CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.
pág.161-169. "Las de Coimbra y Mafra son bibliotecas reales, pero los monarcas portugueses que las mandaron construir no poseían coleccciones capaces de llenar aquellos espacios, por lo que la de Mafra permanecería parcialmente vacía hasta bien entrado el siglo XIX. En otros lugares de Europa sin embargo, los monarcas reunieron enormes colecciones de libros, unas veces para su propio uso y otras para disfrute del público en general. De estre estas últimas, la más espectacular fue la Hofbibliiothek. La ubicación de esta biblioteca imperial de los Habsburgo se suele interpretar de forma incorrecta. En la actualidad se encuentra en el centro de Viena, pero en la época en que se alló erigida se hallaba en la periferia de la ciudad. Su fachada principal daba a una fachada nueva, la Josefplatz, pero la posterior se encontraba orientada directamente hacia el glacis, al otro lado de la muralla, un terreno despejado que ejercía una función defesiva en consonancia con este emplazamiento, la fachada es una mezcla de arquitectura palaciega y militar. La base del edificio, de sillares almohadillados, aparece cortada en talud como si fuera el muro que rodea una fortaleza, mientras que la fachada palaciega que se yergue por encima de esta base exhibe columnas geminadas que recuerdan al nuevo frontal del Louvre diseñado por Claude Perrault en 1680. Aunque conectada con el Palacio, la Hofbibliothek se concibió en todo momento como biblioteca pública destinada a albergar una colección nacional y desde el principio se quiso accesible para todos a excepción "de ignorantes, criados, holgazanes, charlatanes y curiosos".
Mientras que el exterior de la Hofbibliothek es relativamente austero, su interior nos ofrece una escenografía ostentosa. Esta teatralidad no es fruto del azar. La época en que Shakerpeare dejó escrito que "el mundo entero es un teatro" sentía devoción por la escena y el espectáculo efectista. Se gastaban las grandes sumas de dinero para la producción de complejas escenografías para procesiones, mascaradas, bailes y ceremonias de toda índole. Al ser tales espectáculos efímeros por su propia naturaleza, nuestra actual comprensión de lo que en ellos sucedía se limita a lo que vemos en grabados y descripciones del momento. Sabemos que estaban pensados para reforzar la sensación de pertenencia a una comunidad nacional superior mediante celebraciones colectivas en las que participan conjuntamente el monarca y el pueblo. Proporcinaban a la población, la ocasión única de interaccionar directamente con los gobernantes en un contexto lúdico. Aquellos espectáculos tenían que asombrar y entretener en la misma medida: había desfiles de animales, actuaciones de bufones y músicos y carrozas de esmerada decoracion, y se erigían arcos efímeros para la ocasión, contratándose ex profeso arquitectos y artesanos para su diseño y construcción. Los equivalentes modernos de aquellos festejos (carnavales, ceremonias de inauguración y actos nacionales) palidecen al compararse con aquellas ostensosas exhibiciones. También los teatros permanentes se transformaban mientras duraran las celebraciones, pues los proscenios con arcos sustituían a los escenarios redondos de los viejos teatros. El proscenio marcaba el ángulo de visión, de forma que los decorados de una obra se organizaban con planos progresivamente alejados del público. Es precisamente este contexto de las representaciones públicas y la escenografía, el que nos ayuda a entender la decoración de la Hofbibliothek, entre otras cosas porque su arquitecto fue uno de los principales escenógrafos y decoradores de su tiempo.
Johann Bernhard Fischer von Erlach (1756-1723), nació en Graz, al sur de Austria. Es poco lo que sabemos de sus primeros años. Era el hijo de un escultor que abastecía de obras decorativas a la aristocracia local y seguramente se formó como estatuario a las órdenes de su padre antes de viajar a Roma, aún adolescente, para trabajar, como escultor en el taller de Johann Paul Schor, un artista austriaco que había emigrado a Italia. Schor, que trabajaba con sus hijos Philipp y Cristoph, fue conocido en Roma como Giovanni Paolo Tedesco. El taller estaba especializado en arquitectura efímera para los grandes desfiles públicos y también en la creación de pinturas y esculturas destinadas a interiores. Seguramente a través de Tedesco ´y gracias al trabajo de este último para la exreina Catalina de Suecia - pudo Fischer von Erlach entrar en contacto con el escultor y arquitecto Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), a la sazón principal exponente del arte barroco en Roma. Aproximadamente una década después, Fischer abandonó Roma y pasó tres años al servicio del Marqués del Carpio, virrey de la corona española en Nápoles, antes de regresar definitivamente a Austria en 1686.
