Imprimir
William GIBSON

GIBSON, William

  • Escritor
  •  
  • 1948 - Conway ( Carolina del Sur). Estados Unidos

MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002.


págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”


Y en tercer lugar, tenemos el espacio virtual o ciberespacio. El que utilizan arquitectos, ingenieros, diseñadores, músicos, etc., para proyectar y crear en el ordenador. El que puede conectar distintos espacios de edificios mediante sistemas computerizados, sin necesidad de recurrir a los espacios tradicionales en los que cada actividad tiene su sala y cada compartimiento está conectado por elementos peatonales y físicos. Ese lugar impalpable, que configuran los que hablan por teléfono o los cibernautas que se mueven a través de la infinita telaraña de Internet.


En diez años hemos pasado de hablar de las cualidades del lugar y la magia de las heterotopías," a aceptar el anonimato de los no lugares, la frialdad de la realidad virtual, la promesa de un ciberespacio que es puro presente este término que William Gibson inventó en su novela Neuromante (1984), con unos seres nómada prótesis artificiales, que malviven en los hoteles, en las entrañas de redes informáticas tridimensionales y en lanzaderas espaciales.


Tanto los no lugares como, sobre todo, el espacio virtual, se nos presentan con todo su carácter seductor -por la promesa de posibilidades y transformaciones inimaginables-, pero también con una cantidad de aspectos ocultos y negativos. 


No hay duda de que el espacio virtual constituye la más alta creación de la ambición humana, configurando un mundo laico totalmente fuera de las leyes de la naturaleza. Si Claude Lévy-Strausshabía considerado la ciudad como la máxima creación del hombre, ahora podemos señalar al ciberespacio no sólo como la máxima creación de la inteligencia y la ciencia sino también de la imaginación y la ficción, de la capacidad del hombre para soñar y crear.


Sin embargo, frente al optimismo de personas como Bill Gates, presidente de Microsoft, William Mitchell, autor de City of bites (1995)" o Javier Echevarría, profeta de la "Telépolis", autores muy diversos como Herbert I. Schiller, Micha Bandini o Vicente Verdú han señalado algunas de las contrapartidas ocultas del mundo virtual. En realidad, se trata de un "nuevo mundo" que se constituye como la más alta meta alcanzada por la sociedad estadounidense. El mito de la frontera y de la continua colonización, que ha sido el motor de Estados Unidos, llega a su más alto objetivo poblando todos los mercados, todas las redes de intercambio de información, todos los nuevos modos de relación y todas las mentes. Una sociedad metropolitana que tiende a rechazar los contactos corporales y que se basa en la desconfianza, el individualismo utilitarista y el consumo, ha conseguido imponerse. La cultura de la comunicación electrónica, pensada para tejidos formados por viviendas aisladas, segregadas en periferias suburbanas de baja densidad, tradicional y de la comunicación física. Se impone sobre otras culturas del espacio urbano. 


Evidentemente, la esencia de Internet y otras futuras redes internacionales de comunicación es su acceso libre tal como lo ha sido la del teléfono. Se puede potenciar, incluso, que todas las escuelas, bibliotecas e instituciones públicas dispongan de acceso a Internet. Y, de hecho, dichas redes cibernéticas pueden dar facilidades de trabajo a jóvenes expertos radicados en las periferias o pueden servir para coordinar organizaciones alternativas no gubernamentales.


Pero aunque estos nuevos medios de comunicación posean esta genuina vocación democrática, no hay duda de que existe una relación entre riqueza y acceso a los ordenadores. En un planeta en el que la mitad de sus habitantes nunca ha utilizado un teléfono, se está creando una nueva elite que, siguiendo las pautas de un darwinismo feroz, va a controlar la mayor parte de las vías de acceso al trabajo y a la riqueza, excluyendo a los que no están capacitados social, económica, intelectual o funcionalmente, para tener fácil acceso al mundo informático. 


Para los más entusiastas, la conectividad, la telepresencia, las ágoras electrónicas, los ciberorganismos y las ciudades de los bits nos están permitiendo entrar en una nueva era en la cual los sistemas de telecomunicación, los contactos incorporales, la inmaterialidad, la antiespacialidad y la asincronía van a ser las pautas dominantes. Para otros, críticos radicales, en cambio, la sociabilidad, las costumbres comunitarias, el contacto humano, la espacialidad física, la estructuración y equilibrio típicos de las peatonalizadas ciudades europeas, la tolerancia hacia los otros, la capacidad de reivindicación, asociación y rebeldía, son valores imprescindibles que están siendo puestos en peligro por un nuevo sistema elitista, individualista, fragmentario y consumista. En cualquier caso, se deben desarrollar perspectivas que sean críticas con la hegemonía de la tecnología y sus sistemas de dominación.


¿Cuál es el alcance de la crisis de la idea ya convencional de lugar ante el acoso de una nueva realidad basada en arquitecturas nómadas, espacios mediáticos, no lugares e interconexiones en el ciberespacio? ¿Se disolverá la arquitectura como espacio y la ciudad como estructura articulada o, por el contrario, siempre se necesitarán el espacio y el lugar por su función de legibilidad e identidad? En el futuro, los contenedores, con interiores poblados por sistemas de objetos, no configurarán ya un espacio sino un ambiente mediático; el protagonismo, entonces, ya no será de la arquitectura sino de la ingeniería y del diseño industrial. En cualquier caso, al concepto central de lugar le ha surgido recientemente la contraposición del no lugar. De todas formas, los conceptos y experiencias del espacio y el lugar están en continua transformación e, incluso, disolución. El lugar y el no lugar -como el espacio y el antiespacio- son polaridades límite. El espacio casi nunca es delimitadamente perfecto de la misma manera que el antiespacio casi nunca es infinitamente puro. Tampoco el lugar podrá nunca ser completamente borrado ni el no lugar se cumple nunca radicalmente. En nuestra condición presente, espacios, antiespacios, lugares y no lugares se entrelazan, complementan, interpenetran y conviven.


---

Subir