Págs. 131 - 147.“Mitos nacionales y transformaciones clásicas”
La identidad no siempre coincidía con la nacionalidad, y el territorio cultural no siempre encajaba perfectamente dentro de las fronteras del estado nación. En España, por ejemplo, la idea de una expresión específicamente catalana en la arquitectura se formuló ya de manera teórica en la década de 1870 y correspondía a una renovada afirmación de independencia de la lengua castellana y de Cataluña como entidad política y cultural. Gaudí respondió a su manera a estas condiciones con una arquitectura que combinaba una transformación metafórica de los tipos medievales, un aprovechamiento inventivo de las técnicas constructivas autóctonas y una interpretación poética de los mitos y los recuerdos del paisaje local. Gaudí entendía que Barcelona y sus alrededores pertenecían a un mundo mediterráneo más amplio, y sus imágenes no carecían de arcos árabes y africanos. Aunque su propia arquitectura era absolutamente singular, las condiciones que reflejaban eran compartidas por otros arquitectos catalanes, por ejemplo Francese Berenguer y Lluis Domenech i Montaner. Las bodegas de Garraf 1888-1890, obra del primero, exploraban la estructura parabólica, la fábrica tosca, lo motivos populares (especialmente en sus extravagantes chimeneas cónicas) y las formas vegetales surrealistas. El café-restaurante 1888 del Parque de la Ciudadela de Barcelona, obra del segundo, combinaba una reinterpretación imaginativa de los precedentes medievales locales con una acentuada articulación de ladrillo, cerchas de acero y una ornamentación de almenas y molduras. En ambos casos, un armazón de racionalismo estructural estaba envuelto en alusiones románticas; el clasicismo no se veía por ningún sitio.
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pág.285-350. "El Art Nouveau".
Pág. 329-337. El Modernismo catalán. Sin embargo, Gaudí no es el único arquitecto que descuella, a escala europea, dentro del modernismo catalán. Junto a él se halla otra figura, Luis Doménech y Montaner, que en su faceta modernista es preciso considerar también como muy importante. De características muy diferentes a las de Gaudí, coincide con él en la circunstancia de que el Modernísimo no supone, dentro de su obra total, más que en un aspecto parcial. En el Restaurante del Parque de la Ciudadela, construido para la Exposición de Barcelona de 1888, anticipa asimismo características que serían fundamentales. Las cerámicas aplicadas y el templete con que se corona uno de los torreones, son elementos de clara filiación modernista, si bien el espíritu de sobriedad que anima esta obra está muy distante de aquel que caracterizaría a dicho movimiento.
Ese restaurante del Parque, que exteriormente ofrece una cierta afinidad con el edificio de la Lonja valenciana, pudo haber supuesto, por otra parte, el punto de partida para una simplificación formal de la arquitectura española de la época, basándose en la valoración de la pared como superficie lisa y en la construcción en ladrillo como sistema fundamental y de extensa y antigua tradición en el país. Como arquitecto modernista, Doménech logra en particular una obra que podría considerarse como aquella en la que dicho movimiento llega a un punto máximo de madurez y equilibrio. Se trata del Palacio de la Música Catalana, inaugurado en Barcelona en 1908. Cualquiera de las obras de Gaudí no llega a expresar nunca un sentimiento elemental y definido.
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