Inprimatu

CURTIS William. J.  La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs. 131 - 147.“Mitos nacionales y transformaciones clásicas” 


La Iglesia de Vistabella cerca de Tarragona usaba una dislocada geometría diagonal, bóvedas nervadas entrecruzadas y efectos de dispersión de la luz, y transformaba precedentes góticos y mudéjares. Los edificios de Jujol combinaban el industrialismo y la artesanía, materiales como el hormigón y el hierro con la cerámica y el ladrillo de costumbre, sus elaborados jeroglíficos y sus figuras "orgñanicas" estaban impregnadas de una sensibilidad personal para las plantas y los organismos y casi equivalen a una escritura mística;  pero también registraban una reacción poética y sensual al genius loci, al espíritu del lugar, y al paisaje de esta región marítima y mediterránea.


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MONTANER, Josep María.,Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Gustavo Gili. Barcelona, 2008. 


Págs.172-189“Formas del caos: fractales, pliegues y rizomas”.


Las formas rizomáticas de Josep Maria Jujol


En un caso extremadamente singular, en un terreno común al organicismo, al surrealismo y a las formas del caos, tenemos las obras pioneras, rizomáticas y mutantes de Josep Maria Jujol(1879-1949). Intervenciones que son pieles y apliques sobre otros edificios ya existentes, creaciones corporales, hechas a mano, que en cada detalle surgen como obras autónomas, como hileras de hormigas o grupos de ratas que se independizan. Desde la arcaica y mutante tienda Pere Mañach, situada en la calle Ferran de Barcelona (1911), hasta la transformación magistral de Can Negre en Sant Just Desvern (1915), pasando por la iglesia de Vistabella(1918-1923), la obra de Jujol es un despliegue de materiales, formas, elementos, caligrafías y apliques que se superponen creando un nuevo universo en el que el barroco se reencarna en el surrealismo, paradójicamente en unos ambientes en los que la devoción religiosa llega al delirio.


En el interior de la tienda Mañach, muros expresionistas, techos fluctuantes y fluidos anunciaban las nuevas iconologías orgánicas del pintor Joan Miróy los espacios oníricos ensayados por Frederick Kiesler. En sus paredes informes se fusionaban caligrafías y yesos que representaban estilizaciones vegetales racimos en emparrados y aves fantásticas, con la intención de que parecieran diferentes salsas que se mezclaban y cohetes que estallaban.


En sus pequeños edificios como rizomas, como maleza, como hileras de gusanos, como grafittis, el mismo Jujol dibujaba las inscripciones, las orlas y las figuras con pinturas de colores a la cal, que se iban superponiendo a las pieles existentes y se iban extendiendo sin límites por las paredes.


 

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