Can Lis es mucho más que una simple vivienda, es un refugio espiritual que se alza sobre el imponente acantilado de la costa sur de Mallorca, fusionándose con el entorno natural y reinterpretando las tradiciones constructivas locales. Este retiro, que Utzon concibió para su familia tras dejar Australia en 1966, es un testimonio de su profunda conexión con la naturaleza y su pasión por crear espacios que celebren el paisaje circundante y la vida en común con el entorno.
Situada a veinte metros sobre el nivel del mar Mediterráneo, Can Lis no se alinea directamente frente al mar como cabría esperar, sino que sus pabellones, separados pero conectados por patios y galerías, siguen un trazado orgánico que responde a la posición del sol, la disposición de los árboles y las funciones específicas de cada espacio. Esta disposición no solo respeta el terreno y la topografía del lugar, sino que también evoca la sensación de que la casa emerge del mismo acantilado, como una extensión natural de la roca en la que se asienta. El uso de piedra arenisca local, conocida como marés, da a los muros una textura terrosa que refleja los tonos dorados y rosáceos del paisaje, creando una conexión visual y material con el entorno.
Uno de los aspectos más notables de Can Lis es la manera en que los espacios interiores y exteriores se entrelazan. Cada pabellón está orientado de manera que maximiza la relación con el mar, el cielo y la luz. Los huecos abocinados en los muros no solo ofrecen protección y refugio, sino que también enmarcan vistas panorámicas que transforman el paisaje en una obra de arte viva, constantemente cambiante con el paso del día. Utzon concibió estos espacios no solo para habitar, sino para contemplar, meditar y sentir la conexión con los elementos naturales.
La estructura de Can Lis, con sus pabellones dedicados a diferentes funciones —cocina, comedor, sala de estar, dormitorios y un espacio para invitados—, es un reflejo de la filosofía arquitectónica de Utzon. La casa no se organiza en torno a una forma predefinida, sino que es una adición de volúmenes que se adaptan a las necesidades y ritmos de la vida diaria. Esta "arquitectura aditiva" le confiere una fluidez que invita al habitante a moverse de un espacio a otro de manera orgánica, pasando de patios abiertos a rincones sombreados, de vistas lejanas al mar a espacios íntimos donde la luz penetra suavemente.
Los interiores de Can Lis son austeros pero profundamente acogedores. Utzon diseñó muchos de los muebles in situ, integrándolos en los muros de piedra. Bancos y estanterías de piedra, trabajadas con una precisión que refleja la modulación sistemática del diseño, se entrelazan con la estructura misma de la casa, eliminando la necesidad de mobiliario añadido. Esta integración no solo refuerza la sensación de solidez y permanencia, sino que también mantiene la atención centrada en lo esencial: el paisaje exterior y la luz cambiante.
La conexión entre Can Lis y la arquitectura mallorquina es evidente en cada detalle. Utzon estudió las construcciones tradicionales de la isla, adoptando el sistema de bloques de marés y forjados de bovedillas, lo que le permitió crear una vivienda que respira la historia y la cultura de su ubicación. Sin embargo, lejos de ser una simple réplica de la arquitectura local, Can Lis es una reinterpretación moderna de esos principios, adaptados a lo contemporáneo y a las necesidades de una familia que buscaba un espacio de tranquilidad y reflexión.
El modo en que la luz del sol se filtra a través de los huecos y patios, creando juegos de sombra y luz, convierte cada momento del día en una experiencia sensorial. Al caminar por los patios y galerías, uno puede sentir el ritmo del tiempo marcado por los cambios en la luz, el viento y el sonido del mar, como si la casa misma estuviera sincronizada con los ciclos naturales.
Utzon logró unificar lo mental y lo físico, lo geométrico y lo constructivo, para crear un espacio que parece tan natural como el sol y la piedra que lo rodean. Es una casa profundamente moderna en su concepción, pero al mismo tiempo parece haber estado allí siempre, como una parte intrínseca del paisaje mallorquín.
Tras casi dos décadas de habitar en Can Lis, Utzon y su familia decidieron trasladarse a otra casa en Mallorca, Can Feliz, en parte debido a la exposición a los elementos y al interés creciente de los turistas y arquitectos que veían en Can Lis un lugar de peregrinaje.
Nerea MAROÑO