BANHAM, R., “Futurismo. Teoría y evolución” en Teoría y diseño en la primera era de la máquina. Edit. Paidos. Barcelona, 1977.
Págs. 117-131. "Futurismo. Teoría y evolución".
Sin embargo, antes de que apareciera el otro Manifiesto de importancia sobre las artes plásticas (el relativo a la escultura, con la sola firma de Boccioni, el 11 de abril de 1912), el alcance del futurismo se había ampliado mediante nuevos escritos y conferencias de Marinetti, y los pintores habían visitado Paris. Todo el aspecto del movimiento era distinto. La visita a París fue organizada, y en gran parte pagada, porMarinetti, pero sus relaciones personales en esa ciudad (Gustave Kahn, por ejemplo) no fueron de gran valor para los pintores. Severini, con todo, conocía a Braque; por su intermedio, los futuristas conocieron a Picasso y al resto del círculo cubista. La situación del cubismo en ese momento era muy interesante. Mirando hacia atrás, 1911 parece ser el año de culminación, en el cual la promesa de la Muchacha con mandolina de Picasso (1910) se vio plenamente cumplida con el Retrato de Kahnweiler y con Le Portugais de Braque; ambos cuadros presentan fragmentos formalizados de pintura representativa dispersos en un delgado espesor de espacio, cuya profundidad se señala sin recurrir a la perspectiva académica. El contacto con tales pintores y con esta pintura surtió un efecto galvanizador sobre los futuristas e hizo desaparecer la incertidumbre en cuanto al rumbo de su pintura: tomaron de los cubistas un repertorio, un linguaggio de dispositivos formales y de tratamientos de la superficie y los aplicaron a sus propios fines.
Llegados a este punto, es necesario subrayar que estos fines no eran los del cubismo. Este representaba el fin de una larga tradición reformista que se remonta, a través de Cézanne, hasta Courbet, y así lo reconocía Boccioni, por lo menos. Cuando se llegó a la etapa de escribir la estética del cubismo, esta estética fue tradicionalista y académica, en manera alguna tan revolucionaria
como la del futurismo, sobre todo porque el cubismo era una revolución dentro de la pintura misma, y no parte de una reorientación profunda hacia un mundo transformado. No obstante, semejanzas formales y superficiales en los cuadros, unidas a ciertas semejanzas literarias entre los escritos de Apollinaire y los futuristas, han llevado a creer que el futurismo derivaba del cubismo.
En verdad, el libro de Apollinaire Les Peintres Cubistes no apareció hasta 1913 y había sido anticipado no sólo por los manifiestos futuristas sobre pintura, escultura, literatura y música, sino también por distintos prefacios a los catálogos de las exposiciones futuristas de París (1912, 1913); en cambio, como surge de lo manifestado anteriormente, el interés futurista por la disolución de los cuerpos precede en más de un año al encuentro con el cubismo. Su interés por el desmembramiento de las formas era exclusivamente propio: lo que tomaron de Paris fue un método para llevarlo a la práctica. También era propio del futurismo el interés por el movimiento de los cuerpos, y lo aprendido de los cubistas fue sólo una convención para representar ese movimiento.