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KERR, Richard

  • Arquitecto y escritor
  •  
  • 1823 - Aberdeen (Escocia). Reino Unido
  • 1904


BENEVOLO Leonardo., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.85-124. “El primer modelo de ciudad en la época industrial: Haussmann y el Plan de Paris (1850-1870)”


Eclecticismo y racionalismo en la época de Haussmann.


Los arquitectos tienen poco que ver con las decisiones del plan de París, y se limitan a dar forma plausible a los edificios encargados por el gobernador, sin salir del ámbito de las conocidas discusiones de los estilos. Pero los nuevos deberes y las vastas experiencias, posibles gracias a los trabajos de Haussmann, solicitan, desde el punto de vista cultural, la aclaración de las disputas abstractas, y activan la crisis de la cultura académica.


La polémica entre neo-clasicismo y neo-gótico que, como se ha dicho, tiene su punto culminante en 1846 no puede concluir, naturalmente, con la victoria de uno u otro programa. De ahora en adelante la mayor parte de los arquitectos tienen presente el estilo clásico o el gótico, como posibles alternativas, y naturalmente no sólo estos dos, sino también el románico, el bizantino, el egipcio, el árabe, el renacimiento, etc.


Así llega a ser explícita y se extiende la postura que ha sido llamada eclecticismo, contenida virtualmente ya en la dirección retrospectiva de los neo-clásicos y de los románticos.


El eclecticismo resulta favorecido por el mejor conocimiento de los edificios de cada país y de cada período. Delannoy publica, en 1835, un estudio sobre los monumentos de Argel,  Coste en 1839, hace conocer los monumentos de El Cairo, y desde 1843 a 1854, los de Persia. En Inglaterra, O. Jones publica, en 1842, los relieves de la Alhambra de Granada. Circulan las primeras historias universales de la arquitectura, como las de Gailhabaud.


Los filósofos teorizan esta visión de la historia del arte como una sucesión de estilos igualmente válidos. Hegel intenta interpretar dialécticamente la continuidad de los estilos como una sucesión de tesis, antítesis y síntesis, y considera concluido el ciclo en nuestros días, recomendando finalmente a los contemporáneos el eclecticismo.


La práctica del eclecticismo, por otra parte, se realiza con más dudas que nunca. Los literatos de vanguardia, como T. Gauthier, atacan desde un principio: "Me hubiera gustado ser ladrón; es una filosofía ecléctica" , y los arquitectos más reflexivos expresan su perplejidad ante las contradicciones en que caen cada día en el ejercicio de su profesión. R. Kerr escribe:


  ¿En qué estilo arquitectónico quiere usted su casa?. El mismo arquitecto hace generalmente esta pregunta a su cliente, al principio de sus relaciones, y si él cliente no entiende de esta materia, puede maravillarse un poco al descubrir a lo que se le invita. Ejercitando un instinto cualquiera o quizá un capricho, debe escoger entre una media docena de "estilos" principales, todos más o menos contrapuestos entre sí, todos sus respectivos partidarios y detractores, y tanto más incomprensibles cuanto más a fondo se los examina, es decir, cuanto más a fondo se consideran sus contradicciones. El cliente perplejo se aventura a explicar que sólo quiere una sencilla casa confortable, sin ningún estilo, o en estilo confortable, si es que existe. El arquitecto, naturalmente, está de acuerdo; pero existen muchos estilos confortables, todos son confortables... Él debe escoger el estilo de su casa, como escoge el modelo de su sombrero. Tiene el estilo clásico, con o sin columnas, abovedado o adintelado, rural o urbano, o incluso palatino; puede adoptar el isabelino con la misma variedad, o también el renacimiento; o finalmente, por no nombrar los estilos menores, el medieval, el gótico, ahora de gran moda en cada una de sus formas, del siglo once, doce, trece, catorce; como lo prefiera: feudal, monástico, escolástico, eclesiástico, arqueológico, y así indefinidamente.


Pero verdaderamente a mí me gustaría una casa cómoda, simple, digna de un caballero; y-me permito repetírselo-no quiero ningún estilo. Verdaderamente querría que no tuviera ninguno, porque creo que costaría un montón de dinero y lo más probable es que no me gustara. Míreme bien; soy un hombre de gustos muy sencillos; no soy clásico ni isabelino, me parece que no soy renacentista, y estoy bien seguro de no pertenecer al medievo, ni al siglo once, ni al doce, ni al trece, ni al catorce. No soy feudal, ni monástico, ni escolástico, ni eclesiástico, ni arqueológico. Lo siento mucho, pero usted debería tomarme como soy y construir mi casa dentro de mi estilo. ¿Por qué él (el inglés normal) no puede tener una casa inglesa normal, construida para necesidades inglesas normales?...


Sin embargo, se leen también, frecuentemente, abiertas defensas del eclecticismo, que reproducen seguramente la opinión de un vasto sector del público:


“Lejos de sacrificarse a la moda, jamás el arte se ha expresado con mayor independencia, y esto será la honra de nuestra época que acoge todos los estilos, todos los géneros y todas las maneras, porque, siendo la educación artística más completa y difundida, se aprecia mejor la belleza de cada obra y de cada estilo, mientras que anteriormente todo aquello que no estaba de acuerdo al gusto del día, era mirado con desprecio y rechazado. En aquellos tiempos se tenía tan poco respeto por los estilos pasados de moda, que un arquitecto encargado de restaurar la fachada de una iglesia gótica no dudaba en levantada en otro estilo distinto, griego o romano. Hoy, en cambio, las artes no siguen la moda; no sólo los edificios antiguos se restauran en su estado primitivo con conocimiento y erudición que honran a nuestros artistas, sino que vemos cómo el mismo arquitecto construye aquí una iglesia renacentista, allá una iglesia románica, amén de un municipio en estilo de Luis XIV y un templo gótico; y otro en el mismo barrio construye una casa Luis XV, un cuartel Luis XIII y un palacio de justicia en bellísmo estilo neo-griego.”

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