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Shanghai. Forma y desarrollo urbano

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MONTANER J.M. MUXI Z., Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 159-196.“Vulnerabilidades” 


Cada vez que se arrasa la vida comunitaria y el patrimonio existente, se produce un proceso de impostación de una falsa memoria sobre la existente. Es sabido que los grandes operadores financieros e inmobiliarios exigen terrenos en estado óptimo —limpios de habitantes y libres de toda construcción— para poder implantar una ciudad genérica y homogénea. Y esta estrategia sistemática de desalojo de personas y patrimonio tiene su contrapunto en las luchas de los movimientos sociales urbanos. Generalmente, las asociaciones de vecinos defienden el patrimonio con una doble intención: para salvarlo y para conseguir que esos edificios sirvan como equipamientos de proximidad necesarios.


  En este proceso de producción de una memoria urbana falsa son emblemáticas ciudades como Pekín, Shanghái o Dubái, donde todo quiere ser nuevo y, si existe memoria, se arrasa por completo. Y aunque se admita que este borrado sistemático de culturas y de memorias crea heridas físicas y psicológicas en la población, se considera un “mal menor”, o “efecto colateral”, que la modernidad de la globalización neoliberal exige que deba asumirse.


   Se trata de una lógica que no solo acaba con el patrimonio histórico, sino que arrasa con los suburbios populares, los slums construidos precariamente, que, cuando los promotores codician el suelo que ocupan, se eliminan expulsando a los habitantes y trasladándolos a otras periferias más lejanas para construir viviendas para la clase media, hoteles o equipamientos deportivos. De hecho, en la destrucción de bulldozers que arrasan con viviendas y patrimonio, y bajo una pretendida renovación, siempre late un espíritu fascista, como hicieron las dictaduras que han erradicado barrios pobres para revalorizar los terrenos, como es el caso de las villas miseria durante período de la dictadura argentina o la destrucción de hogares palestinos por las tropas israelíes.


    Es el mismo proceso utilizado para crear urbanizaciones cerradas: se exige reemplazar toda la naturaleza existente —árboles, vegetación, lagos, etc. — por una capa vegetal nueva, unas nuevas plantaciones y agua en circuitos cerrados. Se trata de un proceso de sustitución continua que no quiere aceptar ninguna preexistencia y que, al arrasar con el manto vegetal, los árboles, los edificios históricos, los espacios públicos tradicionales y las redes sociales, se llevan para siempre los estratos de la memoria. Y aunque sea lo que exigen los grandes operadores inmobiliarios, financieros y turísticos, si perdemos la memoria, también perderemos el sentido.

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