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 Edificio Packhof para aduanas

Edificio Packhof para aduanas

  • 1829 - 1832
  •  
  • SCHINKEL , Karl Friedrich
  •  
  • Berlin
  • Alemania

KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "


Pág. 1004,  Una cuestión de estilos. 


Interludio napoleónico.


Probablemente, la separación entre arte constructivo y ciencia constructiva había sido superada. Los arquitectos del siglo XIX no ignoraban la tecnología moderna, ni los científicos estaban desprovistos de un sentido formal del diseño. Los arquitectos no rechazaban programas industriales sin más ni más; simplemente insistían en que aquéllos deberían aspirar a algo más que a la simple utilidad para cualificarse como arquitectura. La reacción del arquitecto alemán Karl Friedrich Schinkel (1781-1841) hacia las fábricas y molinos de Manchester durante una visita a Inglaterra es típica. No son más que «masas monstruosas de ladrillo rojo», escribió en su diario, «construidas por un mero maestro de obras, sin ninguna huella de arquitectura y con el solo propósito de (atender) la cruda necesidad, haciendo una impresión muy atemorizante» (Fig. 23.10). Más tarde, daba una sonora respuesta arquitectónica a este problema en las prístinas masas cúbicas de los edificios Packhof de Berlín, un complejo de estructuras comerciales a lo largo del Kupfergraben (Fig. 23.11). E inversamente, a los ingenieros no siempre les satisfacía dejar las soluciones técnicas de su competencia sin un embellecimiento estilístico. En la industria y el transporte mecanizados había mucho de feo y perturbador. La furia del progreso debía de ser amansada mediante las cortesías formales establecidas; el duro contraste entre los palacios y las iglesias, de una parte, y las estaciones de ferrocarril, las fábricas y los almacenes, de otra, debía ser minimizado.


Si los arquitectos podrían parecer a primera vista demasiado conservadores respecto a los nuevos materiales y métodos, es bueno distinguir entre la aparición de prácticas innovadoras y su comercialización efectiva, que puede darse mucho después. Hasta la explotación del acero laminado a gran escala en la década de 1880, la construcción en metal sólo pudo ejercer una influencia limitada en el diseño arquitectónico. El hierro fundido era quebradizo, tenía poca fuerza de tensión, y se derretía a temperaturas relativamente bajas. El hierro forjado tenía un comportamiento mucho más conveniente, pero era costoso de producir. Y tampoco los ingenieros estaban siempre interesados en consignar las dificultades tangibles que afrontaban los arquitectos en su tan diversificada práctica.

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