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Palacio de la Paz en La Haya

  • 1905 -
  •  
  • WAGNER, Otto
  •  
  • La Haya
  • Países Bajos
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KOSTOF, Spiro., Historia de la arquitectura. Alianza Editorial. Madrid 1988. Tomo 3


págs.1167-1209. “Los ensayos de la modernidad”


 pág. 1187.Hacia una arquitectura del siglo XX.


pág1194. Europa entre la tradición y la rebelión.


A través de una inspiración tan diversa, y de los retos de los nuevos materiales y los nuevos procesos industriales, un puñado de arquitectos europeos impulsaron la búsqueda de una arquitectura moderna, mientras que el grueso de la profesión continuaba apegado a su fe historicista, e incluso la ampliaba. Podemos observar lo firmemente arraigada que estaba esta fe en el acta de la competición internacional de 1906 para un Palacio de la Paz -un tribunal de arbitrio permanente con una biblioteca- que debía erigirse en La Haya. De los 216 participantes de todo el mundo, la abrumadora mayoría, incluyendo a los máximos ganadores, eran descaradamente historicistas. Muchos de los proyectos eran bastante eclécticos, mezclando los modos clásicos y medievales, más conocidos, con rasgos procedentes del Islam y de Bizancio, e introduciendo fragmentos de origen mesoamericano y mesopotámico que se estaban descubriendo justamente entonces a partir de excavaciones recientes.


Los propios diseños más innovadores eran versiones simplificadas de algunos estilos del pasado, libres de su carga ornamental; entre éstos estaban los proyectos de Otto Wagner (1841-1918), de Viena, que obtuvieron el cuarto puesto, y los del holandés Hendrik Petrus Berlage (1856-1934). Pero no tenemos más que comparar el diseño que gano el Primer Premio con el de Berlage para entender lo crucial que era la decisión de decorar o no decorar. Para el ganador, el muro es un sostén para la elaboración escultórica, para Berlage el muro es el plano básico que enmarca el espacio interior. «Antes que cualquier otra cosa, el muro debe ser mostrado desnudo en toda su limpia belleza y cualquier cosa fijada sobre su superficie debe ser evitada como una molestia», escribió Berlage en aquel tiempo. Un arquitecto vienés más joven, Adolf Loos (1870-1933), lo expresó incluso más categóricamente unos pocos años más tarde: «El ornamento es delito». Para él, la panoplia decorativa del clasicismo en todas sus permutaciones era algo propio de la aristocracia. La moderna cultura burguesa no tenía derecho a emplearla. Las casas que construyó a principios del siglo XX eran severos cubos blancos de estuco con los vanos sin marcos abiertos en donde la disposición irregular de la planta interna así los requiriera.


 

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