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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”


Su obra en la Ciudad de México, realizada entre mediados y finales de los años 1930, respondía claramente al Estilo Internacional pero el arquitecto pronto dejó atrás este vocabulario exiguo y plano para hacer una arquitectura de mayor peso visual, textura y presencia emocional, representada por sus diseños paisajistas del Pedregal,  al sur de la ciudad de México, de mediados de los años 1940.Allí Barragán creó una arquitectura de planos rectangulares abstractos, muros de roca volcánica y superficies deslizantes de agua, que aunaban un sentido moderno del espacio con una metamorfosis de tipos mexicanos recurrentes como la habitación al aire libre, la plataforma y el interior secreto. La abstracción moderna, proporcionaba a Barragán los medios para destilar los recuerdos personales y penetrar en el pasado a varios niveles. 


Cuando estalló la I Guerra Mundial en 1914, la fase pionera de la arquitectura moderna había correspondido principalmente, a varias ciudades y centros industriales europeos y norteamericanos. En el túmulo de los años 1920, la arquitectura moderna cristalizó sus formas básicas, amplió su alcance funcional y geográfico, y prestó servicio a toda una variedad de visiones sociales y programas ideológicos de renovación con un amplio espectro político. Gradualmente, el dominio de los símbolos y los estilos anteriores se fue debilitando a medida que las nuevas formas ocupaban su lugar. En la década de 1930 la expansión, ampliación y diversificación continuaron, al tiempo que se establecían conexiones con otras tradiciones, recientes y antiguas,y que se alzaban lugares lejanos de Africa y Asia, América latina y Oriente Próximo. Pese al freno de la política reaccionaria y el tradicionalismo, la arquitectura moderna se estableció sobre unos fundamentos ampliamente asentados. En efecto, se trataba de una nueva tradición con varias corrientes intelectuales y territoriales, que seguiría desarrollándose y transformándose en el mundo de posguerra.


Págs. 491-511.“Proceso de asimilación. Ame. Latina, Australia, Japón”.


La figura clave para el descubrimiento de una arquitectura moderna llena de ecos mexicanos fue Luis Barragán. La mayoría de sus obras fueron para clientes ricos y exclusivos radicados en las afueras suburbanas de Ciudad de México, y el arquitecto descubrió maneras de conferir a un enclave de gente adinerada cierta solidez urbana al tiempo que intensificaba la experiencia de la naturaleza. Como se ha mencionado anteriormente (páginas 390-391), el estilo maduro de Barragán comenzó a surgir en sus proyectos de jardines y paisajes de mediados de los años 1940, tales como El Pedregal, donde austeras plataformas de lava y planos murales abstractos canalizaban el flujo de los espacios exteriores y unían cascadas y estanques. Entre las principales influencias de su formación estaba la Alhambra de Granada, en el sur de España (que visitó en 1924), con sus vistas de ensueño, sus jardines acuáticos, sus cambios de ejes y su atmósfera surrealista; también asimiló los austeros muros de los conventos y viviendas campesinas de México, con sus patios y jardines volcados hacia el interior. Barragán miraba más allá de la imaginería maquinista del Estilo Internacional, buscaba algo más profundo; cultivaba el gusto por la corriente metafísica del Surrealismo europeo (por ejemplo, De Chirico y Magritte), pero también empleaba los recursos modernos de la abstracción para destilar presencias ocultas y condensar imágenes de varias épocas de la historia. En sus manos, los patrones espaciales heredados de la arquitectura moderna se usaban para servir a una especie de conservadurismo místico: una poesía del retiro y la contemplación privada.


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