En todo el mundo la mayor utilización del coche con motor, así como las nuevas demandas de técnicos automatizados en la industria, que necesitaban más espacios, dieron como resultado nuevas tendencias en la planificación de ciudades. La gente abandonaba las ciudades del interior para ir a los suburbios que no paraban de crecer y las casas que dejaban eran sustituidas por bloques de edificios. Esta tendencia significaba que amplias áreas de las ciudades más grandes del mundo estarían repletas de día, pero vacías de noche y los fines de semana. Por ejemplo en 1958 el City Planning Board de Boston (Massachusetts) encargó un plan de nuevo desarrollo para que se llevara a cabo el centro de la ciudad y que incluía el desmantelamiento del núcleo urbano y la demolición del 85% de los edificios y la eliminación de las casas residenciales.
De manera parecida, la demanda de coches con motor significaba que las ciudades se iban a ver interceptadas por autopistas que se abrían paso por zonas históricas, muchas veces sin preocuparse de los edificios existentes. La importancia del coche, cuya propiedad se empezaba a ver como una necesidad y no un lujo, en las décadas de los años cincuenta y sesenta se llevó a extremos en la planificación de ciudades nuevas.
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págs.1053-1105.“La experiencia americana”
págs.1053-1057. "En 1842, varios años antes de la Gran Exposición de Londres, el famoso novelista inglés Charles Dickens hizo una larga visita a América, «esa inmensa oficina situada al otro lado del Atlántico». Desembarcó en Boston, en donde pasó dos semanas visitando sus hospitales y sus instituciones correccionales, paseando por sus calles, haciendo excursiones a Harvard y a las fábricas textiles de Lowell. La ciudad le pareció preciosa, limpia y brillante, y tan delicada e institucional en apariencia, que cada calle «tenía exactamente el aspecto de un escenario para una pantomima». La mayoría de las casas eran grandes y elegantes: algunas de ladrillo; otras, de madera blanca con emparrados verdes. Los edificios públicos eran bellos y solemnes; él mencionaba especialmente la Aduana, los dos teatros, y la Casa del Estado construida sobre la colina de Beacon con el cercado verde del Common en pendiente ante ella."
Págs.1068-1077. Boston: capital del Nueva Inglaterra.
Lo que Jamestown se dispuso a ser y no pudo, es decir, el puerto de la América colonial y el principal corresponsal de Londres, consiguió serlo Boston, constituyendo algo razonablemente parecido en el norte. En los años de su establecimiento en la pequeña península llena de colinas que los indios locales llamaban Shawmut, que quería decir «Aguas Vivientes», la ciudad del Gobernador Winthrop comenzó a distinguirse de sus hermanas. Antes de 1650 se estableció en Saugus una herrería con un alto horno. E incluso antes, los directores de la Massachusetts Bay Colony crearon el Harvard College en un poblado situado a cuatro millas arriba del río Charles, al que llamaron Cambridge, según la gran universidad inglesa que había educado a un buen número de ellos.
La península de Shawmut, rodeada de agua por todas partes excepto por el estrecho istmo de Neck que la conecta por el sur a Roxbury, podía permitir la existencia de varias calas y de un puerto al este. Por el centro de la península se elevaba una alta cresta de tres montículos, de los que sólo ha sobrevivido la colina de Beacon, con un perfil bastante truncado. Entre este eminente telón de fondo y el puerto, anidó la ciudad. Su centro quedó naturalmente allí donde una avenida principal (Great Street, posteriormente King's Street), que llevaba desde el puerto hacia el oeste, se unía con Cornhill Street (actualmente Washington Street), que apuntaba en dirección a Neck y a tierra firme. Aquí estaba la Casa de Asambleas frente a la plaza del mercado, con la casa del gobernador cerca, y aquí se levantó en 1657 un ayuntamiento, para administradores y otros comerciantes similares. Con sus muelles construidos en el puerto por los comerciantes propietarios de la franja de tierra del frente marítimo, Boston era descrita con justicia por un antiguo empresario londinense como «lo más adecuado posible al comercio con Inglaterra».
