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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs. 131 - 147.“Mitos nacionales y transformaciones clásicas”


Además del tradicional juego de piezas de la construcción de fábrica, también estaba la característica bóveda tabicada catalana, hecha de capas superpuestas de rasillas. Combinada con el hormigón armado, la bóveda a la catalana resultaba muy adecuada para fábricas y almacenes en los que era necesaria la protección contra el fuego, y así surgió una especie de estilo vernáculo industrial en el área de Barcelona, basado en una nave abovedada e iluminada cenitalmente, con crujías paralelas y techos bajos y curvos sobre pilares. La bóveda tabicada podía también usarse con geometrías sinuosas, de modo que unas superficies delgadísimas podían salvar considerables distancias sin necesidad de nervaduras ni vigas. Gaudí experimentó esta tecnología en la cubuerta de la escuela cercana a la Sagrada Familia (una bóveda ondulada que combinaba curvaturas cóncavas y convexas), pero hubo otros que hicieron de los remates de cubierta sinuosos o quebrados prácticamente un rasgo distintivo de Barcelona. La fábrica Aymerich I Amat en Tarrasa, proyectada por Lluis Muncunill en 1907, combinaba una cubierta ondulada con un armazón de esqueleto; otros almacenes de la época tenían lucernarios recortados en los huecos dejados entre las filas paralelas de cubiertas salientes. Estamos ante el caso de una característica tecnología local que combinaba la artesanía con el industrialismo, y que abría paso a unos efectos especiales extraordinarios.

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