Págs.445-549 .“Un código virtual"
El neorrealismo nace relacionado con el movimiento hacia la arquitectura orgánica, promovido por Zevi en 1945, y puede afirmarse que, como el neoempirismo escandinavo, como el Bay Region Style y como otros movimientos llamados regionalistas, constituyó, se quiera o no se quiera, su versión italiana. La crítica de la arquitectura orgánica hacia el racionalismo, a su abstracción ideológica, a su vocación tecnológica o a su purismo lingüístico; las exhortaciones del movimiento orgánico para recuperar los aspectos psicológicos, ambientales y naturales, para redimensionar la escala de las intervenciones, para adaptarse más pragmáticamente a las condiciones: histórico-sociales propias de cada colectividad, se entendieron, correcta o equivocadamente, y junto con las orientaciones de Gramsci para una cultura nacional-popular, como los parámetros de referencia para la obra de reconstrucción y, en general, para la nueva arquitectura de la nueva Italia surgida de la Resistencia.
Por otra parte, estos parámetros parecían adaptarse a una situación objetiva que existió en el país durante más de una década, desde el final de la guerra: la fuerte demanda de viviendas, la pobreza de la industria, la necesidad de que en la obra de reconstrucción se utilizase una enorme cantidad de mano de obra no cualificada, fenómenos que llevaron a aquel emblemático «Plan de incremento del empleo obrero-viviendas para trabajadores», que trataba de resolver mediante un único recurso una necesidad doble. Y si en otros países la reconstrucción de la industria precedió a la del patrimonio arquitectónico, no fue posible en Italia: a) porque en muchas regiones la industria no podía ser reconstruida, primero había que implantarla; b) porque la construcción de viviendas trataba de reparar no sólo el daño causado por la guerra, sino también una antigua injusticia social; c) porque la propiedad inmobiliaria ha desempeñado siempre un papel importante en la economía nacional. Una situación, por tanto, de extrema urgencia que parecía impedir todo programa a largo plazo, imponiendo la utilización inmediata de todas las fuerzas disponibles: el capital público, la inversión privada y las aptitudes artesanales del sector de la construcción, recurriendo a obreros del campo, cuyo éxodo se inicia precisamente en estos años.
Si bien fueron la pequeña burguesía y algunos sectores de la élite proletaria quienes iban a disfrutar de los nuevos barrios subvencionados -y éste es el campo de mayor interés en el período que estudiamos, e incluso en la época actual- los nuevos asentamientos se concibieron y proyectaron para los que habían perdido sus hogares, para los chabolistas y para los inmigrados del campo. Pareció lícito, por tanto, abandonar el modelo de las Siedlungen y de los propios conjuntos construidos por las instituciones autónomas con viviendas populares de imagen protorracionalista, estableciendo para estas nuevas categorías de usuarios un hábitat que reprodujese, aunque con distintos estándares, un ambiente de barrio obrero urbano y tradicional o de comunidad rural. Como se ha observado, el lenguaje arquitectónico para realizar tal programa parece que «pudiera sólo encontrarse recurriendo a un patrimonio de formas y de métodos que con aproximación podría definirse como cultura artesana, cuya actualidad y validez se ponía de manifiesto por el propio Pagano en una de sus célebres colecciones de fotografías. El gusto por lo espontáneo, por lo rústico y lo anónimo, había tenido ya, por otra parte, un fuerte arraigo a lo largo del siglo, por así decirlo, estaba ya en la sangre de aquella generación de mediana edad que en aquel momento mantenía el timón de la cultura arquitectónica». Retomando nuevamente nuestro código virtual, puede decirse que es otra vez la componente de la «historia» (entendida ahora en un sentido vernáculo) la que predomina sobre la de la «utopía».
Dentro de este espíritu nacieron, con las correspondientes diferencias ambientales, el barrio de Tiburtino, en Roma, de 1950, obra de un grupo dirigido por Ridolfi y Quaroni; el barrio de La Martella, de Matera, en 1951 (a cargo de Quaroni); las Case INA, realizadas por Ridolfi en el viale Etiopía de Roma en el mismo año, considerado por muchos como la obra maestra de la arquitectura italiana de la primera postguerra. Estos fueron los ejemplos neorrealistas más conocidos, pero otros muchos conjuntos de la misma tendencia se realizaron en los cincuenta en diversas localidades italianas, especialmente en el centro y en el sur, y proyectados fundamentalmente por arquitectos de la escuela romana.
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pág. 205-211. Antes de 1932, Pagano ya había hecho su contribución a la polémica en torno a la evolución de un estilo nacional apropiado, pues en 1930 había empezado a dirigir la revista Casabella en colaboración con el diseñador y crítico de arte turinés Edoardo Persico. Ambos se esforzaron, a través de sus editoriales, en persuadir a los miembros indecisos del Novecento de que abandonasen el stile littorio de Piacentini en favor del racionalismo de Terragni. En 1934, Persico describió así la difícil situación de los racionalistas: <
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Pág. 183-192.“Del racionalismo al revisionismo: La arquitectura en Italia, 1920-1965”
El racionalismo. El segundo movimiento progresista de posguerra nació en 1926 con la formación del Gruppo 7. Los componentes de este grupo entre ellos Adalberto Libera (1903-1963), Luigi Figini (1903-1984) y Gino Pollini (1903-1991) eran todos estudiantes del Politécnico de Milán y pertenecían a una nueva generación de posguerra. Sus objetivos quedaron resumidos así en la revista Rassegna italiana: «La herencia de los vanguardistas que nos han precedido era (…) una verdadera furia devastadora (…) El distintivo de la juventud de hoy día es un deseo de lucidez y de ciencia (…) Nosotros no queremos romper con las tradiciones. La nueva arquitectura, la verdadera arquitectura, debe ser el resultado de una estrecha asociación entre la lógica y la racionalidad. El programa de los racionalistas, con su fusión de funcionalismo y espíritu clásico, estaba tomado en buena parte de los artículos de Le Corbusier en L'Esprit Noucean. Los líderes intelectuales de este movimiento eran el crítico de arte Edoardo Persico (1900-1936) y el arquitecto Giuseppe Pagano (1896-1945), director y redactor jefe, respectivamente, de la revista Casabelia desde finales de la década de 1920...