En el lado opuesto de la ciudad, en el campo que bajaba en pendiente hacia la Bahía de Back, una porción de tierra de unos cuarenta y cinco acres fue designada como el Common o zona común. Una ley de 1640 declaraba: «No debe otorgarse ninguna tierra ni para viviendas ni para huertos dentro del terreno abierto o del Common». Y así ha permanecido hasta nuestros días, como un lugar del pueblo, constituyendo el parque más antiguo de la nación. En él hacían instrucción las milicias de la ciudad, pastaba el ganado y, como escribió un visitante llamado John Josselyn en 1674, «paseaban los caballeros un poco antes de la puesta de sol con sus damiselas, como hacemos en Morefields, hasta que las campanas del reloj daban las nueve y volvían a sus respectivas viviendas, al mismo tiempo que los guardias hacían su ronda para comprobar que todo seguía en orden, y para llevarse a los perdidos».
Por aquella época, Boston era « la metrópoli de esta colonia, o más bien, de todo el país». El extremo norte de la península había crecido en un distrito semiindependiente con su propia sala de asambleas, la avenida hacia el Neck se había convertido en una densa espina dorsal, y había comenzado el gran programa de recuperación de tierras de las marismas y calas del acuoso emplazamiento. El frente marítimo estaba bordeado de almacenes, cordelerías y astilleros. Las primeras casas eran del tipo que podríamos esperar, pero para adquirir una apariencia exterior más urbana, el frente que daba a la calle era apuntado y estrecho, teniendo su chimenea en el otro extremo. Las casas adosadas no eran desconocidas, mientras que los residentes más ricos tenían mansiones grandes y exentas formadas por varias unidades de tejado a dos aguas pintorescamente ensambladas en torno a una chimenea central. Los edificios públicos también tenían un carácter residencial. La herrería de Saugus era una casa de varias unidades de tejados a dos aguas, así como el ayuntamiento, con porches de madera en los lados largos que soportaban los pisos superiores voladizos. La planta baja tenía tiendas abiertas para los comerciantes; en las cámaras de arriba celebraba sus reuniones mensuales el Tribunal general. En él reconocemos el modelo europeo general de la Edad Media, tal como lo encontrábamos en el ayuntamiento de Como, por ejemplo.
Los incendios eran un desastre recurrente. La creciente dependencia del ladrillo hacia el final del siglo era en parte una medida preventiva. Pero Boston también estaba empezando a descubrir el Londres Georgiano. Tanto Nueva Inglaterra como el Sur, estaban haciéndose cada vez más sofisticadas a medida que se esforzaban en adoptar las recientes modas clásicas de su madre patria. En 1698 la capital de Virginia fue trasladada de Jamestown a Williamsburg, un lugar alevado a medio camino entre los ríos York y William, donde el pequeño Collage of William and Mary habían introducido el estilo atenuado de Christopher Wren en la América Colonial. La calle principal. Duke of Glouceser Street, de treinta metros de anchura, comenzaba en el College y terminaba en su extremo este en el nuevo Capitolio. A medio camino estaba la Plaza del Mercado, a través de la cual pasaba un camino transversal flanqueado por árboles que llevaba al palacio del gobernador. El plano de la ciudad se atribuye a Francis NIcholson, un hábil administrador colonial. Muy probablemente, él sería el responsable también del plan contemporáneo de Annapolis, la capital de Maryland, la cual infundía una brillante visión barroca, con sus dos grandes circuitos y sus calles radiales en diagonal, a aquellos atrasados lugares del imperio británico, aún medievales.
El Sur siempre había estado más en sintonía con la cultura inglesa oficial. Cercano a la corona y a la iglesia, había obedecido a la ley inglesa e imitado las modas y costumbres sociales de su padre patria. Ahora los edificios de Williamsburg y una nueva generación de casas de campo, creaban un escenario actualizado para una vida georgiana en sus aspectos superficiales. Se abandonaron las ventanas emplomadas, con cristales en losanges, los grupos de chimeneas altas y delgadas de la Inglaterra Tudor, los tejados a dos aguas muy empinados y los gabletes curvos flamencos. Se impuso una especia de clasicismo local, ligero y como de juguete, las buhardillas tenían ahora frontones, las ventanas corredizas eran de marco blanco, alineadas con una elegante simetría y a ras de la superficie de ladrillo (al revés que en Inglaterra, donde por ley debían de estar en un plano más profundo), y había grandes puertas blancas en la cumbre de una escalinata, con marcos clásicos y frontones que acentuaban la importancia del centro del edificio. Del suave perfil de los tejados emergían cúpulas sobre altos tambores cilíndricos o poligonales. Las plantas se hicieron más aventuradas. Straford, la casa de Thomas Lee en el condado de Westmoreland, se asienta sobre un sótano de realce. Dos alas de cuatro habitaciones están unidas por un pabellón central al que se accedía desde ambos lados por medio de una escalera recta, bastante escarpada. Unas potentes chimeneas en torres de cuatro arcos se elevan sobre el tejado a dos aguas, de suave inclinación. En resumen, un vigor barroco, quizá un poco rígido e indelicado, pero con claros ecos de Vanbrugh o Hawksmoor.
