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FRAMPTON Kenneth., “Charles Rennie Mackintosh y la Escuela de Glasgow, 1896-1916” enHistoria crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.  Págs.74-78.


Exteriormente, la fachada blanca, contenida pero moldeada, de los salones de té de Willow era del mismo género que los proyectos de casas parecidas a las de Voysey proyectadas por Mackintosh a finales de siglo, o que las dos casas enfoscadas casi señoriales que realizó en Kilmacolm y Helensburgh entre 1899 y 1903. Como ha escrito Robert Macleod, “estas casas eran la expresión de un desaliño consciente y revelaban una actitud opuesta a lo bonito, que tenía sus principales exponentes históricos en William Butterfield y Philip Web”. El obstinado intento por parte de Mackintosh de fundir lo ornamental con lo desalineado a menudo estaba lejos de resultar afortunado, y las casas parecen algo caóticas e indecisas cuando se comparan con la magnífica y extraordinariamente influyente “Casa para un amante del arte” diseñada por Mackintosh como propuesta para el concurso restringido organizado en Darmstadt por Alexander Koch en 1901.


La “Casa par aun amante del arte” – no realizada en su momento, pero construida en 1996 en Glasgow- y la Escuela de Arte representan la contribución de Mackintosh a la corriente principal de la arquitectura del siglo XX. Con la casa creó una obra que superaba con mucho las restricciones del modelo tradicional de Voysey y llegaba a exhibir una plasticidad formal de apariencia casi cubista. La organización de la casa en torno a unos ejes compensados y su división en dos masas longitudinales principales -que parecen estar a punto de realizarse una con respecto a otra – daba como resultado una composición tensa pero consolidada; y el enriquecimiento de unas superficies, por lo demás lisas, con ventanas cuidadosamente proporcionadas y con acentos ocasionales de ornamentos en relieve indica enseguida la gran influencia que debió ejercer sobre Josef Hoffmann, en particular en el proyecto del palacio Societ en Bruselas, de 1905. En todo caso, nada podía estar más alejado de la rusticidad campesina del diseño ganador de Baillie-Scott.

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