Desde mediados de la década de 1960 la profesión de arquitecto a desempeñado un papel ambivalente, tanto en la defensa del interés público mediante acciones sociales, como en la acción de recrearse en la tecnología como forma de arte dentro del ámbito de la arquitectura.
En la década de 1960 se dio un retorno de una creatividad reprimida de planteamientos urbanos utópicos y megaedificios, demasiado excepcionales para la práctica general, por lo que resguardaron bajo el paraguas de la creatividad. Se dio un momento de cierto romanticismo por un futurismo postapocalíptico de ciudades destruidas, ciudades andantes, cúpulas y células habitacionales, que marcaron una época de ideología tecnocrática de Buckminster Fuller, promovida por el grupo Archigram. Esta tendencia tuvo mayor impacto en Japón, con el movimiento metabolista y, sobre todo, en Reino Unido, donde se produjo un desarrollo de tipo Dymaxion.
También en esta época se reconoció la perdida de la identidad y el empobrecimiento del entorno urbano que el reduccionismo de tabla rasa del movimiento moderno había producido. La racionalidad cartesiana y la explotación económica produjeron el empobrecimiento y destrucción sistemática de la cultura urbana, dando paso posteriormente a la crítica antiutópica y contextualista del movimiento posmoderno.
Iker AIZPURU