EL omnipresente sentimiento clásico sumergió las diferencias regionales de la América colonial del siglo XVII. En las ciudades de Nueva Inglaterra las casas exentas, generalmente todavía de madera, imitaban la mampostería rusticada con cuñas sobresalientes. Se abandonaron los voladizos a favor de las fachadas planas. El color predominante no era el blanco, aunque popularmente se crea lo contrario. Las fuentes de la época hablan de rojos, marrones y amarillos. El adorno clásico y el detalle interior fueron dominados hábilmente por una creciente clase de ebanistas. En las áreas del exterior del valle alto del Connecticut, que estaba quedando firmemente englobado dentro de las fronteras de Nueva Inglaterra, los carpinteros locales reelaboraron los órdenes de una manera atractiva, con algún giro local ocasional, como la sustitución de las hojas de acanto por hojas de tabaco en el capitel corintio.
Boston, la bulliciosa capital de este territorio del norte en expansión, absorvió el lenguaje georgiano con la versatilidad que podría esperarse de una metrópoli inglesas. Y eso es lo que era entonces. En 1692 Massachusetts fue restituida por una provincia real, similar a Virginia. Sus gobernadores ya no serían los elegidos por los colonos, sino enviados desde Inglaterra por designación real. La Casa de la Provincia, en la que ahora residían, estaba en el South End. Esta mansión de tres pisos – con sus escaleras de entrada de piedra roja, su porche columnado coronado por un balcón de ceremonias que portaba las armas reales, la cúpula del tejado, y las habitaciones ricamente paneladas y amuebladas en su interior- representa la culminación de la nueva moda residencial. El South End era un área suburbana de campos abiertos y grandes casas, como ésta, situada en amplias parcelas y acompañada de establos, cobertizos y graneros. Desde las buhardillas de los bordes de los espaciosos tejados que rodeaban el tercer piso, y de la cubierta con balaustrada de la parte superior, se podía ver la Bahía de Back al oeste y el puerto al este. Los adinerados también se instalaron en los terrenos altos de los pies de la colina de Baeton, al otro lado del Common. El populoso y ruidoso Noth End tenía casas de ladrillo más austeras para los comerciantes y artesanos; tenía tiendas en la planta baja y arcos sencillos y poco profundos sobre las ventanas corredizas y la puerta. Entre los pisos corrían hileras de ladrillo sobresalientes, y a menudo se empleaba la pizarra como material de cubierta.
El centro de la ciudad seguía siendo el cruce de King´s Street con Cornhill Street. Pero los edificios principales eran todos nuevos y elegantes, habiendo sido bellamente reconstruidos después del incendio de 1711. El actual ayuntamiento, de ladrillo y estilo georgiano, alberga el gobierno provincial, los tribunales y la lonja mercantil. Hacia el este daba al puerto, en la cabeza de King´s Street, que acababa de ser prolongada un kilómetro en el otro extremo, adentrándose en el agua mediante el Muelle Largo, una amplia vía pública flanqueda de hileras de tiendas y almacenes. Aquí en esta puerta de entrada América, cargaban y descargaban su mercancía los mayores barcos de la época, llevando a la metrópolis los bienes coloniales y trayendo a cambio artículos de moda y visitantes oficiales y tropas.
Hacia mediados de siglo, el panorama de Boston se erizaba de cúpulas con chapiteles y de torres: y ello era algo nuevo. El status provincial había dado paso a la destacada iglesia de Inglaterra. La primera iglesia anglicana, la King´s Chapel, de madera, se erigió en un ángulo del cemento de la ciudad, en el borde oriental del Common. Los baptistas, cuáqueros y hugonotes franceses también abrieron establecimientos esparcidos dentro de los límites de la ciudad, de manera que las casas de asambleas de la mayoría puritana, no menos de seis en aquel momento, se convirtieron en una compañía singular y a menudo no deseada. Además, los anglicanos estaban apegados a su arquitectura religiosa, que había sido actualizada primero por Wren y luego por Gibbs en el período que siguió al Gran Incendio de Londres. En 1723, cuando la comunidad anglicana del North End fue lo suficientemente numerosa como para invertir en una iglesia propia, el modelo de Wren hizo su aparición en Nueva Inglaterra en una versión simplificada, puritana podríamos decir, pero no obstante, desafiantemente eclesiástica. Especialmente la torre, con su aguja delgada y alta que rasgaba el horizonte, debió ser fastidiosa para los teólogos de mentalidad independiente y sus congregaciones. En su propia defensa, decidieron adoptarla.
