne Crescent de Bath (1794), las residencias tendieron a colocarse en contacto directo con la naturaleza. Este contacto directo correspondía primero al monarca, luego a la nobleza, y después a los ciudadanos acaudalados anónimos, El creciente acento puesto en el siglo XVIII en la conexión del alojamiento con Ia naturaleza puede atribuirse en buena parte a la tendencia de la época en favor del culto al 'hombre natural' formulado por Jean-Jacques Rousseau...


...Hay que recordar que, tanto en el norte como en el sur, los arquitectos barrocos de la segunda mitad del siglo XVIII se esforzaron por preservar la conexión entre la arquitectura y la vegetación. Esta nueva fase del urbanismo se prolongó y se extendió durante buena parte del siglo XIX. Debido a que en cualquier periodo el urbanismo es el último ámbito de la arquitectura en adquirir cierta forma, la conexión entre la arquitectura y la vegetación se mantuvo hasta que la influencia de la industrialización alteró seriamente la vida cotidiana del siglo XIX. Sin embargo, las ciudades industriales que crecieron en torno a los barrios degradados no muestran, ya desde el principio, traza alguna de esta tradición.


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KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Tomo 3. Pags. 957-993. Una arquitectura para un nuevo mundo.


Pág.997-993. Forma y reforma.


Un logro de la reforma fue el trasladar los hospitales al exterior de las ciudades, al aire del campo, más limpio y sano, y trasladar fuera también los cementerios, prisiones y mataderos, para un mayor bienestar físico y moral de la ciudad. Las tumbas masivas de los camposantos parroquiales eran una seria amenaza para la salud pública y una indignidad para la memoria de los fallecidos. Cada vez más, la opinión informada favorecía los cementerios extramuros en los que cada persona podía ser enterrada en una tumba individual en un ambiente ajardinado, y en donde los monumentos como los cenotafios de Boullée podían añadir una dimensión cultural al solar. El decreto de Napoleón de 1804 no hizo más que formalizar la retirada de facto de los enterramientos de las áreas residenciales, que ya se daba en las últimas décadas del siglo XVIII. La desvinculación de los cementerios y los hospitales respecto a la iglesia parroquial, a la que habían estado ligados durante mucho tiempo, no podía sino contribuir a alterar la naturaleza del núcleo de la ciudad. Esta puede ser la respuesta urbana más significativa de la nueva época, junto con el desequilibrio de la antigua relación entre la ciudad y el campo en la víspera de la Revolución Industrial.


Por lo demás, es difícil categorizar una cosa llamada ciudad neoclásica. Sin embargo, es preciso destacar varios puntos del urbanismo del siglo XVIII. Había una genuina preocupación por la mejora de las vías públicas y por las viviendas privadas.La costumbre de disponer las casas como unidades monumentales, como legado de las places de París, se difundió de tres maneras. Bath, una somnolienta ciudad provinciana que alcanzó una gran popularidad después de 1720 como balneario, las ilustra a todas ellas. En el Royal Crescent y en las terrazas curvas del Landsdown Crescent, sobre aquél, en las pendientes de más al norte, tenemos un majestuoso testimonio del brío de la planificación del siglo XVIII y su atrevida configuración en formas inusuales.


El gran bloque semielíptico del Royal Crescent será el emblema de la composición urbana inglesa durante décadas. Landsdown Crescent, incluso si tomamos su magnífico trazado serpenteante meramente como un rasgo superviviente del barroco, destaca por otra razón. Está situado contra el lado boscoso de la colina, interpretando un espacio urbano en términos de un diseño de jardín. Esta es otra notable contribución del siglo XVIII, y será manejada con una encantadora variedad. Encontramos este rasgo en otros dos lugares famosos. La Place de la Concorde de París (1775-1763) tiene parques a dos de sus lados y un río en otro de ellos. La actual Piazza del Popolo de Roma, concebida en 1794, empleaba un jardín en terrazas en el lado este para unir el espacio oval de la plaza con la cima del Pincio, mientras que el lado oeste debía quedar libre de edificios para que pudiera dar sobre un área verde, con una vista de la cúpula de San Pedro en la lejanía, en la orilla opuesta del Tíber. En tercer y último lugar, en el urbanismo neoclásico encontramos una concatenación de plazas de diferentes tamaños y formas como una progresión rítmica consciente. En Bath, la convencional Plaza de la Reina y el rond point del Royal Crescent están interconectados por dos importantes vías públicas que son parte del mismo plan grandioso. De manera similar, las tres places de Nancy, la capital de Lorena, se extienden en una única línea, con un arco triunfal entre las dos primeras y una avenida con hileras de árboles entre la segunda y la tercera.


 

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