La experiencia italiana de Fischer le valió el nombramiento como instructor en arquitectura del hijo del emperador, el futuro José I. Añós después aquel cargo se convertiría en el de superintendente de su majestad imperial para los Edificios de la Corte y Construcciones de Recreo, aunque para aquel entonces Ficher von Erlach ya se había consagrado como el principal arquitecto de Austria y era una figura admirada por los círculos académicos. Leibniz propuso su ingreso en la Academia Imperial de las Ciencias y el propio Fischer entregó un manuscrito de su tratado "Ensayo de una arquitectura histórica- Entwurff einer gistorischen Architektur", al emperador Carlos VI que había sucedido a José I en 1711. No fue por lo tanto, una sorpresa que el monarca le confiara a Fischer el diseño de la Biblioteca Imperial. Aunque hacia 1711 su arquitectura ya empezaba a parecer un poco anticuada para los modelos contemporáneos italianos, a Fischer se le seguía considerando el primer arquitecto austriaco del momento.
La arquitectura de los siglos XVII y XVIII gira entorno a la creación de efectos. Los arcos que dividen las tres salas de la Biblioteca Joanina parecen de mamposteria, aunque en realidad no contienen otra cosa que madera y escayola. No importa. Lo que cuenta es lo que ven los ojos, no el método empleado para conseguir que lo vean. Es esa la sensación que aportan el estucado y otras técnicas que emplean materiales de imitación. La técnica de la scagliola o del estuco-mármol consiste en crear acabados parecidos a los del mármol en superficies de yeso, combinando para ello pintura con polvo de marmol o recurriendo el alabastro. El procedimiento del veteado produce el efecto de las maderas nobles miediante el uso de pinturas al aceite. Ambas técnicas gozaron de una gran popularidad a lo largo de los siglos XVII y XVIII y permitieron simular materiales suntuarios a un coste razonable. El interior de la Hofbibliothek tardó casi treinta años en completarse. Como suele suceder en las bibliotecas del Rococó, aparecen mezclados los materiales auténticos y los falsos, de tal modo que distinguirlos resulta imposible. El espacio se vertebra a lo largo de una serie de arcos, como si el espectador entrara en un decorado y fuera pasando por una secuencia de bastidores cada uno de los cuales parece ocultar una parte del siguiente, como si la totalidad de la escena no pudiera verse desde ningún ángulo y el espectador fuera incapaz de comprender la escala total.
El núcleo de la biblioteca lo constituye un espacio oval cubierto por una cúpula y creando para proyectar la atención sobre la gigantesca estatua de Carlos VI situada en el centro. Lo rodean otras estatuas más pequeñas a tamaño natural, de los antepasados del monarca. Se suele citar este espacio como inspiración de todas las cúpulas de biblioteca construidas en el siglo XVIII. Probablemente la atribución no es enteramente cierta, ya que la construcción de la Hofbibliothek resultó un proceso lento. Se empezó a perfilar el proyecto en 1716, y los cimientos se pusieronen 1722, aunque el edificio no estuvo terminado hasta 1730. Lo de Wolfenbüttel se había concluido en1710 y debió de ser bien conocida. Una versión menos espectacular de la misma planta la encontramos en la biblioteca parisina de Santa Genoveva, también hacia 1730. No obstante, la Hofbibliothek si que influyó en las posteriores bibliotecas austriacas, en las que adular al emperador mediante la emulación de aquella obra reportaba evidentes ventajas y favores.
