HITCHCOCK, H.R., Arquitectura de los siglos XIX y XX. Manuales Arte Cátedra. Madrid, 1986.
p. 445-459 "La primera generación de la arquitectura moderna en Francia: Auguste Perret y Tony Garnier".
Perret en Le Havre tuvo un control más riguroso de la reconstrucción de la ciudad. La Place de l´Hotel de Ville, o al menos los tres lados que entre 1948 y 1950 sus asociados, compensan con mucho el fracaso del rascacielos de Amiens. Series de edificios de cuatro plantas, todos ellos llevados a cabo con el vocabulario reticuado de sus edificios parisinos oficiales de principios de los años 30, rodean una plaza hundida; el Hotel de Ville, en un estilo cercano al Beaux Arts, como su Musée des Travaux- Publics, ocupa el cuarto lado. Las tiendas se abren a la plaza bajo una columnata continua. Detrás, hay torres más altas con viviendas que se levantan sobre pequeños patios, estas dan un gran interés tridimensional al trazado formalista y absolutamente simétrico de esta parte del barrio construido. Despúes de su muerte se han construido grupos similares de edificios a lo largo del muelle sur. En conjunto la vasta obra de equipo es superior a los monumentos públicos de su jefe, el Hötel de Ville y la Iglesia de Saint Joseph, ambos proyectados en 1950 y terminados antes de la muerte de Perret.
Siendo como es, impresionante Le Havre de Perret en la lista internacional de la reconstrucción urbana de la posguerra, hoy parece curiosamente anticuado, y casi se puede decir que no es más que una mera realización en los años 1940 y 1950, de las aspiraciones de las primeras décadas del siglo. Ya que este periodo tuvo pocas oportunidades tan grandes como la de Perret de hacer urbanismo a gran escala, lo que él realizó es una grata adición al urbanismo de este siglo.
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págs.1263-1315.“En paz con el pasado. Las últimas décadas”
Pág-1303-1315. El "regreso" de la Histotia. La recuperacín de nuestras ciudades.
La resurrección fue una forma de expiación profundamente sentida. Centros de ciudades enteros como los de los destrozados puertos franceses de Nantes, Brest y St. Malo fueron amorosamente reconstruidos a partir de las huellas que quedaban, llegando a imitar en ocasiones los materiales erosionados y deteriorados. Budapest, Dresde y Nüremberg se levantaron de sus cenizas con su aspecto de siempre. Se dio prioridad sobre otros problemas urgentes de la Polonia de la postguerra a la cuidada reconstrucción de Varsovia, que había sufrido una destrucción casi total. Sólo relativamente pocas ciudades eligieron renunciar a sus viejos modelos de construcción en favor de un plan moderno. En Le Havre y Amiens, Auguste Perret supervisó los últimos programas de urbanismo estilo Beaux-Arts a gran escala. En Rotterdam, la ciudad moderna llegó por fin a la vida sobre suelo europeo, pero solo en la forma humanizada del revisionismo del Equipo X (Fig. 28.38).
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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"
4.- La reconstrucción en Italia,Francia y Alemania.
Perret recibe, ya en 1944, el encargo de estudiar el plan de reconstrucción de Le Havre casi completamente destruido en la parte central , pero las obras empiezan sólo en 1947 y prosiguen hasta la muerte del maestro, en 1954. El plan de Perret es, en realidad, un programa arquitectónico, que exige su desarrollo exacto hasta las últimas precisiones de la ejecución; de hecho, el maestro se reserva el provecto de los edificios principales, el Hôtel de Ville, la iglesia y los distintos grupos de viviendas organizando para este fin un atelier especial.
Toda la ordenación obedece a un módulo constante de 6,21 metros que hace posible la normalización y prefabricación de muchos elementos de construcción: en algunos edificios, de la estructura completa -vigas, pilares, forjados, en otros sólo lo que se refiere a tabiques, puertas, ventanas y escaleras. Se ha cuidado que la uniformidad de los elementos no produjese monotonía en el conjunto, variando oportunamente la disposición de los volúmenes, las combinaciones rítmicas e introduciendo, voluntariamente, algunos elementos excepcionales.
Esta gran experiencia ha demostrado las ventajas, pero también los límites, del pensamiento de Perret y su alejamiento de los problemas urbanísticos modernos. No posee una metodología urbanística que le permita distribuir las decisiones en tiempos y a escalas diversas; por grande que sea el campo, ve siempre su tema como un proyecto de arquitectura, donde el conjunto es regulado por los mismos criterios de simetría, de orden y de proporción que valen para las distintas partes.
El arquitecto se esfuerza así por agotar en un solo acto la creación de un nuevo organismo urbano, pero encuentra límites insuperables de espacio y de tiempo; de espacio, porque un único proyectista o un grupo de proyectista solo puede llegar a controlar cierta cantidad de trabajo, más allá de la cual el problema de la organización interna se convierte en algo intolerablemente complicado; de tiempo, porque toda la operación se relaciona con la situación económica, social y administrativa tal y como se presentaba en el momento del planteamiento, y debe acabarse antes de que esta situación se modifique demasiado.
La creciente complicación de la técnica y la velocidad de las transformaciones sociales y económicas reducen progresivamente estos límites y la obra de Perret queda cada vez más innatural. La arquitectura registra fielmente este contraste; Perret y su équipe sólo pueden resistir a la presión de los cambios externos acentuando el carácter mecánico de su repertorio compositivo, y el anciano maestro concentra su esfuerzo en los edificios más representativos, cayendo ya en el manierismo de sí mismo.
Esta involución se acentúa en la ordenación de Amiens. Se trata de una amplia plaza que interrumpe el anillo de boulevards delante de la estación ferroviaria, con edificios de arquitectura uniforme y una torre de más de cien metros de altura que invade el panorama de la ciudad a corta distancia de la célebre catedral. Las formas son aquí abiertamente neoclásicas, especialmente en la fachada de la estación: se trata de la última ordenación monumental de la tradición francesa, ya decididamente fuera de nuestro tiempo.