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Quien visita Estambul suele incluir en su itinerario Santa Sofía y la Mezquita Azul. Sin embargo, al otro lado del Bósforo, en la parte asiática de la ciudad, se alza sobre una gran colina un edificio monumental, visible desde gran parte de la ciudad, y con seis minaretes -una distinción reservada a La Meca y Medina-, se encuentra la mezquita más grande de Asia Menor, la Mezquita de Çamlıca.


 Esta mezquita es más que un lugar de culto, representa la fortaleza económica de Turquía y su apuesta por la “modernidad”. Diseñada por Bahar Mizrak y Hayriye Gül Tutu, dos arquitectas turcas, cuya propuesta fue seleccionada por su combinación excepcional de tradición turco-islámica con influencias contemporáneas, además del enfoque integrado de diseño, que abarca espacios de culto, sociales, culturales y educativos.


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 La visita a la Mezquita de Çamlica comienza en el ascenso a la colina más alta de Estambul, desde la distancia, los seis minaretes, que alcanzan los 107 m, revelan la magnitud del edificio, que actúa como símbolo espiritual y urbano. 


Al llegar a la plataforma, que se encuentra a una cota inferior, el mármol blanco refleja la luz del sol, mientras las escalinatas conducen hacia la fachada principal. La composición sigue la tradición de las mezquitas otomanas clásicas, caracterizada por una planta centralizada con una gran cúpula principal, precedida por un patio monumental, evocando la maestría de las mezquitas de Mimar Sinan y el estilo clásico otomano que perfeccionó.  Es un edificio monumental y a la vez armonioso, con líneas y volúmenes que dirigen la mirada hacia el cielo, resaltando su carácter religioso. 


Antes de entrar, el visitante se descalza y se cubre en señal de respeto. Al cruzar la puerta principal la sensación de extrañeza, pronto se convierte en calma y en admiración por un lugar que impresiona por su grandeza y encanto. Se trata de un espacio diáfano en el que la gran cúpula, de 72 metros de altura y 34 de diámetro, se eleva sobre la sala principal de oración sobre cuatro robustas columnas, rodeada por cúpulas secundarias. El efecto es monumental y a la vez armonioso, con líneas y volúmenes que dirigen la mirada hacia el cielo, resaltando su carácter religioso. El impresionante tamaño del edificio y su capacidad para resistir terremotos se deben a la implementación de las más avanzadas técnicas y materiales de ingeniería estructural.


La luz natural entra desde la cúpula y los ventanales laterales, filtrada por vitrales azules y dorados. En las paredes encontramos caligrafía árabe y motivos geométricos, a modo de decoración. El suelo está cubierto por una alfombra que abarca toda la planta, mientras que el mihrab, que marca el eje de la quibla, y el minbar, están tallados en mármol.


La mezquita también resulta innovadora al incorporar espacios pensados para las mujeres, con áreas de oración amplias y bien situadas, zonas de abluciones propias, ascensores de acceso y servicios de cuidado infantil 


La iluminación nocturna de este edificio resalta su monumentalidad y orden geométrico, y transforma el espacio exterior que lo rodea en una experiencia interactiva para los visitantes. 


Al salir de nuevo a la explanada, se aprecia que la mezquita no es solo un lugar de culto, sino que forma parte de un complejo cultural que incluye una biblioteca de 3.500 m², un museo de arte islámico, salas de exposición de 11.000 m² y un auditorio para más de mil personas, quedando claro el objetivo de crear un espacio comunitario que integra religión, arte y educación.


Ivet ANSUATEGUI


 


 

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