La escala de la Hofbibliothek resulta especialmente llamativa. Se suele afirmar con demasiada frecuencia que la arquitectura clásica está proporcionada al cuerpo humano. Este aserto procede de una mala interpretación de Vitruvio, quien compara la esbeltez relativa de los diversos órdenes arquitectónicos (dórico, jónico, corintio) con la figura de los hombres, las mujeres y las doncellas. Pero ello no implica que estos órdenes tengan que incorporar determinado múltiplo de la altura de una persona. Los órdenes clásicos nunca guardaron la escala del cuerpo humano. Las diversas partes de un edificio clásico si que mantienen entre sí una proporción fija. Un templo clásico puede ser muy grande o muy pequeño, pero sus elementos guardan entre sí un relación constante. La escala de puertas y ventanas aumenta o disminuye de forma proporcional a la de los demás elementos, por lo que un museo con un pórtico enorme, tendrá puertas de un tamaño igualmente grande. La escala de dichas puertas no estará proporcionada al cuerpo humano, sino a la arquitectura que lo circunda. Precisamente por este concepto de proporción al margen de escalas es posible erigir diminutas construcciones de jardín que son réplicas del Panteón a escala reducida y utilizar igual diseño para construir edificios inmensos siguiendo las mismas proprociones. Es muy difícil interpretar el tamaño de un edificio clásico visto a cierta distancia y esta es precisamente una de las características de la arquitectura clásica que nos resulta cercana.
El interior de la Hofbibliothek juega con estas ideas de la escala arquitectónica. A pesar de que los libros nos procuran ciertos indicios visuales de la estancia, el tratamiento de las estanterías como decoración de los muros dificulta nuestra interpretación de la escala. La primer indicación con la que cuenta el visitante para estimar las dimensiones de las estanterías es la altura de las escaleras de mano necesarias para retirar los libros. El estante más elevado por debajo de la galería supera los cinco metros de distancia con respecto al suelo. Las librerías del nivel inferior sobresalen a fin de ayudar a sostener la galería situada por encima de ellas, que abraca las columnas y recibe el apoyo adicional de unas espectaculares ménsulas que arrancan de las estanterias. Se trata de una galería cuya anchura supera con mucho lo habitual en este tipo de estructuras. Así ha de ser, ya que la altura de las librerías de dicha galería no es menor a las del nivel inferior. De hecho, se recurre a escaleras de cinco metros para alcanzar los estantes más elevados, lo que significa que los bibliotecarios tienen que guardar un precario equilibrio a diez metros del suelo. Las estanterías guardan proporción con la arquitectura, cuya escala es más propia de gigantes que de meros mortales.
Las escaleras conducentes a las galerías, helicoidales están encastradas en unos cilindros huecos. Los espacios más enigmáticos, sin embargo, se alojan en e lnivel inmediatamente inferior a la cúpula y también en el superior que la circunda. En estas ubicaciones se localizan unas ventanas que resultan visibles desde el exterior del edificio, aunque no desde el interior, donde lo único apreciable son más estanterías. Lo cierto es que dichas estanterías ocultan unos cuartos de reducidas dimensiones que, iluminados por enormes ventanales del exterior, aportan un espacio adicional para el depósito de los fondos. Se accede a estos habitáculos a través de determinados tramos de estantería equipados con goznes, que les permiten abrise al igual que una puerta. El peso de los volúmenes es considerable, por lo que las estanterías van montadas sobre rodillos. Cuando las puertas de estos cuartos secretos se abren, permiten atisbar lo que hay detras del grandecorado.
Por lo que respecta al diseño de las bibliotecas, la Hofbibliothek ejerció una gran influencia. Su estatus de biblioteca imperial abierta al público significó que se hacía accesible a cualquiera que lo deseara. Aún hoy en día conserva la capacidad de inspirar en el visitante el mismo sobrecogimiento que provocaba hace dos siglos. Desde el punto de vista del estilo, interesa destacar que bebió de la arquitectura del Barroco italiano de finales del siglo XVIII. Cuando concluyeron sus obras el estilo dominante en Italia era otro. Desde la perspectica italiana del momento, afín a edificios como la biblioteca Casanatense, es posible que la Hofbibliothek resultara una construcción un tanto retrógrada."