...La reconstrucción en la posguerra. Bajo el fascismo, el desarrollo del movimiento moderno internacional se había visto relativamente libre de interferencias políticas, a pesar de la existencia de elementos antagonistas dentro del Partido Fascista. Por tanto, en Italia se produjo una notable continuidad entre la arquitectura anterior y posterior a la II Guerra Mundial. Pero, paradójicamente, hubo también fuertes presiones revisionistas. Puesto que la mayoría de los arquitectos modernos italianos habían sido firmes defensores del fascismo, la profesión se sintió obligada, tras la caída de ese régimen, a buscar una nueva identidad arquitectónica. Los arquitectos se vieron envueltos en una sucesión de debates ideológicos que abrieron la tradición moderna a nuevas interpretaciones. En estos debates, Milán y Roma representaban dos polos opuestos. Los arquitectos milaneses seguían el programa racionalista de preguerra establecido por Persico y Pagano asociando así el racionalismo con la política izquierdista.
En Roma donde el racionalismo nunca había sido una fuerza poderosa la crítica a los racionalistas la organizó el arquitecto y critico Bruno Zevi (1919-2000). En dos libros, Verso un'architettura organica (1945) e Historia de la arquitectura moderna (1950), Zevi abogaba por una arquitectura más humana que siguiese el ejemplo de Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto. Su Asociación para la Arquitectura Orgánica anunciaba el fomento de una «arquitectura para el hombre, moldeada según la escala humana y según las necesidades espirituales, psicológicas y actuales del hombre en asociación. La arquitectura orgánica es, por ende, la antítesis de la arquitectura monumental que sirve a la mitificación estatal».
En su ataque a la arquitectura de la era fascista, la crítica de Zevi apuntaba tanto al neoclasicismo como al racionalismo. Pero Zevi compartía la mayor parte de los ideales de los racionalistas, en particular el de crear una arquitectura genuinamente moderna en la que el progreso social y la innovación técnica fuesen de la mano. Estas esperanzas se hicieron añicos cuando, en 1948, al inicio de la Guerra Fría, los cristianodemócratas de centro-derecha retomaron el poder. Lejos de iniciar un programa de reforma social y modernización técnica, ese gobierno se concentró en apuntalar la maraña de los grupos de interés ya existentes dentro de la industria de la construcción. En 1949 se creó el INA Casa (Instituto Nacional de Seguros), con el objetivo de hacer «previsiones para el crecimiento del empleo, facilitando la construcción de viviendas obreras».' La prioridad concedida a la reducción del desempleo provocó el efecto de inhibir el avance técnico en un sector mayoritariamente anclado todavía en un nivel preindustrial.
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2.- Los resultados de las investigaciones marginales en Francia e Italia...
En Italia, como ya hemos dicho, los arquitectos modernos se comprometen, desde un principio, en el intento de adaptarse a las directrices del régimen fascista; mientras este intento sigue su curso y parece poder tener éxito, casi todas las obras, incluso las mejores, presentan un carácter demostrativo que falsea su carácter y que, hoy, a distancia de tiempo, las envejece completamente: así ocurre con los edificios modernos de la ciudad universitaria de Roma (con la parcial excepción del Instituto de Física de Pagano), con la estación de Florencia, con la Casa del Fascio en Como. En otros casos, los resultados de la injerencia política son todavía más graves: se buscan absurdos efectos monumentales, se tergiversan los volúmenes lisos del lenguaje racionalista por las murallas a lo Piacentini, como, por ejemplo, en el proyecto de Terragni para el palacio del Littorio en la via dell'Impero, o en muchos proyectos del concurso para la E 42 realizados por los racionalistas.
Sólo después de 1936, cuando han caído las ilusiones de poder controlar los grandes encargos oficiales, los mejores buscan ocasiones más limitadas y es aquí donde nacen las mejores obras de la arquitectura italiana anterior a la guerra: dos pabellones y una biblioteca en Roma, de M. Ridolfi; la sede de la Universidad Bocconi, en Milán, de Pagano y G. Predaval; algunos montajes de exposiciones, de Franco Albini (1905-1977); el barrio intensivo en la desembocadura del Bisagno en Génova, de Luigi Carlo Daneri (1900-1972); el dispensario de Ignazio Gardella (n. En 1905) en Alessandria; los hangares de Pier Luigi Nervi (1891-1979) en Orbetello . Tras cada una de estas obras existe una paciente y apasionada búsqueda personal -véanse los estudios de Ridolfi sobre modulación de puertas y ventanas y sobre muebles fijos que, sin embargo, se detiene inevitablemente cuando llega a determinada escala, más allá de la cual se convierte en pura teoría; el barrio «Milano verde de Albini, Gardella, Minoletti, Pagano, Palanti, Predaval y Romano, la «città orizzontale» de Pagano, Diotallevi e Marescotti, el barrio de Rebbio de Terragni y Lingeri no son más que propuestas demostrativas, hechas sabiendo que las posibilidades de realización eran muy remotas.