La arquitectura moderna se enfrentó a uno de los conceptos que había asumido la tradición académica. El concepto de “carácter”, tal como lo reelavoró Antoine-Chrysostone Quatrèmere de Quincy, desde la Encyclopédie méthodique (1788), en la que escribió el largo artículo “caractere”, hasta el tardío Dictionnaire Historique de l’Architecture (1832), constituye una síntesis racional de los diversos tratados de Germain Boffrand (1745), Jacques-François Blondel (1771-1777) y Etinne-Louis Boulée (1793). Todo ello encuentra su expresión en el concepto de architecture parlante en la inspiración inicial en la naturaleza y en las cuatro estaciones tal como se manifestó en la segunda mitad del siglo XVIII. Boulée habló del carácter grave, sublime, agradable, elegante, pintoresco, ligero, triste, alegre, pomposo y noble. Robert Morris había hablado en sus Lectures on Architecture (Londres, 1734) de tres clases de arquitectura: grave, jovial y encantadora. Se podría hablar también de carácter masculino, femenino, sereno, simple, etc. Nicolás Le Camus de Mézières insistió en que incluso cada espacio interior debe tener su carácter particular. Según él cada objeto posee un carácter que le es propio. En esta sistematización de las sensaciones y de lo irracional a través de la luz y los colores,Le Camus estableció diversos tipos de carácter: distintivo (la ligereza de la arquitectura gótica), esencial (solo lo poseían los egipcios y los griegos), ideal (las obras de los genios que escapan a las reglas) e imitativo (el que obedece a reglas).
Quatremère de Quincy propuso una síntesis cartesiana de dicha atribución de carácter a la composición estableciendo tres tipos -esencial, distintivo y relativo (ideal e imitativo)- y fundamentando los diferentes estilos en razón de diferentes orígenes y condicionantes climáticos: la cueva y la profundidad en los pueblos cazadores de la India; la verticalidad y ligereza de la tienda de campaña de los pastores de China; y la naturalista cabaña primitiva -con columnas y frontones- de los pueblos europeos agricultores en Grecia (la armonía) y Roma (el lujo).
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Págs.14-60. 1ªPARTE. LA FORMACIÓN DE LA CIUDAD INDUSTRIAL. “La Revolución Industrial y la arquitectura (1760-1830)”
A) Los progresos científicos y la enseñanza.
Francia, que está a la vanguardia del progreso científico, sirve también de modelo en la organización didáctica. La enseñanza de la arquitectura se imparte durante el ancien régime en la Académie d'Architecture, fundada en 1671.Esta institución goza de gran prestigio, y se preocupa de conservar la tradición clásica francesa y el grand goût, pero manteniéndose abierta a las nuevas experiencias y al progreso técnico, discute las teorías racionalistas y participa con viveza de la vida cultural de su época.
Entre tanto, los encargos siguen aumentando en complejidad y extensión, lo que fuerza a la administración del Estado a formar personal técnico especializado; las tradiciones humanísticas de la Academia y de su escuela no son las más adecuadas para formar técnicos puros, por lo que en 1747 se inaugura la Ecole des Ponts et Chaussés, para preparar al personal del Corps des Ponts et Chaussees, fundado en 1716, y en 1748 se instituye la Ecole des Ingénieurs de Mézières, de la que salen los officiers de Genie. La enseñanza se fundamenta sobre una rigurosa base científica.
Por primera vez se establece la dualidad «ingeniero», «arquitecto»; por el momento, el brillo de la Academia hace sombra a las prosaicas escuelas de caminos y puentes y de Mézières, y los ingenieros parecen destinados a ocuparse de temas secundarios; sin embargo, el progreso de la ciencia actúa de tal modo que amplía el campo de atribuciones de los ingenieros y restringe el de los arquitectos. La Academia llega a un punto en el que comprende que las disputas sobre los respectivos papeles de la razón y del sentimiento en el arte no son sólo discursos teóricos, sino signos de una irresistible revolución cultural y organizativa, llegando a encerrarse poco a poco en la defensa a ultranza del «arte» contra la «ciencia».
La intervención de la Revolución cambia aún más la situación. La Academia de arquitectura, como la de pintura y escultura, es suprimida en 1793; la escuela es mantenida provisionalmente y, cuando en 1795 se forma el Institut para sustituir a las viejas academias, la escuela pasa a depender de la sección de arquitectura de la nueva corporación
El control de los trabajos para la administración estatal pasa, sin embargo, al Conseil des Bâtiments civils, que organiza una escuela propia «para los artistas encargados de dirigir las obras públicas». Por otra parte, con la supresión de la Academia, el título de arquitecto pierde todo valor discriminante; previo pago de una tasa, cualquier persona con deseos de dedicarse a la arquitectura puede hacerse llamar arquitecto, sin importar para nada los estudios realizados.
Estas disposiciones empobrecen el prestigio, ya escaso, de los arquitectos, al tiempo que queda reforzada la postura de los ingenieros, al reunir todas las enseñanzas especializadas en una organización única. Entre 1794 y 1795 se funda la Ecole Polytechnique, utilizando en buena parte el personal de la escuela de Mézières; la escuela acoge a un número limitado de jóvenes, después de haber realizado un severo examen y de haber demostrado su «inclinación hacia los principios republicanos»; estudian en común durante un bienio, luego pasan a las escuelas de especialización: la Ecole des Ponts en Chaussées de París, la Ecola d'Application d'Artillerie et de Génie Militaire de Metz, la Ecole des Mines de Paris, la Ecole du Génie maritime de Brest. El plan de estudios basado en las matemáticas y en la física, es fijado por Monge.
El ejemplo francés es seguido por muchos otros Estados continentales; en 1806 se funda una escuela técnica superior en Praga, en 1815 en Viena, en 1825 en Karlsruhe. El plan de estudios - en éstas como en otras escuelas que vendrán- se adapta siempre al modelo parisiense.
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