Inprimatu

Palacio del Louvre. Maison Carrée

  • 1546 -
  •  
  • GOUJON, Jean
  • LESCOT, Pierre
  •  
  • Paris
  • Francia
imagenes/6472_1.jpg obras/1513_25.jpg obras/1513_8.jpg

KOSTOF, Spiro., Historia de la arquitectura. Alianza Editorial. Madrid 1988. Tomo 3


págs.1107-1165.“Ambientes Victorianos” 


pág.1118. El panorama desde Paris. 


El régimen de Napoleón III y la Emperatriz Eugenia había dado lugar a un nuevo período de opulenta grandeur que hizo todo lo posible para olvidar las realidades de la sociedad industrial, o mejor para mantenerlas separadas de la vida pública y ritual del país. A estos objetivos estaban dirigidas tanto la instrucción formal de la École como la producción profesional de sus graduados más distinguidos. Y los dos monumentos parisinos que mejor reflejan la complejidad cultural de su época, aparte de la magnífica arquitectura en papel de los proyectos del Premio de Roma en los que brillaba la grandiosa belleza de la composición e interpretación de Beaux-Arts, son el Louvre y la Opera de Charles Garnier (1862-1875). 


 



La primera de ellas es realmente la culminación de unos planes existentes desde mucho tiempo atrás para unir el Louvre, que ahora era fundamentalmente la sede de la galería nacional de arte, con las Tullerías, en donde residían habitualmente los gobernantes franceses desde la Revolución. Lo que nos  importa aquí es el estilo de las adiciones (Fig. 25.7). Por supuesto, evoca la arquitectura del antiguo Louvre (Fig. 21.22), y puesto que aquella no era en absoluto algo unificado, habiendo sido confeccionada por una sucesión de arquitectos, como hemos visto, la contribución de Napoleón III podía ser ecléctica sin escrúpulos. 


 



Pero como complemento a esta licencia para amalgamar artisticamente, aspiración común de la segunda mitad del siglo XIX, el nuevo Louvre exhibe una jactancia escultórica que supera a todo su pasado. Este efecto ha sido denominado «neo-barroco, y realmente tiene esa plasticidad y agitada masa de muros que asociamos con el siglo XVII. Pero lo que hace el nuevo estilo es exagerar los motivos de aquel período. Destacan especialmente la ampulosa elaboración de las buhardillas y la pródiga altura de sus tejados inclinados sobre los pabellones de los ángulos. Este tipo de tejado tiene una inclinación en dos planos, siendo el inferior más largo y escarpado. Se llama tejado de mansarda, por François Mansart, el tio-abuelo del Mansart que que diseñó el Versalles de Luis XIV. Nunca estuvo ausente de la práctica arquitectónica francesa desde el Renacimiento temprano; ya lo habíamos encontrado en las places reales de París. Pero ahora, en esta versión exagerada, el tejado de mansarda hizo furor. Era el rasgo arquitectónico que distinguía, más que ningún otro, al gusto del Segundo Imperio, como la policromía externa distinguía el gusto del alto estilo victoriano. 


 


 


 

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