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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 771-812.”La arquitectura en Latinoamérica”


pág. 798. México.


El panorama contemporáneo de la arquitectura mexicana es muy variado y prolífico.


A una fuerte tradición racionalista, que tendrá como principal representante a José Villagrán, junto a Juan Sordo Madaleno y posteriormente a Imanol Ordorika, se irán sucediendo diversas alternativas culturales.


La primera reacción antirracionalista fue la producida en los años cuarenta y cincuenta sobre la base de la búsqueda de una arquitectura nacional, en un intento de entroncar con las culturas arcaicas y la concepción de la arquitectura que se manifiesta en la tradición. Se adoptará la solución de la integración artística, intentando sintetizar la arquitectura con la escultura y la pintura con la introducción de grandes superficies de mosaicos. Esta corriente muralista, en la que colaborarán tres grandes pintores mexicanos —Orozco, Rivera y Siqueiros—, contará con una gran obra manifiesto, la Ciudad Universitaria de México (1953), de Enrique del Moral, Mario Pani, Carlos Lazo y con murales de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, además de toda la fantasiosa obra del arquitecto O'Gorman y del papel predominante de Pedro Ramírez Vázquez (1919). Este último, que trabaja en colaboración con Rafael Mijares, es autor de una prolífica obra de carácter monumentalista que se inserta en esta búsqueda de una genuina expresión mexicana. Obras tan significativas como el Museo de la Revolución, el Museo Nacional de la Ciudad de Juárez, la Galería de la Historia (1960), el Museo de Arte Moderno (1964) y, sobre todo, el Museo de Antropología (1964) (fig. 939) son una muestra.


En el Museo de Antropología —«una obra que represente la dignidad nacional»—, se intenta trabajar a partir del mestizaje de las dos ramas culturales; la prehispánica, local y natural, y la hispánica del mundo occidental. Para ello se pretende que las proporciones de los edificios correspondan a las de los edificios antiguos americanos, respetando ciertos valores que son permanentes en México, derivados de la misma lógica de intervención arquitectónica en el medio y se mantienen a través de la arquitectura prehispánica, la colonial y la con-temporánea: respeto por el paisaje, generosidad de los espacios interiores y exteriores, respeto por la textura y color de los materiales, énfasis en la calidad artesanal de los acabados. Todo esto se expresa con el mayor lirismo en el gran paraguas central, que cubre la plaza cubierta de acceso, soportado por una única y gruesa columna esculpida, continuamente rodeada de agua. Posteriormente, Ramírez Vázquez continuará realizando una extensísima obra, tal como el Estadio de Fútbol Azteca Tlalpan y diversas obras de edificios hospitalarios y escolares.


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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs. 513- 527.“De monumentos y monumentalidad: Louis I. Kahn” 


Puede que la arquitectura moderna desplazase el aparato clásico de la representación monumental, pero también permitió que recursos tan fundamentales como el gran pórtico, el eje procesional y la plataforma ceremonial fuesen reinterpretados de un modo novedoso. La Ópera de Sidney, de Utzon, era una prueba del modo en que un arquitecto del siglo XX podía encontrar sus fuentes de inspiración en una tradición (las ruinas del antiguo México) y transformarlas para enfrentarse a un escenario y un contexto totalmente distintos.


En los años de posguerra, se apreciaba con frecuencia cierta presión en favor de una expresión nacional lograda usando medios modernos. En el propio México, por ejemplo, se desarrolló una audaz horizontalidad de gran masa y gravedad para abordar el problema de las instituciones públicas. El Museo Nacional de Antropología en Ciudad de México (1963–1964), obra de Pedro Ramírez Vázquez, encarnaba el ideal del ‘espíritu inclusivo nacional’ en una reinterpretación monumental del patio dominado por una colosal columna/parasol de piedra situada en el eje principal, con una lámina de agua cayendo en un estanque inferior: una imagen combinada del árbol de la vida, la fuente de renovación y la unidad cultural nacional. Había sutiles alusiones a referencias precolombinas en la forma global, el carácter dominante y algunos de los detalles del edificio, como las pantallas para el sol.


 

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