La King´s Chapel superó a todas las demás. En 1794 la estructura de madera original fue derribada para dejar espacio a la primera iglesia de piedra de América. El material era granito de Quincy local extraído del terreno, puerto que no había todavía canteras funcionando en las colonias. El modelo seguía a Gibbs, y concretamente a St. Martin-in-the-Fields. Esto significa, entre otras cosas, un pórtico colosal, el primer frente de templo de América. Fue construido, pero un poco más tarde y de madera. Aún así, su alcance fue impresionante; todo su diseño estableció un nivel más alto de erudición y modernidad, para la arquitectura colonial.
El responsable fue Peter Harrison (1716-1775). Podemos considerarlo como el primer arquitecto profesional americano, incluso a pesar de que, por sus ocupaciones, fuera comerciante y capitán de barco, y de que nunca fuera pagado por sus diseños. Inglés nacido en Yorkshire, Harrison conocía de primera mano al neopalladianismo del círculo de Lord Burlington cuando se asentó en Newport, Rohe Island, y comenzó a producir diseños para unos edificios públicos sorprendentes en esta ciudad portuaria que empezaba a ser próspera y cosmopolita, regida por cuáqueros, anglicanos y judíos. Entre sus obras están la Biblioteca Redwood, con su monumental pórtico dórico realzado sobre un pódium; la primera sinagoga de las colonias (que internamente no es sino una casa de asambleas neopalladiana); y el Mercado del Ladrillo, que se basaba en la Casa Semerset, un palacio real de Londres atribuido a Iñigo Jones.
El neopalladianismo se extendió por América, como lo había hecho por Inglaterra, por medio de libros de modelos, especialmente de la obra de Gibbs titulada Un libro de Arquitectura, publicado por primera vez en Londres en 1728. En lo que se refiere a la arquitectura doméstica, el estilo era básicamente un comentario de los esquemas georgianos anteriores. Esto era cierto al menos en lo que concierte al Norte. Los manuales arquitectónicos aseguraban mejores proporciones y detalles más apropiados, tanto en el interior como en el exterior. Pero los cambios más destacables se registraron en las fachadas principales de las casas. Se transmitía una nueva monumentalidad mediante pabellones centrales pedimentados que abarcaban toda la altura de la casa. Pero persistió la superficie plana.
En el sur, el fragmento central se proyectaba con mayor fuerza. En ocasiones, como en la Casa de Miles Brewton en Charleston, el diseño estaba copiado directamente de Palladio, en lugar de a través de Gibbs. Y lo que es más interesante. Algunas casas de plantaciones experimentaron con los planos tripartitos de las villas palladianas, cn pasillos que conectaban el bloque central a dos dependencias colocadas simétricamente. Pero al contrario que las casas de campo neopalladianas inglesas que, como hemos visto, se asentaban en terrenos pintorescos, las mansiones sureñas preferían el jardín formal del Renacimiento y el Barroco. Middleton Place, en las afueras de Charleston – con sus terrazas descendiendo hasta el rio Ashley, un canal, estanques y paseos geométricos – tiene un toque de Le Nôtre.
Pág.1077. Arquitectura para una nación.
La revolución comenzó en Boston. En 1774, después del “Motín del Té”, los ingleses cerraron el puerto. Durante los diez años siguientes la construcción quedó en un compás de espera. Con la derrota británica y el establecimiento de los Estados Unidos de América, se abría un periodo desafiante y fecundo para la arquitectura. El gobierno era el mayor cliente. Los estados de la Unión, imbuidos de un nuevo sentido de orgullo y conciencia de su propia importancia, intentaron investirse de símbolos materiales de su independencia. La administración federal buscaba un establecimiento permanente, y en 1793 comenzó oficialmente la creación de Washington como sede del gobierno. Era un momento de monumentos y construcciones conmemorativas, de escuelas y lonjas comerciales, de instalaciones públicas de todo tipo.