Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "
Pág. 995. Una cuestión de estilos.
Pero ni siquiera esto representó su final. El gusto por las cosas egipcias, otra afectación del siglo XVIII, ganó la fuerza de un revival hecho y derecho después de las campañas de Napoleón en esta provincia del imperio otomano con la publicación de la magistral Descripción de Egipto, de veintiún volúmenes. Este estilo tuvo éxito especialmente en los Estados Unidos, en donde fue aplicado, con todo un mundo de asociaciones, a prisiones, colegios médicos, bibliotecas, puertas de cementerios, e incluso iglesias y sinagogas. Los países islámicos, pasados y presentes, también ejercieron su hechizo. Los monumentos musulmanes de España, con la Alhambra a la cabeza, estaban siendo bellamente reproducidos en estampas. En todas partes, la arqueología procedió a continuación, en 1800, se publicó Antigüedades de la India, de Thomas y William Daniell. Un poco más tarde, los franceses conquistaron Argelia y publicaron su herencia.
Las ilustraciones de estos libros se animaban con escenarios tan placenteros como Sezincote House, en Gloucestershire (1803), diseñada por Samuel Pepys Cockerell para su hermano Charles, un abad de la Compañía de la India Oriental, y la remodelación de John Nash del Royal Pavilion de Brighton (1815-1835), para el príncipe de Gales, el futuro Rey Jorge IV (Fig. 23.7). Nash (1752-1835), el genio quintaesencial de lo pintoresco, también diseñó Cronkhill, una pequeña residencia cerca de Shrewsbury en Shropshire, que inició la moda de las villas basada en las construcciones vernáculas de la campiña italiana (Fig. 23.8). Este estilo particular, con su silueta irregular, sus torres asimétricas y sus profundos aleros, también se dio en América, en donde hacia mediados del siglo se había extendido a la arquitectura pública (estaciones de ferrocarril, ayuntamientos, etc.).
El ejemplo de Nash no fue único. Muchos arquitectos se encontraban cómodos en más de un estilo. La versatilidad, signo de un aprendizaje superior y de talento, no era algo de lo que hubiese que avergonzarse. Los clientes podían pedir en ocasiones proyectos de varios estilos diferentes para un mismo trabajo. Las ciudades podían favorecer una colección de edificios diversos para conseguir un efecto pintoresco y una mayor propiedad simbólica. Devonport en Plymouth, Inglaterra, reunió en un espacio público un ayuntamiento griego, una biblioteca egipcia, una iglesia gótica, y la Capilla del Monte Sión en estilo «hindú», todo ello realizado por el mismo arquitecto. Intuitivamente o con alguna explicación teórica, también se escogían sutiles amalgamas con la finalidad de conseguir un sello personal o buscando un estilo moderno. El edificio del Parlamento de Londres es gótico en el detalle, pero la planta y las fachadas muestran todo el equilibrio y la regularidad de una composición clásica (Fig. 23.6).
No obstante, había, en general, dos escuelas principales en la primera mitad del siglo XIX: la clásica y la gótica. La primera dominaba la escena europea durante las tres primeras décadas; la última fortaleció su desafío durante las dos siguientes. Vamos a contemplar de cerca estas escuelas, antes de volver al tema de los nuevos materiales de construcción y al ambiente funcionalista de la Revolución Industrial.